Alejandro Gaviria: de cara a los Andes, de espaldas al país

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Sacado de Confidencial Colombia

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Uno de los grandes problemas de Colombia ha sido creer que a este país lo iban a salvar los intelectuales.

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Fernando González, en un texto llamado ¿Filosofía colombiana?, dice que, a diferencia de los pueblos colonizadores que han logrado vivir en sus propios territorios los problemas sobre los cuales filosofan, aquí, en los pueblos colonizados, nuestra pedancia filosófica sólo puede operar desde conceptos importados, que no responden a nuestra forma de vivir. Dice González: “Así, pues, usted sí halla escritores filosóficos colombianos, pero es una actividad sin patria; anárquica, como anárquica es nuestra «república»; colonia, como colonias son estos países suramericanos.” Los intentos de pensar conceptos extraños y extranjeros, haciéndolos pasar por “filosofía colombiana”, son apenas un vuelta más en la tuerca de la colonización. La salida a esta situación no sería únicamente leer mejor o leer diferente a los autores europeos, sino profundizar en las formas de vida latinoamericanas y, desde esta base vital, desarrollar un pensamiento conceptual en correspondencia. 

Vida y pensamiento no están separados. Como dice Carl Schmitt, los movimientos de los partisanos, basados en la propia tierra [Boden], generan nuevas teorías que rompen con categorías y conceptos antes aceptados. Es decir, movimientos concretos de la vida cambian sistemas conceptuales. Por ello mismo, la forma de vida en el mundo náhuatl, y aquí sigo las fructíferas investigaciones de Miguel León Portilla, que es radicalmente diferente a la occidental, no sólo genera “nuevas formas de entender el Ser”, sino un “Ser” totalmente diferente. 

Aterrizando estas reflexiones al campo actual de la política en Colombia, pensar que una persona, que no ha vivido ni ha sentido las realidades diversas de Colombia, pueda ser la mejor opción para ser presidente, es, cuando menos, bastante triste. Pensar que Colombia necesita un intelectual, “una voz de la academia que por fin llegue luego de años de oscurantismo”, no sólo es profundamente clasista, sino abiertamente ignorante. Es clasista, pues, en el caso concreto de Alejandro Gaviria, no estamos hablando de una persona que haya estudiado y vivido los problemas de Colombia (la tierra, los pensamientos indígenas, las luchas campesinas), sino que es un académico más, acomodado en una universidad de privilegios. 

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¿Acaso ha vivido el hambre, el desplazamiento, la mutilación, el no tener plata para el arriendo, el tener que pedir prestado para el Transmilenio? ¿Sabrá él por lo que tiene que pasar una madre que, levantada desde las 5 am o incluso antes, tiene que organizar el uniforme de sus hijos, hacerles el desayuno y preparar las arepas para vender? ¿Han cargado sus espaldas algún bulto de algo hacia una plaza de mercado, no habiendo comido nada durante el día, salvo un tinto y, cuando se puede, un pan? Claramente no. Alejandro Gaviria pertenece, como la mayor parte de los presidentes que ha tenido Colombia, a la clase acomodada. 

Volviendo al problema inicial, no hay en su vida, que va más allá de su hoja de vida, algún punto que conecte sus experiencias con las experiencias de la mayor parte de la gente en este país. Esta carencia se ve tanto en su programa de campaña, como en su labor anterior como Ministro de Salud. Él es una persona que ha vivido y vive en una burbuja; ejemplo de ello es la bella biblioteca que le precede, mientras lee sus propuestas como candidato. ¿Necesitamos a otro presidente así? No, claramente no. No sólo es triste, ridículo y gracioso cómo parte de la élite bogotana reaccionó con ánimo frente a esta candidatura, también es profundamente peligroso. El apoyo con que cuenta está centrado en algunas personas que hacen ruido en redes sociales, pero no cuentan con una labor real en la complejidad de Colombia. ¿Quién lo conoce en los Montes de María? Acaso lo recordarán como un mal ministro de salud y pare de contar.

