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“La experiencia (en asuntos internacionales) no es necesaria para pertenecer al servicio exterior”, anotó el Canciller Trujillo. “Eso prueba que todo está mal”, le contestó el senador citante Antonio Sanguino. El debate de control político tuvo lugar este 2 de octubre; el tema, la “mermelada diplomática”.
Los puestos en el servicio exterior suman unos 800 y los funcionarios de carrera para ocuparlos, unos 400. Esa diferencia convierte al servicio exterior en un botín político, permitiendo que los gobiernos nombren a sus simpatizantes “en provisionalidad”. Unos lo han hecho con más desparpajo que otros.
El Presidente Duque ha estado en la mira por nombramientos de personas con perfiles poco apropiados para la diplomacia. De Lezli Kalli, excandidata quemada que propuso asesinar a Nicolás Maduro, a Erika Salamanca, twittera furibunda del ‘uribismo’, a Jaime Castro, que movió cielo y tierra para que lo nombraran embajador ante la OCDE aun antes de que se oficializara el ingreso de Colombia a la organización, todo huele a clientelismo. Sanguino caracterizó a los nombramientos como pago de favores políticos y premios de consolación, muchas veces de personas sin experiencia adecuada.
El Canciller Trujillo se declaró amigo de la carrera diplomática y consular. “Si ha habido un Ministro de Relaciones Exteriores que tenga real interés en la carrera diplomática, no solo por su experiencia sino porque así lo dispone el Presidente Duque, soy yo”, afirmó y, mirando fijo al presidente del Sindicato de Empleados del Ministerio de Relaciones Exteriores, le preguntó: ¿puedo decir lo que usted me dijo? El hombre asintió y el Canciller continuó: “él vino a darme su respaldo”.
Las señales de respaldo a la carrera diplomática
Mientras ministros anteriores han hablado a escondidas en contra de la carrera diplomática, Trujillo entregó en este primer año una narrativa de la Cancillería en la que los miembros de la carrera juegan un papel primordial. Las palabras importan y se han traducido en algunos hechos.
Trujillo ha expresado su intención de ir más allá de la obligación contenida en el Decreto 274 del 2000, que funge de reglamentación básica del servicio exterior. Éste exige que 20% de los cargos de embajador y jefe de misión deban ser ocupados por funcionarios de carrera y, en este gobierno, se está pasando primero al 30% y se espera alcanzar el 50% para el 2022.
La primera vicecanciller de Trujillo, Luz Stella Jara, pertenece a la carrera y su reemplazo, Francisco Echeverri, también. Después de décadas, la carrera diplomática recuperó la Secretaría General de la Cancillería.
Trujillo enfatizó el nombramiento de funcionarios de carrera en puestos del ministerio. Las cosas no son tan así. De 24 en el ministerio, entre direcciones y altos cargos, solo 8 están en manos de la carrera y, de ellos, dos son encargos y uno por ley no puede ser ocupado en provisionalidad (dirección de asuntos consulares y migratorios y servicio al ciudadano).
En el pasado, se nombraba a los funcionarios de carrera por debajo de sus rangos para poner en los cargos que les correspondían a ellos a amigos del gobierno. Esto producía detrimentos fiscales porque a un funcionario no se le puede pagar por debajo de su rango así esté en un puesto de rango inferior. Con decisiones judiciales y disciplinarias, esta situación se ha venido superando desde el gobierno anterior, pero aún se dan casos. Por ejemplo, el embajador en Panamá, un médico de profesión cercano al Centro Democrático, tiene por debajo de él a un funcionario con rango de embajador.
Los nombramientos han monopolizado el debate sobre el funcionamiento de la carrera diplomática y consular y no lo son todo. Un segundo aspecto está relacionado con la cuestión de la incidencia. ¿De qué sirve el puesto si quien lo ocupa no está en condiciones de tener impacto en la toma de decisiones sobre política pública?
Aun así, a primera vista, podría existir un escenario favorable para discutir el mejoramiento del servicio exterior.
Pero el problema está en la provisionalidad
El decreto 274 establece que “podrá designarse en cargos de carrera diplomática y consular, a personas que no pertenezcan a ella, cuando por aplicación de la ley vigente sobre la materia, no sea posible designar funcionarios de carrera diplomática y consular para proveer dichos cargos.”
Ahí radica el uso y el abuso del gobierno de turno. De 104 nombramientos, Sanguino concluyó que 76 personas no tenían ningún tipo de experiencia para ocupar el cargo.
Mientras los funcionarios de carrera están sometidos a un estricto régimen de ascensos vía cursos y exámenes, a aquellos en provisionalidad no se les pide conocimiento o experiencia relacionados con el cargo, ni siquiera una mínima comprensión del entorno internacional.
“No se pueden confundir los requisitos para los cargos de carrera diplomática con los de los cargos de provisionalidad; para cargos en provisionalidad el requisito es la certificación de la experiencia profesional o el título profesional durante determinado número de años”, insistió Trujillo.
Pero él tampoco ha hecho nada para asegurarse que esos mínimos requisitos se respeten. En mayo de 2019, Cancillería publicó un borrador de decreto que autorizaría la certificación de la experiencia en notaría, aumentando la brecha de las exigencias para unos y otros.
Ante un entorno jurídico y político que juega en contra de la carrera diplomática, el senador Sanguino propuso una mesa interinstitucional para el fortalecimiento del servicio exterior. La regulación de la provisionalidad debe constituir un eje fundamental de su trabajo.
“Yo personalmente me sueño con una carrera en la que la provisionalidad sea mínima”, dijo el Canciller. No está claro que, desde Cancillería y los partidos que respaldan al Presidente, exista voluntad de controlar la “mermelada diplomática”. Amanecerá y veremos.
Laura Gil, @lauraggils, internacionalista, directora de La Línea del Medio @lineadelmedioco