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Al igual que ustedes nos estábamos jugando poder finalmente cerrar el siglo XX con sus violencias y abrir una nueva época histórica para nuestra adolorida nación.
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Queridas amigas y amigos de Chile,
Lo que están viviendo en estos días se llama plebitusa. Lo sé porque ya lo viví, lo vivimos en Colombia, después del plebiscito para aprobar el Acuerdo de Paz en 2016. Este término une dos términos: el prefijo “plebi” como referencia al plebiscito, y la palabra “tusa, forma colombiana de referirse al desamor. También fuimos víctimas de las mentiras de la ultraderecha, de la dificultad de explicar un texto complejo contra la sobre simplificación post-verdadera, tener que enfrentarnos a miedos (frecuentemente infundados) de la población. Entiendo bien la rabia, frustración y angustia que están viviendo. Al igual que ustedes nos estábamos jugando poder finalmente cerrar el siglo XX con sus violencias y abrir una nueva época histórica para nuestra adolorida nación.
Ganar un plebiscito en esta época es particularmente difícil. Vivimos en una época donde han renacido los populismos autoritarios en todo el mundo, sobre todo, en nuestro continente. En otros países los enemigos han sido inmigrantes, así como minorías étnicas o religiosas; en Latinoamérica se ha revivido el discurso anticomunista de la Guerra Fría. A ese discurso se le ha juntado también la amenaza de grupos minoritarios o subalternos: las mujeres, la comunidad LGBTIQ+ y las comunidades indígenas.
Este ánimo anticomunista se expresó en Colombia creando miedo respecto a la propiedad privada. Diciendo que se acabaría la propiedad privada, que se tomarían todo el campo, que se quitarían pensiones para pagar la paz. También con la idea de que se le entregaría el país a las FARC. De que las concesiones eran tan grandes, que las FARC se iba a tomar el gobierno. Incluso se decía que se había pactado el aplazamiento de las elecciones de 2018 y que Rodrigo Londoño, comandante del grupo guerrillero, sería presidente en ese año. El jefe negociador del Gobierno, y hoy senador, Humberto de la Calle decía que con la campaña de que le iban a entregar el país a las FARC se lo terminaron devolviendo al uribismo.
Se dijo también que el Acuerdo de Paz, que tiene un enfoque transversal de género para garantizar que en su implementación estuviera incluidas las mujeres, tenía “ideología de género”. La campaña del No nunca pudo explicar teóricamente a que se refería por “ideología de género”, pero no era necesario. Tan solo unas semanas antes del plebiscito salió una cartilla de educación sexual y reproductiva, aprobada por el Ministerio de Educación, que tenía en su carátula dos hombres. Esto fue suficiente para llevar a una marcha contra ideología de género sólo semanas antes del plebiscito, y hoy aún resuena la campaña contra el Acuerdo de Paz de la ideología de género. En esta campaña fueron centrales las iglesias evangélicas.
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Como muestra la antropóloga Gwen Burnyeat en su libro “The face of peace”, la sociedad civil y el Gobierno Nacional tomaron otro camino. Se fueron por el país tratando de explicar punto por punto el Acuerdo. Como ustedes saben, es un reto grande ser honesto al tratar de explicar un texto complejo e imperfecto que se va a enfrentar a aprobación popular. Al igual que su constitución, nuestro Acuerdo de Paz fue un acuerdo entre facciones diversas, lo cual hacía imposible que a todo el mundo le gustara en su totalidad. Como reconoce la doctora Burnyeat, fallamos tratando de hacer entender el texto mientras ellos jugaban el juego desde las emociones. La campaña del Sí no logró crear una emoción a favor del Acuerdo de Paz y de la paz como concepto, pero la campaña del No logró crear miedo.
Ustedes vivieron mucho de lo mismo. La campaña basada en que los Mapuches harían nación aparte y Chile desaparecería. La idea de que era un peligro la garantía de derechos a las mujeres y sexualidades diversas, también con el uso de la “ideología de género”. Se utilizó el argumento de que la nueva constitución acababa la propiedad privada y que el gobierno tomaría todas las propiedades para redistribuirlas.
Mi intención no es solamente mostrarles mi solidaridad y reconocer las similitudes, que además conviven con una infinidad de diferencias contextuales en nuestras experiencias. También les quiero dar un parte de tranquilidad. Tienen un plebiscito en 2020, que nosotros realmente no teníamos, que muestra que el 80% de la población rechaza la constitución de 1980. Esto lleva a que tengan que volver a la mesa a mejorar. También tuvimos esa experiencia en 2016 cuando perdimos el plebiscito. A pesar de que De la Calle alguna vez dijo que era “el mejor acuerdo posible”, volvieron a la mesa y renegociaron. Esto, por supuesto (y como les pasará seguramente a ustedes), no eliminó la oposición. Pero si le dio nueva legitimidad al Acuerdo y ha permitido avanzar la paz, aunque ha sido difícil.
Vinieron años difíciles, tuvimos un gobierno de ultraderecha, pero la paz tuvo su nueva oportunidad este año. Sin duda van a tener la misma oportunidad, lo que nuestro Gabo llamaba una segunda oportunidad sobre la tierra. Estoy ansioso de ver la nueva Constitución y el proceso que llevarán para relegitimarla. Espero podamos aprender de su experiencia.
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*Camilo Villarreal, estudiante de derecho en la Pontificia Universidad Javeriana. Activista por la paz. Co-coordinador Rodeemos el Diálogo Joven, donde ha desempeñado trabajos respectivos a la veeduría de la implementación, pedagogía y construcción de memoria histórica.