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Valga entonces esa inquietud como excusa para escribir esta columna como somera explicación de las causas que, a mi juicio, justifican lo que ha pasado.
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Amigos colombianos preocupados siempre por lo que ocurre en Venezuela -que distintas cuentas de analistas, periodistas y medios de nuestro país siguen- me inquieren respecto de lo que ocurrió en Caracas esta semana, atinente a la inscripción de candidatos presidenciales y ante la ausencia de explicaciones relativas al porqué ocurrió lo que todos conocemos, quieren conocer mi impresión al respecto. Valga entonces esa inquietud como excusa para escribir esta columna como somera explicación de las causas que, a mi juicio, justifican lo que ha pasado.
Resumamos:
Hasta el último minuto del lunes 25 de marzo, los factores políticos que fueron aprobados por el Consejo Nacional Electoral para postular candidatos a la presidencia de la república, podían hacerlo. La Plataforma Unitaria -que congrega a una parte de la oposición- tenía como instrumento para ello la popularmente llamada Tarjeta de la Manito y quienes estaban autorizados para hacerlo trataron infructuosamente de inscribir, inicialmente, a la doctora Corina Yoris, elegida por los factores en ella integrada y otros que acompañan la aspiración de María Corina Machado para sustituir a esta ante su imposibilidad de inscribirse, lo cual resultó infructuoso.
Ante esa situación, los factores que apoyaron esas candidaturas fallidas, propusieron –y entiendo- trataron de inscribir otros nombres y el sistema informático nunca abrió, lo que originó la protesta pública nacional y por lo visto internacional, que originó una prórroga para que la citada tarjeta pudiere postular un nombre pasado el plazo previsto, lo que recayó en la persona del embajador Edmundo Gonzalez Urrutia, presidente del partido titular de la citada tarjeta.
Mientras eso ocurría, el partido UN NUEVO TIEMPO, que preside el gobernador del estado Zulia Manuel Rosales, según él afirmó, ante el vencimiento del tiempo oportuno para postular y vista la posibilidad cierta de que no se inscribiere nombre alguno en la carrera presidencial por cuenta de los “factores mayoritarios de oposición” –como lo denominó el presidente Petro en el comunicado del 26 de este mes- inscribió a través de su partido su nombre y es ello lo que desató la tormenta política que hoy ocupa a la oposición venezolana. ¿Por qué él y otros no?. A esa pregunta pretendo responder a mis amigos colombianos, desde mi personal perspectiva.
Tal como quedó evidenciado el pasado lunes para quienes dudan de la naturaleza del gobierno venezolano, es él uno de carácter absolutamente autoritario, donde el control de todos los poderes por parte del ejecutivo, es indubitable, lo que no le es óbice para tratar de cubrir las apariencias, así sea con una hoja de parra. Es a ese gobierno el que la oposición de nuestro país deberá enfrentar con las reglas que él establezca y no con las que determine la ley. Esa es la primera premisa que a mi juicio todos debemos tener clara.
Manuel Rosales es el candidato con el cual el gobierno quiere enfrentarse porque le observa falencias que permitirían derrotarlo. La primera, sin duda, su rechazo por su condición de viejo político, vinculado al establishment nacional, además por el hecho de que, obligado por su condición de gobernador nada menos del estado más importantes del país, está obligado a reunirse permanentemente con quienes desde la capital del Venezuela gobiernan, lo que a los ojos de algunos es una herejía y finalmente por la manera como fue postulado. Todos esos factores –a la fecha- han operado, con mucho éxito, no solo como consecuencia de la actuación de los medios, comunicadores e influencers que tiene el gobierno sino también y conste que pude escribir muy especialmente, con vista a la cayapa mediática de buena parte de similares personajes de la oposición más los sicarios del teclado que en esta existen.
Respecto de estos últimos, lo que ocurre hoy con el gobernador Rosales no es nuevo.
Durante muchos años la dirigencia política –y quienes públicamente comparten su manera de pensar- que solo ha pedido resolver el conflicto político venezolano de manera pacífica y constitucional, ha sido sometida a una campaña inclemente de denuestos, algunos quizás pertinentes pero la gran mayoría falaces, que han originado en alguna parte de la población sentimientos de rechazo a quienes así piensan. Ello se concretó el pasado lunes al postularse Manuel Rosales en esas condiciones, potenciando así el malestar de quienes han sido presa fácil de esos permanentes disparadores de afrentas que nos anunciaron invasiones y golpes, todos fallidos y que hasta a la abstención presidencial del 2018 nos llevaron, bajo la égida de algunos que solo creen en la democracia cuando los números les favorecen.
