1930 y 2022

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 “Un hombre solo tiene derecho de mirar a otro hacia abajo cuando tiene que ayudarlo a levantarse”. GGM

“No tenemos otro mundo al que mudar”. GGM

“Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”. Gabriel García Márquez. (1927-2014).

(Lea también: El día después: Guerra Social o Guerra Económica.)

Comienzo con encontrar cierto paralelo en nuestra propia historia como nación, entre lo que ocurrió en 1930 (hace ya casi 100 años) y lo que está ocurriendo ahora. En febrero de 1930 se dio un acontecimiento político electoral de gran magnitud. Se derrotó a 41 años de Hegemonía conservadora, siendo el último gobierno de este cuño el de Miguel Abadía Méndez, en medio de una crisis económica, institucional, política y con una división conservadora en dos candidaturas (Guillermo Valencia Y Alfredo Vásquez Cobo) y una candidatura liberal, que se conformó en un movimiento denominado Concentración Nacional, que enarboló Enrique Olaya Herrera, el cual ganó la presidencia. Fue la primera campaña abierta y con recurrencia a medios de comunicación. Se abrieron expectativas enormes de cambio que se cristalizarían en el gobierno siguiente de Alfonso López Pumarejo (1934-1938). Sin embargo, además de transformaciones positivas lo que ocurrió a partir de este importante cambio de gobierno fue el inicio de una violencia política que desataron los caciques conservadores contra las huestes liberales y éstas no se quedaron atrás. La Iglesia católica participaba abiertamente en la contienda electoral a favor del partido Conservador, el arzobispo de Bogotá enviaba telegramas a obispos y párrocos dando instrucciones electorales. En un principio apoyaron la candidatura de Guillermo Valencia y luego cambiaron a Alfredo Vásquez Cobo.

La diferencia ahora es que precisamente sería la oportunidad, después de 61 años de violencia, como lo acaba de señalar La Comisión de la Verdad, de intentar el cambio, como lo significa la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia de la República, en medio de un clima de convivencia pacífica entre los colombianos. ¿Será que, si tendremos esa posibilidad o segunda oportunidad de imponer democráticamente un cambio que mejore las condiciones de vida de la mayoría de nuestras gentes y nos encaucemos por un sendero de prosperidad, equidad y justicia social y ambiental? Porque cambios hay que hacer. No es una paz de dejar las cosas como están, pero requiere de claridad y de priorización de las enormes tareas por hacer. Para no detenerse en las vanidades, banalidades y egocentrismos o quizás venganzas políticas.

Las señales parecen ser propicias. Y se tiene experiencia de cómo gobernar. Algunos dicen que Petro durante su paso por la Alcaldía de Bogotá, fue más lo que aprendió qué no hacer para permitir lo que si se debe hacer. Pero además está rodeándose de gente seria con experiencia gubernamental y compromiso político con el cambio.

Es un asunto también de calibrar la celeridad. Muchos querrán cambios inmediatos y notables. A Petro le tocará lidiar con su propia gente, con aquellos que quieren todo ya y la utopía instalada al salir de la puerta de la casa. La sabiduría estará en hacer lo importante que hay que hacer, sin improvisaciones y tal vez sin tanto ruido pero que no deje de percibirse.

No se busca el equilibrio paralizante ni el enredo de la entrega de parcialidades del gobierno al juego clientelista de los que han pervivido políticamente del erario. Esta será un asunto de especial cuidado en la búsqueda de gobernabilidad.

(Texto relacionado: La fragilidad de la democracia)

Cuando se están buscando recursos adicionales a través de una reforma tributaria, distinto de recurrir al endeudamiento que ya está al límite de no sostenibilidad, no sólo se debe mirar la función financiera estatal con nuevos recursos gravando a los que más deben aportar, sino complementar tal reforma de dos elementos acompañantes: un plan de austeridad del gasto público como inspirado en el estilo “Pepe Mujica”, el que fue presidente de Uruguay por el Frente Amplio de izquierda, y una comisión interparlamentaria de vigilancia del Gasto Público (sin que implique desinstitucionalizar a las entidades de control de orden constitucional y legal, que podrían actuar como soporte técnico), con presencia de todas las fuerzas representadas en el Congreso.  Que no solo vigile la realidad de la austeridad, sino que examine la necesidad y el impacto de los programas, en el ejercicio de presupuestar. Esos dos mecanismos marcarían diferencia con todos los anteriores gobiernos, los cuales tramitaron reformas tributarias, unos para dar más privilegios a los más pudientes y otros para obtener más recursos, usualmente con impuestos indirectos, que gravan a toda la población y que no son precisamente modelos de redistribución, sino de todo lo contrario. Pero lo más importante es la transparencia del empleo de esos nuevos recursos que los contribuyentes siempre quieren saber para dónde van, cómo se gastan.

La insinuación del Presidente Electo Petro dirigida a autoridades departamentales y municipales de “conseguir lotes para instituciones educativas” si bien puede tener una buena motivación de darle impulso a la educación pública, tiene algo de demagógico, pues digamos que lo de menos en educación (no del todo) son los locales de enseñanza, más importante es tener maestros preparados. Como decía Paulo Freire “debajo de un palo de mango se puede enseñar”. En el inventario de “elefantes blancos” (obras inconclusas), por no decir eternas, que suelen hacer algunos medios de comunicación, están muchos colegios públicos e instituciones educativas, por no mencionar los que están en pésimas condiciones de habitabilidad.

En el sector educación es importante darle una mirada crítica al programa de “Ser Pilo Paga” y “Generación E”, porque tras de una aparente bondad de su intención se ocultan problemas que van más allá de lo puramente educativo como además de morder una buena parte del presupuesto que deberían ser para las universidades públicas, es de muy baja cobertura, a esto se añade la vulnerabilidad de los beneficiados con tales programas que terminan en situaciones imposibles de endeudamiento, especialmente por quienes accedieron a universidades privadas de costosas matriculas con la ilusión e estudiar en ellas y han terminado en la deserción, en la desadaptación y con deudas enormes al no acceder a la condonación.

Siempre será saludable recordar la admonición del poeta: Gobiernos dignos y timoratos donde haya queso no pongáis gatos.

(Le puede interesar: Incompletud)

*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.

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