La biblioteca de El Ojo Nuclear

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Cuadernos ucranianos y rusos. Vida y muerte bajo el régimen soviético.
Igort
Salamandra
355 páginas

Al momento de escribir esta reseña, Rusia está conmocionada por las protestas de millones de personas que exigen la liberación del líder opositor, Alexéi Nalvany. Como ha sido su tradición, el Kremlin ha desplegado una fuerza represora policial colosal y unas nueve mil personas han sido detenidas. Nalvany, quien sobrevivió a un intento de asesinato por envenenamiento, ha denunciado la corrupción del gobierno de Vladimir Putin, mientras la gran mayoría de los rusos enfrenta una difícil crisis económica.

¿Por qué traigo esto a colación? Porque fue en este contexto en el que leí Cuadernos ucranianos y rusos, vida y muerte bajo el régimen soviético, el libro que hoy dejo en las estanterías de la biblioteca de El Ojo Nuclear para La Línea del Medio. En realidad, son dos libros distintos, pero presentados como uno solo en una magnífica edición de Salamandra Cómic, editada por primera vez en español en abril de 2020. El primero de ellos es Cuadernos ucranianos, aparecido en 2011, y el segundo, Cuadernos rusos, de 2014. 

El autor, Igort —Igor Tuveri, 1958— es un laureado periodista, ilustrador, guionista y director de cine italiano. Sus Cuadernos ucranianos son un recuento gráfico de testimonios e investigaciones adelantadas por él durante dos años en el terreno. Igort realizó una inmersión profunda en la memoria —a la que las autoridades preferían tener bajo tierra— y rescató el terror vivido en ese país por cuenta de la represión estalinista. 

En 1928, el entonces secretario nacional del comité central del Partido Comunista Ucraniano y uno de los principales aliados de Stalin, Lázar Kaganóvich, inició un proceso de ‘rusificación’ de Ucrania. Negó la existencia de una cultura propia del país e ideó un plan detallado para llevar a cabo un genocidio físico y cultural. Ante la negativa de algunos poseedores de tierras —pequeños y medianos terratenientes, algunos dueños de sólo dos vacas—, los obligó a abandonar sus posesiones y encerró en granjas que eran verdaderos campos de concentración. Unas seis millones de personas perdieron la vida, no sólo en esas prisiones, sino también en lo que hoy se conoce como el Holdomoror o la Gran Hambruna Ucraniana. Para llevarla a cabo, fue decomisado todo producto de la tierra, incluidos animales y herramientas de trabajo, y cerradas las fronteras para que la gente muriera de inanición. Los habitantes de hoy —algunos de ellos hablaron con Igort y cuentan su historia— recuerdan terribles escenas de canibalismo y necrofagia, locura colectiva y crueldad humana inimaginable. Fueron carnestolendas de corrupción, limpieza social y venganza. 

Para hacer este reportaje aguerrido, Igort ilustra con rigor periodístico las historias de cuatro sobrevivientes de esa época aciaga e invita al lector a que, juntos con ellos, sea testigo de la historia de sus vidas. Igualmente, presenta la historia oficial con extractos de los informes oficiales. Los cuadernos empiezan con una breve visita al país de hoy y rápidamente nos sumergen en el pasado soviético. Es impresionante la capacidad de penetración psicológica de los dibujos de Igort, la sabiduría del trazo que acude a lo figurativo o a lo abstracto para plasmar emociones humanas y la desolación del paisaje. También llama la atención el uso de diferentes recursos gráficos y colores, con lo que logra una particularidad para cada historia, transmitir el clima, la soledad, la dignidad y, a través de ello, el contrapunto entre la vida y la muerte. La sensación final es la de que asistimos a una pesadilla en donde los protagonistas, y nosotros los lectores, nos comprometemos a no olvidar.

Por su parte, los Cuadernos rusos son un seguimiento al asesinato a bocajarro de la periodista Anna Politkovskaya y del infierno que fue la guerra de Chechenia. La reportera estaba obsesionada con el terror que se vivía en el Cáucaso por cuenta de esa confrontación separatista, pero hacía especial énfasis en denunciar los abusos, arbitrariedades, la violencia sin talanquera por parte del ejército ruso, una sed de sangre que enfermó a los combatientes y que hoy es conocida como “El síndrome de Chechenia”. El norte de Politkovskaya era la sensibilidad de autores como Tolstoi y Dostoievski y ellos también están presentes en este reportaje de Igort. Ella estaba convencida de que el cinismo de las autoridades había que confrontarlo con hechos verificados y concretos, fotos, reportajes, historias que publicaba en el Nóvaya Gazeta. Eso le costó persecuciones, detenciones arbitrarias y, finalmente, su vida cuando apenas tenía 48 años. 

En este segundo cuaderno, y también a través de diferentes testimonios grabados, hace un recuento de hechos como la toma y retoma del Teatro Dubrovka de Moscú (23 a 26 de octubre de 2002) y del aterrador manejo que se le dio a la crisis de la escuela de Beslán (1 a 3 de septiembre de 2004), denuncia las ganancias económicas que produce la guerra y hasta se permite una visita a la historia de represión de los zares.

La totalidad estas dos obras es explícita, pero no morbosa, y en ella demuestra toda la capacidad del dibujo para hacer un reportaje excelente. El autor es un digno representante de esa corriente que pone al cómic al servicio del periodismo, cuyo otro gran representante es Joe Sacco (se consiguen muy buenas obras de él en Colombia). La impresión de este libro, por su parte, da cuenta de la textura del papel original usado por Igort y las huellas de la tinta o de las gotas agua que caen por accidente sobre el cuaderno. 

Cuando vuelvo a mirar las noticias de lo que ocurre con las revueltas políticas actuales en Rusia, no puedo evitar pensar en una frase de Igort en estos Cuadernos ucranianos y rusos, vida y muerte bajo el régimen soviético: “La Gran Madre Rusia ofrece hoy un negro destino a quien se vuelca en los derechos humanos, a quien no se conforma con verdades prefabricadas”.

*Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave. Canal de Youtube El Ojo Nuclear.

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