Laso, Lasso o Lazo: los nombres de la contrainsurgencia

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El doctor Medófilo Medina nos compartió hace poco su columna sobre la verdad de las Farc en seis de los más de 200.000 casos de muertes en Colombia a raíz del conflicto armado. No se niega que la noticia sea una “bomba” como él la describe, porque saber algo de verdad en este país realmente es un cambio que nadie se esperaba.

Respecto a su escrito, un párrafo llamó mi atención:

“Pronto, el gobierno del Presidente Guillermo León Valencia preparará la ofensiva que comenzó con la Operación Marquetalia concebida y realizada  con la coordinación militar norteamericana que preparó para Colombia el Plan Laso (Latin American Security Operation). Lo anterior configuró el contexto político militar en el que nacieron las FARC entre 1964 y 1965.”

Y llamó mi atención porque, sin querer retar sus conocimientos en el campo de la historia, revive algo que es parte de nuestro imaginario: existió una ‘conspiración’ de Estados Unidos y ello conllevó a que se crearan las Farc. Este imaginario es, de hecho, parte de un ejercicio propio de auto-justificación que hace esta exguerrilla de su existencia, como puede, incluso, leerse en el reconocimiento de los crímenes que dan pie a estas dos columnas.

El ejercicio de una pobre distinción entre ‘apoyo’ y ‘tutelaje’, que existe en las relaciones entre las élites colombianas y las de Estados Unidos, creó en muchos académicos un ejercicio de ‘causalidad en retrospectiva’, donde el posterior apoyo de Estados Unidos a la lucha contrainsurgente era, en realidad, el origen de las ideas de nuestros gobernantes locales.

Como presento en mi trabajo doctoral, existe una discusión que se inicia desde el nombre mismo de la operación contrainsurgente ideada por el general Alberto Ruíz Novoa en el año 1962, puesto que se le denomina Laso, y en ocasiones Lasso, con lo cual se evoca el programa de “Latin American Security Operation” (el cual en realidad no fue diseñado para Colombia, sino para toda América Latina), como hace el profesor Medina. Sin embargo, su verdadero nombre fue el muy criollo ‘Lazo’ y se ideó como un proceso de “acción integral” – nombre que tiene hoy en día este tipo de operaciones – , donde se busca restaurar el ‘orden’ en el país enfrentando a las bandas armadas y la “amenaza comunista”, descrita como un intento de países extranjeros de desestabilizar el régimen colombiano mediante una revolución armada basada en el descontento de los campesinos frente a la violencia que se vivía en ese tiempo. Con esta presentación, es claro que hasta ahí nada ha cambiado del discurso tradicional sobre la estrategia contrainsurgente; sin embargo, el general Ruíz Novoa fue pionero en entender que se requería no solo la acción militar, sino desarrollar “acciones cívico-militares” para mejorar las condiciones de vida en las áreas rurales, con el consiguiente beneficio/objetivo de poder infiltrar las comunidades para obtener información sobre los grupos armados.

El nombre de ‘Lazo’ se le dio porque era una estrategia de encerramiento, unidad y unión en una nación fragmentada, el cual requería de múltiples actores sociales y estatales con objetivos superiores a los simplemente militares. Esto se puede corroborar en el excelente libro de James Henderson publicado en el 2006 por la Universidad de Antioquia: “La modernización en Colombia: los años de Laureano Gómez, 1889-1965”.

Es claro que muchos académicos y políticos prefieren la historia en la que Estados Unidos es el origen de nuestros males, pero la respuesta más simple, como nos recuerda Ockham, suele ser la más probable. Sobre este tema, un texto esencial es el del profesor Francisco Leal Buitrago del año 2002: “La Seguridad Nacional a la Deriva: del Frente Nacional a la Posguerra Fría”, donde presenta cómo existía una ‘visión desarrollista’ que no debe verse ‘contraria al anti-comunismo’, en la cual el general Ruíz Novoa entendía la necesidad de una ‘reforma de las estructuras’ para erradicar la subversión, convirtiéndolo en un fuerte crítico de las élites locales, lo que a la postre le acarrearía que fuese removido de este comando.