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El gobierno eso lo sabía; estaba consciente en que la reacción inicial de quienes esperaban que se concretara la postulación Machado-Yoris, sería la que se ha visto, rechazo completo y a eso apostó logrando, por ahora, su objetivo. Bajo ese argumento, parte Manuel Rosales, de concretarse definitivamente su postulación, con un pesado lastre respecto del cual el, su comando, quienes le acompañen en la dirección de la campaña y adicionalmente, quienes quieren de verdad un cambio a lo interno del país y no se están con exquisiteces personales en este momento nacional, deberán trabajar para revertirla.
Esa es a mi juicio la primera de las razones que me atrevo a presentar, sin embargo, hay a mi juicio, otra variable que el gobierno evaluó para tomar la decisión.
A pesar de las afirmaciones de María Corina Machado en el sentido que ella estaba dispuesta a dialogar con el gobierno, este no la ve como una interlocutora confiable y esto ocurre porque no cree que quien ha venido durante cerca de cuatro lustros exigiendo responsabilidades –cárcel incluida- de quienes han gobernado, cambie de parecer de la noche a la mañana, máxime cuando que la cabeza de alguna parte del liderazgo gubernamental tiene, literalmente, precio allende nuestras fronteras. Bajo esas circunstancias, al equipo gobernante no le es creíble que quienes ganaron las primarias no sean capaces de diseñar –por ejemplo- un Tribunal Supremo de Justicia que, en lugar de hacer esta, sea adalid de la revancha, tal como ellos lo han hecho y es allí donde entra nuevamente Rosales.
Quienes ocupan las posiciones públicas venezolanas no han escuchado de este una sola palabra que les amenace su accionar personal o político futuro, lo que por cierto no implica en modo alguno que, para Rosales, los mecanismos del Estado no se puedan poner en funcionamiento para exigir responsabilidades pero entiendo que, bajo esas circunstancias, sería posible reconstruir la institucionalidad más pensando, por ejemplo, en la recta administración de justicia que en la práctica de la venganza, que es como entiendo observa el gobierno lo que harían quienes fueron impedidos de correr en el evento presidencial. Es así como a Rosales le sería posible tratar de construir con sus adversarios una justicia transicional y un proceso cierto y confiable de reinstitucionalización del país, donde todos tengan espacio, lo que estos difícilmente ven posible con la ganadora de las primarias y el entorno que la acompaña.
Así las cosas, el grupo gobernante actuó conforme a sus intereses. Busca un contrincante que a su juicio puede perder pero que, de ganar, les respetará a pesar de lo ocurrido todos estos años.
Aunque sea de perogrullo lo que afirmaré de seguidas, la solución de nuestra crisis en la actual circunstancia la tiene María Corina Machado.
Su responsabilidad en tal sentido es la mayor, máxime si la tarjeta de la Manito es obligada a retirarse o en su defecto a apoyar a Manuel Rosales. De lo que ella y quienes la rodean resuelvan dependerá que exista la posibilidad cierta de que las cárceles continúen ocupadas por los presos políticos que hoy están y los que vendrán o sean abiertas. De esto también depende que quienes están desterrados persistan en añorar en la distancia la tierra a la que no pueden volver o puedan regresar a la misma y que se detenga la migración forzada, así como que el próximo diciembre todos los puestos de la mesa familiar venezolana, que por años han estado desocupados ante las políticas públicas desarrolladas por la gestión del señor Maduro, estén ocupados ante la esperanza de un nuevo amanecer.
Creo finalmente que, salvo que ocurra un milagro producto de la presión internacional, la candidatura que enfrentará al señor Maduro el próximo 28 de julio o cuando finalmente se realicen las presidenciales venezolanas tanto en nombre de su partido como por el de la Manito, será la del gobernador Rosales. Del esfuerzo que realizarán quienes quieran que las cosas cambien en Venezuela dependerá su triunfo o su derrota.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural