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Picó muy fino el cilantro, reventó el huevo con la cuchara impregnando de amarillo sol a la changua, la papa en su punto, bajo en sal, tostadas rancias desmenuzadas por sobre todo…tan solo faltaba que su muchacho llegara con las buenas nuevas del trabajo que le ofrecieron y con el que pensaba ganar lo suficiente para comprarle una casa. Pero no llegó a las seis de la tarde, ni a las siete ni a las ocho, no llegó esa noche ni al otro día, tampoco la semana siguiente ni el mes próximo. Nunca regresó a su casa, nunca lo volvió a ver. Lo único que supo fue que lo encontraron en el lejano municipio de Ocaña y luego de un combate con el ejército, dijeron los militares que se trataba de un guerrillero narcoterrorista dado de baja. La destrozaron pero, tal vez lo que más le dolió, fueron las calumnias que desde el ejército, desde la
presidencia y desde los medios de comunicación replicaron: “no estaban recogiendo café”. Hoy, 19 años después, la verdad afloró con el testimonio ante la JEP de algunos militares quienes aceptaron la verdad de los Falsos Positivos que, en su momento, fueron señalados como fantasía de la oposición artífice de falacias tras enlodar la Política de Seguridad Democrática y el buen nombre de su mentor que, en virtud a mentiras y asesinatos de inocentes se reeligió con votos manchados de sangre.
El Ejército en su conjunto le debe un perdón y no solo a las madre de los asesinados sino al país en general por habernos traicionado; le debe un perdón a esas madres los millones que le creyeron sin chistar al Gran Colombiano. Le debemos un perdón a esas 6402 madres el resto de colombianos, pusilánimes como yo, que si bien sabíamos lo que pasaba no hicimos lo suficiente para detenerlo.
*Roque Monteiro. comunicador social – periodista retirado, fotógrafo sin cámara, autor de varias novelas, cultivador de yuca y viajero incansable. Miembro del colectivo Psicolombianos de Diván.
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