Bogotá, donde se acaba la empatía

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Bogotá, donde se acaba la empatía

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En Bogotá, necesitamos soluciones; teoría la tenemos toda.

Bogotá, donde se acaba la empatía

(Lea ambién: Ciudadanos de bien)

A nuestra alcaldesa, la primera de muchas que ojalá tenga Bogotá, la juzgará la historia por haber atendido la primera pandemia del siglo XXI y, por ello, descuidar otros problemas de su ciudad tan graves como la seguridad. Ésta se agravó como efecto social de la pandemia misma, aunque el ladrón que me robó el celular fue tan violento en su lenguaje que dudo que llevara poco en el oficio. Muy colombiano su acento amenazante, por si acaso.

No es posible ya pedir a los ladrones que al menos dejen los papeles tirados en el suelo. A esta altura del robo callejero, la muerte que nos deja una gripa con 28 mil decesos en los últimos dos años es también lo más probable en la calle. Si terminamos cayendo en la ruleta del robo, ¿afortunada que terminé viva e intacta? ¿Hasta qué punto los operadores de telefonía están haciendo una caja menor con países en vías de desarrollo – ¡vías eternas! – donde cambiamos de teléfono porque nos toca y no porque salió uno nuevo, como en otras ciudades del mundo, o no lo cambiamos, porque “afortunadamente no me lo han robado” y no porque queramos ayudar al medio ambiente, como en otras ciudades del mundo?

¿Por qué, si los policías son corruptos, o están sobrecargados, o son muy pocos, no pensamos en los militares residentes en Bogotá, no para hostigar a personas, sino para hacer algo distinto con ellos que tenerlos guardados pernoctando, desayunando, almorzando y cenando en la ciudad, a la espera de actores armados, mientras los ladrones se convierten en Guasones peores que los ideólogos de la extrema izquierda y los narcotraficantes? Ciudad Gótica nos queda en pañales. Asumámoslo de una buena vez.

Una solución para los operadores de telefonía es que cada vez que la policía encuentre teléfonos robados, ellos entreguen el nombre del ciudadano que compró ese teléfono. En la mayoría de los casos, pertenece a alguien que dejó su identificación asociada a la línea para que la policía se comunicara conmigo y me dijera: “Carolina, encontramos su teléfono, venga y llene un formato de denuncia, le garantizo que no demora más de cinco minutos y le entregamos su teléfono”. Así tendráimos más denuncias para dejar a estos Guasones más de 24 horas en la cárcel. Nos ayudarían y les ayudaríamos. Eso sí, dejaríamos de ser esa caja menor para la industria de la telefonía móvil, pero crean en nosotros, un día dejaremos también de estar en vías.

(Texto relacionado: Sin ilusiones: no hay con quién)

La solución de los militares molesta porque, con la Primera Línea montando la horrorosa como dicen los jóvenes, es difícil. Pero a quienes ellos detestan es a los policías, porque los han tratado horrible, no a los soldados, mientras no los pongan a acompañar al ESMAD en los barrios. Eso, con todo respeto, no es asunto de los militares. Lo que sí pueden hacer es patrullar y ayudar a la policía para que tenga tiempo de atrapar ladrones y no de jugar a los malos con los jóvenes, de reunirse con la ley para hacer el formatico que yo llenaría para que ellos pongan tras las rejas al Guasón al que, a diferencia de los jóvenes, ya no le importa nada, y me devolvieran mi teléfono, y no tenga jamás que pasar por mi cabeza el desafortunado pensamiento de convertirme en una joven cabal.  

En Bogotá, necesitamos soluciones; teoría la tenemos toda, análisis de todo y políticos llenando a los viejitos que no tienen redes sociales, los pocos que aún no, de volantes todos los fines de semana, de todas las vertientes políticas, que les vaya muy bien a todos, que gracias por salir a las calles cada tantos años. Ya nos hemos dado cuenta de que una cosa es esta adrenalina de la campaña política para todos los partidos – la Champions nos quedó en pañales -, pero otra distinta, es la de estar en el poder y encontrarse con todo lo que sabemos y criticamos, sin poder encontrar estabilidad en las soluciones, como en los países que sí salen de las vías de desarrollo.

Tú y yo Guasón, que nacimos en la misma ciudad, sabemos que Bogotá tiene sus tragedias capitalistas, pero cuando a ti, que ya creciste, porque tendrás mi edad, y decidiste seguir actuando mal, te lo seguimos permitiendo todos como sociedad, seguimos creyendo que tú eres el malo y yo la buena.  Eso le sirve mucho a esos políticos que ambos sabemos sí son los malos de Oz.     

(Le puede interesar: Nuestro pandémico fragmento en la Historia)

*Carolina Castro, promotora de lectura, estudiante de literatura y conocedora de la Colombia rural. @castro83carla

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1 COMENTARIO

  1. Tenaz un país en donde hay que alegrarse por el hecho de llegar sano y salvo a casa, eso, en el mejor de los casos; lamentablemente la inseguridad en Bogotá, sin hablar del resto del país, es un tema completamente normalizado, si no, echemos un vistazo a como las personas interpretan la palabra “muerte” o “herido”, mientras que en otros lugares son términos que hay que usar con mucho cuidado, en Colombia se usan a diario y de una manera indiferente, ya sea por medio de las noticias o porque le pase a usted, que algún familiar llegó a su casa sin sus documentos personales ni su teléfono, pero tuvo suerte de no terminar herido…
    Lo más cierto de este artículo tan bien escrito, y, lo más preocupante de esta repetitiva situación es como el gobierno, y en este caso, la alcaldía, quien debería ocuparse de garantizar una verdadera seguridad a todos los habitantes de Bogotá, reacciona tal y como los demás ciudadanos, esperando a ver cuando se solucionará este problema cuando ellos hicieron promesas y la gente depositó su confianza en las urnas, ellos sí son los verdaderos malos…

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