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Para algunos fue producto de incompetencia y para otros se trata de una treta política que busca beneficiar a la candidatura contraria, en tanto que para los terceros, simplemente, es producto de soberbia según la cual, si yo no soy, nadie es.

Hace varios años, una de las salas del Tribunal Supremo de Justicia emitió una sentencia que, parafraseándola, establecía que las actuaciones procesales no eran como las loterías en las cuales se pagaban premios por aproximación. Según la misma, las actuaciones debían hacerse dentro de los lapsos procesales. De ella se desprendía entonces la máxima: “no dejes la actuación para el último minuto”.
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En un país como Venezuela, donde es posible que en cualquier momento la luz se vaya y deban cumplirse actuaciones dentro de determinado plazo, es una torpeza mayúscula, por decir lo menos, esperar hasta el último segundo disponible para realizar las mismas y más aun lo es si no se tiene absoluta confianza en el árbitro, en el juez o en el rector pues aplica para todos.
Quienes hemos ejercido el derecho toda la vida y a la vez hemos tenido el privilegio de formar abogados en el área del derecho procesal, la enseñanza de no dejar las actuaciones para último momento la hemos transmitido. Mis alumnos en Venezuela y Colombia son testigos de ello.
Esa práctica de no dejar las cosas para el final vale, no solo para el mundo del derecho, sino también para todas las demás de la vida, incluyendo la política.
Leo en los medios que el retiro de una candidatura en el estado Miranda no implicó apoyo a otro candidato por la circunstancia que se hizo fuera de lapso. Entiendo que quienes realizaron la actuación pensaron que la estaban haciendo oportunamente pero pareciere se equivocaron y dejaron en manos del árbitro la respectiva decisión, con todo lo que ella implica. Lo cierto es que, de confirmarse la información, se abren múltiples lecturas, por cierto todas válidas pero, además, ninguna favorable para quienes la realizaron.
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Para algunos fue producto de incompetencia y para otros se trata de una treta política que busca beneficiar a la candidatura contraria, en tanto que para los terceros, simplemente, es producto de soberbia según la cual, si yo no soy, nadie es. Lo cierto es que, de confirmarse que en efecto el acto fue extemporáneo y no consiguió por tanto el efecto que la ley permitía si se hubiere hecho tempestivamente, quien por esa tarjeta vote no lo estará haciendo por nadie con lo que el esfuerzo que algunos pusieron para levantar la votación por ella en ese estado habrán perdido su tiempo y quizás otras cosas mas.
En un momento del país en el cual – nuevamente – la dirigencia política se encuentra bajo fuego cruzado, una situación como la ocurrida en nada la beneficia y menos lo hace si las informaciones que aparecen en los medios, según las cuales el retardo fue consecuencia de exigencias de un líder político exilado que ha afirmado públicamente que no está de acuerdo con participar en el evento, resultan ciertas.
En todo caso, la lección es obvia: no dejemos las cosas para último momento porque es posible que con ello no se logre el objetivo que se aspira. Si hacemos mal las cosas, el resultado no será favorable; eso vale para el derecho y para la política también. Teniendo como antecedente la abstención en cinco elecciones previas y buscando rescatar el voto como instrumento de cambio de las circunstancias país, lo ocurrido sin duda conspira contra ello, mucho más porque se trata de un estado del país de los más importantes, por su cercanía a la ciudad capital y por el número de electores que integran el mismo, independientemente de que la elección no sea nacional sino regional y municipal.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural