Entre la verdad y la mentira

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Muchos noticieros son relleno de moda, malicia, amarillismo e irrespeto por el dolor ajeno.

Día a día, la información proviene de un sinnúmero de fuentes a las que el ciudadano debe recurrir para conocer la verdad, está la radio, la televisión, la prensa y, finalmente, una de las más influyentes, como son las redes sociales.

Figuras de la política, comunicadores e influenciadores hacen las delicias de los bocados que comemos todos los días y fuentes distintas a las que originalmente produjeron la noticia la transforman a su acomodo e, inclusive, no respetan la autoría de las publicaciones e investigaciones de periodistas de credibilidad y trayectoria.

En la mitad, estamos nosotros, quienes deseamos saber con certeza los hechos acaecidos. No es fácil, porque, de forma marcada, algunos periodistas marchan en las filas del menor criterio con entrevistas o publireportajes al servicio de los poderosos.

Campañas de desinformación abruman y se busca desesperadamente influir en las personas de manera tal que una mentira se convierte en verdad. Como lo expresó Joseph Goebbels, una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, pero esto ocurre de acuerdo con las fuentes que se consultan. Por este motivo, es indispensable buscar la verdad con insistencia y no basarse necesariamente en medios famosos, sino en aquellos que han surgido por la necesidad de la independencia.

No es necesario fijar la mirada en las denominaciones, porque muchos, aunque éticamente deberían transmitir la verdad e informar, no lo hacen. Para algunos comunicadores, decir mentiras es normal o parte de su estrategia; para otros, la verdad significa un acto de moralidad y de ética, pero tal parece que esto se ha perdido en esta época.

Mienten los Estados

Mienten las instituciones

Mienten los políticos

Mienten los medios

Mienten los líderes religiosos y

Hasta en las aulas de clase te atrapan las mentiras

En el terreno político, la mentira, sobre todo en tiempo de campaña, desenfrena múltiples promesas; después al ostentar el poder, se olvidan de lo que dijeron. Con la esperanza sosegada de un pueblo, las personas votan engañadas, envanecidas por líderes que ofrecieron sus mejores expresiones de cariño ante una nación que quería resolver sus problemas. Después, es imposible devolver el tiempo.

Así es cómo llevan a formar criterios que, muchas veces se convierten en el razonamiento colectivo. Por eso, es indispensable confrontar la verdad con la mentira y es bueno mirar más allá, entender qué se esconde detrás de cada palabra dicha con engaño, recordar la historia, contrastar y valerse de la crítica.

Tal vez ni siquiera los medios de comunicación, denominados el cuarto poder por su gran manejo de masas, sean culpables en su totalidad de la desinformación que provocan y su poco criterio profesional, sino quienes aún les creen.

No por ser un medio reconocido o famoso, ése el mejor. Tenemos el desafío de distinguir la verdad de la mentira. La verdad libera de las mentiras que atrapan y manipulan a las personas. Vale la pena resaltar que, para quienes prefieren la televisión o los videos, les es más difícil ver con claridad, porque con las imágenes y forma de publicar, les introducen grandes campañas en sus mentes.

El eje central del periodismo deberían ser las fuentes, aquellas que se consultan con experticia y ahínco, sin intereses ocultos y sin shows en televisión en franjas prime time; el lector, el televidente o el radioescucha, hoy en día podrá verificar la información que circula.

Que la simpatía y la inmediatez no sean lo que nos mueva; muchos noticieros son relleno de moda, malicia, amarillismo e irrespeto por el dolor ajeno, por el deseo de colocar un micrófono en la calle; de hecho, mezclan la verdad con la mentira, que es como ponerle levadura a la masa, porque ella crece y después se vuelve incontrolable su tamaño. Así es la capacidad de la mentira.

Hagamos uso de los verificadores o chequeadores de información. Hoy existen sitios que tienen esta función y, si podemos, consultemos antecedentes, no difundamos, ni arrobemos a quienes solo buscan ser reconocidos o son suplantadores.

Las decisiones siempre serán propias. No seamos de aquellos a los que se les aplica la frase: “Miénteme que me gusta”.

*Sandra Castillo, abogada, @sandra_doly

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