Para ser un buen presidente, creo yo, no sólo son importantes los cartones, las palabras bonitas y la buena ortografía. Es necesario sentir los problemas, conocer de primera mano los sufrimientos de la gente en la pobreza, en el abandono, en el acoso. Uno de los grandes problemas de Colombia ha sido creer que a este país lo iban a salvar los intelectuales. Para las personas que no estudian la historia de Colombia y, por ende, ven a Gaviria como una “excepción” por ser académico, es bueno recordarles que Miguel Antonio Caro, uno de los grandes intelectuales que ha tenido el país y traductor de una versión de la Eneida elogiada por Borges, fue la persona que nos chantó al comienzo de la Constitución de 1886 la bella frase: “En nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad”. 

Todo un intelectual ese Caro, toda una persona con excelente ortografía, un hombre de letras, bogotano, gente de bien; Caro, el bueno de Caro, no fue otro sino aquel que redactó una constitución retardataria, fuente de los grandes males que, hasta el día de hoy, aquejan al país. Ahora, Caro es el ejemplo más llamativo, pero podemos llenar páginas y páginas sobre nuestros “presidentes intelectuales”, que han combinado, como decía Vargas Vila, “las buenas maneras con las malas acciones”. ¿Acaso Uribe no es egresado de Harvard?

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El clasismo que tanto nos caracteriza ㅡclasismo que no es otra cosa sino peligrosa y voluntaria cegueraㅡ ha buscado las soluciones en bibliotecas y académicos, en vez de escuchar a las personas que realmente viven los problemas. Ejemplo de ello fue el proceso de paz en La Habana, que arregló un poco de cosas en la isla, sin consultar a las personas que realmente se veían afectadas por el narcotráfico, las minas, la deforestación. ¿La consecuencia? La vemos todos los días en las noticias.

En Colombia, no necesitamos una persona que hable bonito, tampoco una que tenga buena hoja de vida o que tenga publicaciones (de dudosa calidad) encima. Necesitamos alguien que haya vivido realmente nuestros problemas para, de ahí, tener una visión clara, conceptual y política, sobre los caminos a seguir. Una persona como Francia Márquez, que tiene en sus experiencias las experiencias de este pueblo dolido, tiene todas las posibilidades para hacer y entender por dónde debería ir el país. el problema no es solo un entender en el aire; debemos estar atentas y atentos a lo que han hecho las personas para juzgar lo que harán: “Por sus frutos los conoceréis.” En este ámbito también encuentro problemas en Gaviria, pues él nunca llevó a cabo ningún cambio importante en uno de los sectores que más víctimas ha producido en Colombia: el sector salud. Como ministro, lejos de impulsar cambios profundos, que sacaran a la salud del privilegio para llevarla al derecho, siguió la vía fácil del continuismo, que mantenía los mismos hechos agobiantes, pero con las bonitas palabras de un intelectual. 

Si no hizo nada diferente en el Ministerio de Salud, ¿cómo se puede creer que va a hacer algo con el resto de problemas del país? Se me dirá: “pero un ministro tiene pocas opciones para cambiar las cosas”, y yo diré: “si, eso es cierto, pero él ni cambió nada, ni tuvo la intención de hacerlo y, lo que es peor, en su campaña mantiene el mismo sistema de salud, basado en el privilegio, que administró como Ministro.”

No creo que Gaviria logre ser presidente, tampoco creo que llegue a segunda vuelta. Lo más probable es que se termine uniendo con sectores del Partido Verde y algunos liberales para competir contra Petro. Su candidatura sirve para aclarar las aguas y ver cómo muchas personas, que viven con insultos a Uribe en la boca, se despelucan al ver a Gaviria, considerándolo un salvador. Bueno, allá ellos y su corteza de miras. 

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Gracias a Dios, el paro nacional mostró que el problema de la política no está en las élites, sino en los barrios bajos, las veredas y las organizaciones populares. De ahí es donde saldrá una parte importante de los votos para el próximo presidente o presidenta. La izquierda no debería pensar en cómo rapiña los votos encandilados por las palabras de Fajardo o Gaviria, sino, por el contrario, cómo profundiza en los trabajos de base. 

El problema no es ganarse la simpatía del exrector de los Andes; el problema es trabajar con la gente que realmente vive las alegrías y los sufrimientos en Colombia. 

