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Adiós al mar del destierro
Lucía Donadío
Sílaba editores
231 páginas
El drama de ciertos migrantes es que no terminan de pertenecer del todo a ninguna parte. Ni aquí ni allá. Transitan en un círculo doloroso: llegan a la nueva tierra sabiéndose ajenos, con mucho esfuerzo logran construir nuevas bases en el lugar de acogida, establecen nuevos vínculos, algunos tan sólidos como la vida misma, pero ni siquiera eso evita que resurja con fuerza esa sensación del principio. Y entonces se enfrentan a una verdad aterradora: a pesar de todo lo andado, y de que queda poco o nada en el lugar de partida, nunca logran dejar el origen. Es como si los reclamara la red protectora que su infancia había construido para ellos, aquella que había tejido la cadencia del idioma, las voces de la infancia, los olores y las texturas de la casa.
Adiós al mar del destierro, de Lucía Donadío, es una novela sobre ese tipo de migrantes. Nos presenta a Bruno Cattaneo, un muchacho calabrés que desde pequeño construyó en su mente el mito de América. Fare l’America era su proyecto de vida. Y, con esa ilusión, al igual que tantos italianos de principios de siglo, Bruno abordó uno de los grandes trasatlánticos que atracaba en los puertos napolitanos, el Orazio, e hizo el viaje que le cambiaría la vida a él y a varias generaciones, pues sembraría en todos los suyos una nostalgia que nunca termina de sanarse.
América era, en el imaginario de entonces, una sola una tierra de oportunidades y rascacielos. Pero Bruno no llegó a Ellis Island y, en cambio, desembarcó en 1938 en el por entonces importante Puerto Colombia, en el Atlántico colombiano. Las pocas fotografías que había visto del nuevo continente, y que eran su bitácora de viaje, no se parecían a esas calles sin pavimentar y a esas casas de uno o dos pisos que ahora recorría. Llevaba un baúl, pocas liras y una carta de recomendación de su padre para unos familiares apenas conocidos. No hablaba una sola palabra de español.
Ahí empieza, entonces, la aventura de Adiós al mar del destierro. Una novela deliciosamente narrada que pasa por varios personajes, por mujeres abrumadas por una culpa atávica de la que no sabían dar razón, secretos inconfesables, por encuentros y desencuentros que fueron formando unas generaciones nostálgicas y acosadas por la soledad, cada una de ellas aportando una ficha en el rompecabezas del recuerdo familiar y luchando fieramente para que su identidad no sufriera cada vez que un amanuense eliminara una de las letras de los apellidos italianos en las cédulas colombianas.
Lucía Donadío, cuyo nombre familiar delata su estirpe de antepasados migrantes, había escrito antes dos libros de poemas y otros dos de relatos. Esta nueva ficción, su primera novela publicada, es testimonio ficcionado con aportes de la propia historia familiar, y da fe de esa nostalgia que no se acaba de digerir luego de muchas generaciones, la nostalgia del migrante: “La vida entera paralizada en las vísperas de la partida —escribe un personaje de su libro—, cuando la casa y la familia atesoran una luz que resplandece y borra las noches de dolor. Somos fantasmas de esa historia”.

*Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave. Canal de Youtube El Ojo Nuclear.
Excelente texto. Al leerlo me sumergía en una atmósfera melancólica y tibia. Como si ya estuviera leyendo la novela. Yo también soy inmigrante, llegué a Hungría a los 61 años y navego cada día entre recuerdos y novedades. Es un almizcle vital que llevan mis días. Voy a leer esta novela.