Cerrar la conversación nacional

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No es una verdadera conversación; no es una deliberación; no tiene reglas claras, ni objetivos definidos. ¿Qué es la conversación nacional del Presidente Duque? Un comentario desde la filosofía política.

Este 19 de enero, el Comité Nacional del Paro se sentará con el Gobierno nacional y, dos días después, tendrá lugar la primera movilización de este año. De manera a prepararse para ambas cosas, el Comité organizó encuentros locales, asambleas barriales y demás lugares de convergencia.

Nadie parece tener claro en qué consiste la conversación nacional y ni siquiera el Presidente ha sido capaz de articular su alcance, su relevancia y su metodología. El Comité del Paro ha insistido en una negociación y, a la fecha, nada indica que ésta tendrá lugar. A simple vista, lo que hay hasta ahora consiste en un espacio donde el Gobierno, de un lado, y los invitados, de otro, toman turnos escuchándose. Así las cosas, la conversación no supera una simple escucha de voces incapaces de alterar los fines decididos e inalterables. La publicación de un borrador para la reanudación de la fumigación con glifosato sugiere la insistencia del Gobierno en mantener su agenda inamovible.

No sobra, entonces, preguntarse cómo cerrará el Gobierno la conversación nacional. ¿Es posible aspirar a una decisión colectiva por limitada que sea en su impacto? El libro de Philippe Urfalino, director de la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, titulado “Cerrar la deliberación. La teoría de la decisión colectiva”, permite llegar a las siguientes conclusiones.


  1. No es una conversación

Urfalino recuerda que, para Habermas, una conversación supone la igualdad de los participantes y su sinceridad de manera a que, actuando tanto de oradores como oyentes, se abran a la posibilidad de ser convencidos sin condicionamientos por intereses particulares. Otros autores admiten el carácter confrontacional y la desigualdad entre asistentes en la conversación siempre y cuando no todas las posiciones estén fijadas por adelantado.

Está claro que, en este caso, Gobierno e invitados defienden posiciones fijas con limitado interés en alcanzar cooperativamente un entendimiento sobre la interpretación de la realidad. Los actores se muestran más interesados en hablar para una audiencia externa que en persuadirse mutuamente.

Asimismo, no todos somos iguales. Cuando votamos, nuestra papeleta en la urna tiene igual valor; cuando intentamos persuadir, unos cuentan más que otros. Para el Gobierno, tiene más peso la voz experta o con peso político. Un experto en cardiología puede discutir las condiciones del corazón con más propiedad que un dermatólogo, dice Urfalino.

2. No es una deliberación

Urfalino sostiene que “la deliberación es concebida como la discusión de un colectivo en vistas a tomar una decisión” de manera a que el vínculo entre ambas sea constitutivo. En este sentido, existe continuidad entre deliberación y decisión. La última le pone fin a la primera.

Para la conversación nacional, no existe colectivo porque éste no se define como la suma de las opiniones de los miembros que lo componen. Una agrupación de personas con intereses compartidos y repartidos en mesas de discusión no constituye una colectividad en tanto esta requiere unas normas de funcionamiento en relación con la pertinencia, la deliberación, la decisión y la acción. Los asistentes a las mesas siquiera se conocen. Si no existe colectivo, no puede existir decisión conjunta.

3. Es un regateo

El filósofo francés Bernard Manin diferencia la discusión del regateo, planteando que “hay discusión cuando al menos uno de los interlocutores trata de modificar la opinión del otro por medio de proposiciones impersonales o sobre el futuro a largo plazo; hay regateo cuando el mismo objetivo es perseguido por medio de un intercambio personalizado e inmediato.” En otras palabras, es regateo si una parte trata de cambiar la opinión de la otra ofreciendo servicios, bienes o dinero para satisfacer necesidades urgentes sin cambios de fondo a futuro.

Urfalino señala que, para Giandomeco Majone, la deliberación es posible cuando los participantes debaten sobre los mejores medios para lograr un bien y es imposible cuando la cuestión en juego es la distribución de ese bien.

Unos discursos que no producen conversación, un debate que no alcanza a deliberación, un regateo que no llega a negociación, unas decisiones que no lograrán convertirse en colectivas, ¿valen la pena?

*Laura Gil, @lauraggils, internacionalista, directora de La Línea del Medio

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