Los emprendimientos que integran

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La exclusión, positiva o negativa, no es buena. Es solo eso, exclusión.

En Chile, la pasada semana, quizás como consecuencia de la decisión de su gobierno de deportar a los nacionales venezolanos que en ese país se encuentran en condición de irregularidad migratoria, un medio de comunicación de ese país publicó un reportaje en el cual distinguía a veinte venezolanos que a su juicio merecían reconocimiento público.

Entre las personas mencionadas, se encuentra una dedicada al emprendimiento, quien luego de llegar a esas tierras y enfrentar las naturales dificultades que a todo migrante arropa, ha salido adelante con los negocios emprendidos, los cuales tienen la característica –y ello a la misma enorgullece- que está integrado sólo por venezolanos. Es esa práctica la que origina la presente columna.

La discriminación puede ser de dos vías, del que recibe y del que llega. Ella es absolutamente contraria a la integración, que es el objetivo que debe buscar, no solo quien migra, sino el Estado que recibe.

Desconozco las prácticas australes. Por mi condición de residente en Colombia, me interesa lo que aquí ocurre y formo parte de quienes hemos planteado la necesidad de la integración. Fue por ello que propusimos la creación de un fondo de emprendimiento binacional que permitiere financiar nuevas y pequeñas empresas integradas de manera paritaria –tanto en el capital accionario como en la plantilla de personal- de trabajadores de los dos países. Eso en lo personal me produciría más orgullo que una empresa totalmente venezolana o totalmente colombiana, sobre todo en un país diverso como éste.

Pero, más aún, soy de los que considera que el Estado debe diseñar políticas públicas impositivas que premien fiscalmente la integración en ambos rubros y no me refiero solamente a que ello ocurra en función de nacionalidad sino también en mérito a la edad de los trabajadores. Así, por ejemplo, pudiere otorgársele beneficios fiscales a quienes en su nómina tengan un porcentaje no inferior al cuarenta por ciento de personas de la tercera edad, afrodescendientes y migrantes. Con ello no me cabe duda que –a pesar del eventual sacrificio para el fisco- a largo plazo el beneficio sería superior.

Eso que pudiera ser una política nacional, perfectamente pudiere implementarse a nivel local. Bogotá, en tal sentido, bien pudiera ser el ejemplo inicial.

Quienes no somos nacionales colombianos y estamos comprometidos a contribuir al desarrollo del país, estamos obligados a presentar propuestas que a eso conduzcan. Estas columnas son un medio para hacerlo.

La exclusión, positiva o negativa, no es buena. Es solo eso, exclusión.

*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural

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