Todo al tiempo

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“Nosotros acá estaremos, sorteando las mentiras, los bots y los trolls que nos manden, porque no tenemos otra opción. Sabemos que nos toca todo al tiempo, pero siempre ha sido así.”

Cada vez que hago un recuento de las noticias a las que hay que ponerles atención en la agenda mediática y política de Colombia, viene a mi cabeza una canción de Billy Joel que siempre me ha gustado mucho: We Didn’t Start The Fire. En realidad, pienso en ella, porque es una sucesión de palabras, una tras otra y en desorden, como una lista que no da descanso, exactamente como un recuento de lo que va de este año en Colombia. Y eso que la canción es, básicamente, una lista de personajes y acontecimientos que marcaron la historia de Estados Unidos y el mundo desde 1949, año del nacimiento de Billy Joel, hasta 1989, cuando fue compuesta.

Hagamos el ejercicio. En la Vía Panamericana se apostan los manifestantes indígenas que exigen que el Gobierno les ponga atención, mientras éste está viendo cómo sale del berenjenal en el que se metió por hacer objeciones a la JEP que ponen en peligro la estabilidad de los acuerdos de paz. Estas objeciones han suscitado discusiones y enfrentamientos a todos los niveles, incluso entre los mismos opositores del Gobierno.

Aunque el asunto venezolano ha amainado mediáticamente (en principio porque nadie en este país quiere hablar sobre los verdaderos autores de la quema del convoy con la mentada ayuda humanitaria y porque, en resumen, Maduro sigue ahí), Venezuela sigue teniendo el mismo problema, entre el autoritarismo de Maduro y los inmigrantes que llegan huyendo de él a nuestro país, generando la consabida manipulación política de su condición y la xenofobia rampante que estas crisis producen, a veces sin querer, a veces con ayuda de los medios. Entre tanto, Estados Unidos simplemente aprovechó la confusión para darle órdenes al gobierno Duque en lo que respecta a la ya fallida guerra contra las drogas. Nuestro presidente, como es su costumbre, hace caso y estamos desde entonces en un debate largo sobre el glifosato, que amenaza con volver a envenenar el campo colombiano.

Uno de los defensores principales de las objeciones a la JEP y del glifosato es Néstor Humberto Martínez quien, con la ayuda del ELN logró atornillarse en su puesto de Fiscal General, contra la opinión pública y la desconfianza de gran parte del país. Tan eficiente para algunas cosas (pruebas de ADN instantáneas, dactilografía exprés, etc.) y tan lentico para otras (para renunciar, porque es otro aspirante a la eternidad colombiana), ahí sigue en su cargo la única persona que tiene un empleo como servidor público a pesar de ser relacionado en un horrible episodio de mnemotecnia nacional con el cianuro.

Se debate también si existe o no la mermelada en el gobierno Duque. Por alguna razón que se deriva de la necesidad de un discurso coherente, están negando que se repartan puestos burocráticos a quienes estén de acuerdo con el Gobierno y, entre tanto, se descubre que Claudia Ortiz, a quien querían meter en algún lado a como diera lugar, ya incidió en una falta que puede inhabilitarla como servidora pública (digamos más bien “empleada del Gobierno”, porque el servicio tampoco parece ser lo suyo). La meritocracia por el piso y encima el nombramiento del director del Centro Nacional de Memoria Histórica, más la incertidumbre por el Archivo General, la Biblioteca Nacional y el Museo Nacional.

Lejos de los centros urbanos, campea de nuevo el paramilitarismo y la restitución de tierras no solo no avanza, sino que da reversa. Los asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos no paran. El ELN, que se ha convertido en el aliado discursivo de nuestra inefable ultraderecha, sigue haciendo estallar oleoductos y acabando con nuestras fuentes de agua, ni qué decir que contribuyendo a darle mala fama a la izquierda.

Por el lado ambiental, sin contar el glifosato y el petróleo que se derrama, tenemos la tala frenética de árboles por parte de la administración Peñalosa, la atrocidad que hicieron con el Río Cauca en nombre del progreso y la verraquera paisa, la emergencia de contaminación en el aire en Bogotá y Medellín y los incendios en la Sierra Nevada de Santa Marta, uno de nuestros bastiones geográficos, culturales, energéticos y mágicos.