*Nicolás Martínez Bejarano, filósofo de la Universidad Nacional y estudiante de la maestría en historia del arte. Investigador sobre filosofía medieval y estudios visuales. @NicolasMarB

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2 COMENTARIOS

  1. Comienza el columnita citando a Fernando González con el fin, entiendo yo, de decir que el candidato Gaviria es otro filosofastro que cita con frecuencia ideas importadas. No viene al caso y queda como raro esa crítica para Gaviria que nunca se ha propuesto escribir textos filosóficos, sus libros -él mismo lo aclara- son reflexiones sobre sus lecturas, un asunto personal. allá él si considera a Gaviria un filosofo, pero si la columna esta enfocada en criticar su candidatura o mas exactamente el apoyo de esta, queda como un ataque metido a las malas para lo que tratará el texto.
    Dice el columnista “no ha vivido ni ha sentido las realidades diversas de Colombia”, es una afirmación apresurada y sesgada. entre otras cosas porque no da ningún argumento desde lo biográfico para sustentarla, da por sentado que Gaviria nunca vivió lo que para él es necesario vivir para poder ser un candidato digno de la presidencia : “el hambre, el desplazamiento, la mutilación, el no tener plata….” . no voy yo a juzgar si Gaviria ha vivido esas “realidades diversas” ni mucho menos sentido (mas faltaba uno ponerse a hablar sobre lo que siente la gente, como si ello fuera tan fácil). lo que si es claro es que desconoce la “diversidad”, cómo bien lo dice el autor, de las realidades colombianas a las que muchas familias que aunque no pertenecieron a familias pobres y desamparadas , también les tocó sufrir durante el conflicto armado.
    Dice también el columnista renegando que uno de los grandes problemas ha sido creer que a este país lo iban a salvar los intelectuales. adhiero a que es un error pensar eso, pero lo que no es cierto es que esa sea la única o la razón mas importante de quienes confían en la candidatura de Gaviria, su apoyo ha venido también de personas que ven en él a un defensor de ideas liberales que apoyan el libre mercado como también las libertades individuales y esto ha sido un tema de afinidad ideológica que bien puede explicarse en el apoyo a otros candidatos como Gustavo Petro cuya candidaturas representa unas ideas claras con las que alguien puede o no estar de acuerdo , sigue el columnista desdibujando a Gaviria y a sus votantes como si estos fueran simples ingenuos que le comieron el cuento al intelectual -vaya a saber uno que significa eso-.
    El autor luego hace referencia a Antonio caro con el fin de “recordarles” dice él “a las personas que no estudian la historia de Colombia”, diciéndolo en tono despectivo y con ese afán de dar cátedra a todo el mundo. es cierto que Colombia se destacó por tener personas que conocían muy bien el español, muy letrados como llaman, y eso nunca significó que fueran grandes presidentes; pero el ejemplo que da tampoco dice nada. Alberto lleras Camargo, un hombre también de gran talento en su manejo del idioma, fue uno de los grandes presidentes de Colombia.¿y entonces?. reitero, eso no da fe de ser buen o mal presidente.
    Termina el autor con su columna hablando sobre clasismo refiriéndose como “voluntaria ceguera” -vaya ligereza para un filosofo-, despotricando contra los académicos, diciendo que la consecuencia de no haber consultado adecuadamente a las comunidades en el proceso de paz la podemos ver en las noticias – que grandilocuencia, no dijo nada-, hablando del “despeluque de los seguidores de Gaviria” -como cosa rara en el ataque a los seguidores del contradictor político que cae en tratar al otro como ciego, idiota y por lo tanto incapaz de ser un interlocutor-, y al final hasta le da gracias a Dios que el paro ayudo a mostrar que el problema politico de Colombia “no esta en las élites”, ¿alguien de verdad creía que el problema político “estaba en la elites”?, ¿fue eso lo que represento el paro?, me temo que mucho mas que esa obviedad.
    Lo único que secundo de esta columna es el apoyo a Francia Marqués y la visión de que probablemente Gaviria no llegue a la presidencia. Pero esa vaguedad en los argumentos para criticar a Gaviria y sus seguidores son imperdonables.

  2. Nicolas, es difícil para mi, creer que una persona sin la mínima o mediana formación académica tengo criterios suficientes para llevar la rienda del país, Alirio Barrera, seria el ideal entonces?

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