La propuesta seguía no solo la experiencia de este militar en la Guerra de Corea, sino su conocimiento de la lucha francesa en la guerra de Indochina, la visión de Rojas Pinilla de “paz y desarrollo”, y el programa de rehabilitación de Alberto Lleras, con lo cual se muestra que no fue una ‘idea sacada del sombrero’ o importada, sino que seguía un proceso de experiencias locales, añadiendo un componente clave – la necesidad de combinar el control de la violencia con la solución de las necesidades del pueblo – .

Como estrategia fue un gran suceso, logrando erradicar el bandolerismo; pero pronto cambió de un programa de seguridad ciudadana a una lucha contra el justo movimiento popular campesino – como lo reconoce hoy en día y ya lo reconocía el propio mando militar en esa época – de la mano de los incendiarios discursos del entonces congresista Álvaro Gómez Hurtado, quien hacía referencia a las ‘repúblicas independientes’ para ahondar en la llaga de la pérdida/separación de Panamá, como consecuencia de la Guerra de los Mil días, y hacer temer una nueva desintegración territorial.

Ahí sí es donde surgen las Farc, y donde la columna del profesor Medina continúa su curso. En el caso de la presente columna, las Fuerzas Armadas de nuestra nación se convirtieron en moneda de cambio en manos de las élites que se han opuesto, se oponen y se opondrán a la realidad de la propiedad de la tierra en Colombia a todo costo. Los planes Patriota y Colombia retomaron el propósito del plan Lazo. Sin embargo, se quedaron cortos ante la amenaza multimodal que enfrentamos, particularmente la corrupción e infiltración narco-paramilitar en el Estado, pero, más grave aún, es que se quedaron los mandos militares esperando el cumplimiento de los Acuerdos de Paz por parte de los políticos para solucionar los problemas del país.

La actual doctrina Damasco y el plan Minerva han sido diseñados en un escenario de posconflicto que el actual gobierno ha buscado minar a toda costa, con lo que pueblo y militares terminan nuevamente bajo el comando de los discursos incendiarios que nos han asolado como una peste bíblica y el debido cumplimiento se traduce en muertes para el pueblo y dinero para las élites. ¿Qué pasará cuando los militares dejen de apoyarlos en su sinvergüencería? ¿Estará el pueblo en la capacidad, no de apoyar un golpe de Estado, sino en aceptar la necesidad de escucharnos mutuamente y apoyar a los militares en su negativa a seguir el mando de estos corruptos que nos gobiernan para retomar el control de esta nación?

*David Camargo, docente asociado Universidad Antonio Nariño, científico analista de datos, asesor en políticas públicas con doctorado en el área de reconstrucción centrado en consecuencias de la guerra sobre la propiedad de la tierra.

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4 COMENTARIOS

  1. Profesor David Camargo, interesante articulo, por que le mete polémica al asunto. Habría que matizar cómo en otros paises se aplicó el “Plan laso”, por lo menos como se hizo en Colombia, pais que en varias ocasiones ha sido plataforma para estrategias, no solo norteamericanas, de guerra extranjera.

    Antes que en el libro que usted cita de James Henderson (2006), la diferencia entre “laso” y “lazo , se aclaraba en el libro de César Torres del Río: “Fuerzas armadas y seguridad nacional”, Planeta, (2000).

    Pero la connotación de la palabra “lazo”, a mi modo de ver, no es que ayude mucho para explicar el contexto de la época (con revolución Cubana en apogeo), y toda la estrategia contrainsurgente que se desarrolló antes y después de 1964 y 1965, y que usted bien expone. Que la llamaran “lazo” con “Z” las fuerzas armadas colombianas, que es cierto, ¿no le parece que podría responder a una táctica, o a un ejercicio de adecuación, o de encubrimiento de la intervensión norteamericana en Colombia?. “Lazo”, que significa, según la RAE, “nudo de cintas que sirven de adorno”; Lazada (atadura facil de deshacer); cada uno de los artificios y figurados que se hacen en la danza, o cordel con que se asegura una carga; ¿no le parece, que no es la respuesta más simple, ni la más probable, “como nos recuerda, según usted, Ockham”?

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