Se viene la campaña por las elecciones regionales y la alcaldía de Bogotá, que promete no dejarnos tranquilos a ganadores ni perdedores. Ya empezaron a volar las mentiras y el aparato de propaganda oficial promete una pelea dura para los alternativos, sea lo que sea que quiera esto decir. En Cartagena, ya van dos abucheos en distintos eventos para el Gobierno, uno para la Ministra de Cultura y otro para la Vicepresidenta, con el consiguiente discurso del director de cine Rubén Mendoza a quien, al parecer, ahora le está cerrando puertas en el mundo.

Entre tanto, un locutor de fútbol dice que la única izquierda que ama este país es la de James en lo que constituye un comentario desafortunado, con una respuesta igual de desafortunada. Se pide “no politizar” ciertos espacios que estaban libres de la repetitiva polémica nacional; el problema, ese es el mismo argumento con el que han pretendido callar a la izquierda por años. Pero la medalla en comunicaciones se la llevaron, como siempre, las campañas publicitarias que buscaron aprovecharse del día de la mujer. Entre los mensajes de felicitación de la Dimayor y la Selección de Fútbol, ambos victimarios de las mujeres y Avianca con su vuelo vacío (de sentido), coparon nuestra atención en un día que nos recuerda que no hemos entendido nada.

La Policía Nacional está desatada en una ola de absurdo y arbitrariedad, poniendo comparendos ridículos, multando y persiguiendo a quien los mira mal o les hace chistes, abusando de su autoridad sin ningún propósito más que el de atemorizar, porque cuando se sobreestima el valor del poder y no hay nadie que dicte una línea clara o un criterio (nuestro presidente es experto en hacer caso, no en hacer hacer caso), entramos en este desmadre del nuevo código de policía y los señores agentes se encuentran siempre en algún video aficionado abusando de su poder con alguien. Los ladrones, por su parte, haciendo fiesta en las calles. Encima de todo, se lesionaron en la misma semana Arias, Quintero y Ospina, tan cerca de la Copa América.

Y para rematar y dejar que la lora vuele, se vienen las votaciones del Plan Nacional de Desarrollo (PND) y la nueva legislatura. Hay micos para todo el mundo, pero yo vuelvo a lo que en un principio me trajo acá: el Proyecto de Ley 152 o Ley MinTIC. ¿Ha cambiado en algo? ¿Sirvieron las supuestas socializaciones para que Sylvia Constaín, Nancy Patricia Gutiérrez, Iván Mantilla, Jehudi Castro, Samuel Yohai, Antonio Zabaraín o cualquiera de los muchos dolientes y lobistas que tiene este proyecto de ley tuvieran la oportunidad de conversar con los afectados por el articulado del proyecto, que es básicamente todo el país? ¿Se tiene noticia del Gobierno escuchando a alguien, teniendo en cuenta las objeciones de alguien para algo distinto de elogiarlas e ignorarlas, como pasa con las hechas por la FLIP o Fundación Karisma? ¿A alguien en este punto le sigue importando que nos quieran clavar un proyecto de ley que genera oligopolios en nuestras telecomunicaciones y garantiza el control gubernamental, es decir, que abre la puerta a la censura? ¿Ya tenemos claro que la conectividad por la que muestran tanto afán es un proceso que va a tardar varios años en materializarse? Lastimosamente, la respuesta a todas estas preguntas es la misma: no. Por si fuera poco, los artículos 166, 167 y 168 del PND son micos que pretenden apalancar este proyecto de ley o reemplazarlo porque el objetivo es meterlo a las malas.

Es posible que perdamos esa pelea. Es más, es posible que haya que reducir el nivel del debate y atenernos simplemente al trámite porque es en el procedimiento, en las conversaciones de los pasillos del Capitolio, los corrillos y las votaciones de orden del día, en donde se pierden las peleas por los derechos y encima el sentido de todo nuestro aparato parlamentario. Solo nos quedan las herramientas que siempre hemos tenido a la mano: una conversación permanente entre nosotros y nuestras cuentas de redes sociales, especialmente Twitter. Otra vez, hacer el llamado; ver si la palabra de los liberales vale algo; recordarles a los conservadores las objeciones que tuvieron hace apenas meses; comprobar si La U es un partido gobiernista o si “independiente” en este país quiere decir “sujeto a disponibilidad de cuotas burocráticas”. La bancada alternativa sigue firme y se lo agradecemos, pero necesitamos que todas las bancadas despierten y lean con atención lo que nos puede pasar. Nosotros acá estaremos, sorteando las mentiras, los bots y los trolls que nos manden, porque no tenemos otra opción. Sabemos que nos toca todo al tiempo, pero siempre ha sido así.

Santiago Rivas

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