Bogotá, una ciudad y dos políticas

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Sacado de El Venezolano Colombia

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No hay político tonto. Esa especie no existe. Lo que sí hay es el calculador, aquel que dice lo que la gente, por algún motivo, quiere escuchar.

Sacado de El Venezolano Colombia

La migración es un tema de alta sensibilidad. La llegada de extraños a la casa de uno, cuyas costumbres y a veces idioma son distintos, genera reacciones en contra. Siempre es así.

Quien llega viene a competir por los pocos puestos de trabajo, de cualquier naturaleza, y tendrá más probabilidades de obtenerlo porque está dispuesto a percibir menor cantidad de dinero dado que su necesidad es mayor, lo que obliga a la dirigencia del país respectivo a diseñar políticas públicas de identificación e integración que minimicen ese impacto.

Eso que describo en el párrafo precedente normalmente lo hace un estadista, es decir, aquel que piensa no en las próximas elecciones sino en las venideras generaciones. Ejemplos hay de esas conductas. La señora Merkel en Alemania, la gran mayoría de los presidente americanos y – por qué no decirlo – los dos últimos presidentes de Colombia, Santos y Duque.

Pero de los otros también hay ejemplos. Los que actúan de manera distinta a ellos también los hay, ayer y hoy.

En Italia, hace no más de dos años, su ministro del interior para la época – Mateo Salvini del ultraderechista partido La Liga Norte – adoptó medidas tendentes a endurecer la migración e inclusive cerró los puertos del país a los efectos de que barcos cargados de migrantes africanos no entraren a la Bota, por lo que por cierto está siendo juzgado.

En España, entre tanto, un aspirante a presidente del gobierno – el señor Santiago Abascal también de la extrema derecha – no pierde un minuto en denostar de la migración, lo que ciertamente, no pocos votos le ha dado, esa migración a la cual sus coterráneos debieron ocurrir con ocasión de la guerra civil, cuando el Generalísimo Francisco Franco decidió perseguir a todos los que desde el bando republicano le enfrentaron – recibiéndoles a buena parte de ellos en Venezuela -.

En la actualidad, en Perú, un candidato a presidente, según entiendo de último en las encuestas, ha decidido centrar su campaña en la presencia de los venezolanos en esa tierra, anunciando su inmediata deportación de ser elegido, mientras que, en Colombia, la señora Alcaldesa de Bogotá, si bien no ha llegado a tales extremos, es indudable que considera nuestra presencia nada grata y no pierde oportunidad alguna en demostrarlo.

Los venezolanos sabemos de migración, primero, porque la recibimos y a ella nos ajustamos y, ahora, porque salimos y observamos cómo se nos trata por nuestra nacionalidad. En todo caso si tenemos presente que, cuanto menos durante los cuarenta años de democracia, el liderazgo del país, no tuvo expresiones contra el migrante como la que hemos visto en los últimos días de quienes aspiran la presidencia de un país que creemos hermano o dirigen la más importante ciudad colombiana.

Así las cosas, no importa la posición política en la cual se encuentre el liderazgo o quienes aspiran a ocuparlo: si estima que denostar de la migración es redituable, lo hará pues su objetivo es capitalizar simpatías o tener votos. Lo lamentable es que éstos pueden ser a cuenta de la vida de algunos y solo una que se pierda por esa circunstancia tiene valor.

Uno, ante lo que ocurre actualmente en Bogotá compara la gestión que precedió a la actual, la que tuvo una actitud frente a los migrantes muy diferente a la que hoy observamos.

*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural

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