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6.8 millones de personas fuera de nuestra tierra somos el recuerdo, para todos, de que las cosas no las hicimos bien.
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Informan los medios que, para esta fecha, 6.8 millones de venezolanos no habitamos el territorio nacional, somos migrantes o refugiados.
La cifra se dice fácil, pero es lo cierto que se corresponde con un poco menos del 20% de nuestra tierra, siendo un número de personas mayor que la totalidad de habitantes de algunos países latinoamericanos.
Las cifras tienen una característica particular, sean ellas buenas o malas, su frialdad. Lo que no tienen son los rostros y los sentimientos, en estos casos, de 6.8 millones de venezolanos extrañados del país.
Son personas de carne y hueso, de todas las partes de esa “tierra de gracia”, integrantes plurales de su sociedad, que consideraron que Venezuela no les estaba dando la calidad de vida, económica o política que aspiraban.
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Muchos de ellos, gente preparada que hoy le aporta sus conocimientos, si se les ha permitido, a los países de acogida y a quienes aún, sin poder hacerlo formalmente, en todo caso Venezuela perdió, generando un déficit interno en tal sentido.
La responsabilidad de ese extrañamiento físico de nuestra tierra es general, de todos, pero obvio es, que la misma recae fundamentalmente en la dirigencia esa que adrede diseñó una política pública de empobrecimiento general y de persecución de quien piensa distinto. Sin obviar, la de quienes han liderado adversar la primera, por su evidente incapacidad para revertir la situación, producto fundamentalmente de apetencias personales o políticas que conspiraron contra la necesaria unidad en una situación como la actual.
El tiempo pasa y mientras más de él transcurra, menos posibilidades habrá de retorno; independientemente de que allá – “al norte del sur”- estén afectos, recuerdos o propiedades. Lo cierto es que, si afuera se nos trata como personas y se nos permite progresar, los descendientes allí se amoldarán.
6.8 millones de personas fuera de nuestra tierra somos el recuerdo, para todos, de que las cosas no las hicimos bien. Qué bueno sería que la dirigencia, toda ella, hiciere su correspondiente mea culpa y actuare en consecuencia, creo que muchos lo agradeceríamos.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural