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Las grandes reformas propuestas por este gobierno deben incluir al territorio para que el mismo sea parte de ello y cuente con su representatividad.
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Tengo que ser sincero, al comienzo de la campaña de la segunda vuelta presidencial observaba que el triunfo de Gustavo Petro estaba muy lejos de darse, ya que su crecimiento a nivel de discurso era muy difícil, esto dicho por el respetado analista Gabriel Cifuentes. Petro tenía frente a él a un candidato que solo semanas antes había expuesto que era alguien respetable, sin embargo, Colombia estaba frente a dos ideas de cambio pero eso ustedes ya lo saben, esa frase de cajón se repitió frente al cansancio hasta el día que votamos y el sistema electoral que preveíamos fallar no falló, no hubo protestas ni demanda, ni insurrección popular con la elección del primer presidente de izquierda en nuestro país, al contrario de esto hubo abrazos y citas inesperadas con el nuevo presidente que demostraron aquel saber que por comodidad había negado la oportunidad de conocer, pero que al escribirlo se observa claro.
La política en nuestro país no tiene ningún sentido, pero ello es bueno, porque pareciera que de este vasto universo lleno de posibilidades infinitas que solo para mentes privilegiadas como Carl Sagan o Julio Garavito, el que nosotros no podamos tener la oportunidad de soñar con el vasto infinito sino con una reconciliación nacional se observe vano, sin embargo lo que nos separa del descubrir las estrellas está en la manera en que como sociedad reflexionamos y alcanzamos ese fin necesario a una cruenta guerra, la cual merece finalizar como lo hemos visto con la revelación del informe de la comisión de la verdad, el ser una lágrima sentida que no merece ser frenada.
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Por ello, el ser parte de dejarnos utilizar por figuras políticas que deseamos que sean nuestros salvadores, porque tenemos aquel complejo de hijos huérfanos, no es más que una etapa que hemos designado para estar tranquilos y poder seguir con nuestra monotonía como lo son: los asesinatos de líderes sociales, la incesante violencia que nunca se fue en nuestras montañas que está comenzando a interrumpir aquel silencio intranquilo que hasta hace poco tenían sus habitantes, nos deja de importar al asignar esa responsabilidad, siendo lo peor de esto el que no hemos podido avanzar a la sociedad del saber intelectual, ya que postergamos tal vez para un mañana mejor el que haya una necesaria reforma al sistema educativo, que aplique el modelo dialogante propuesto por Julián de Zubiria, hasta entonces convertimos un mundo de frustraciones, sueños, anhelos en un voto que corresponde a los más profundo de nuestro inconsciente.
Al ver los últimos sucesos creo que Colombia está comenzando a estar enferma, pero es una enfermedad buena y necesaria, ya que de la misma no existe cura alguna aún creada por el hombre de esta tierra tan rica, la cual puede expresar con su arte el significado propio de la vida con sus gaitas y colores, acercándonos a las estrellas, pero también encerrada por aquel mal llamado compra de votos, convirtiéndonos en hijos negados de esa necesaria enfermedad llamada democracia, la cual nos da su primer mensaje y es llegar a una reconciliación nacional, porque las grandes reformas propuestas por este gobierno deben incluir al territorio para que el mismo sea parte de ello y cuente con su representatividad, pero también no debe olvidar que las nuevas propuestas que nazcan de sus habitantes deben ser el pilar fundamental que fortalezca la hoja de ruta a seguir, ¿Colombia cada día más cerca de las estrellas?
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*Julián Enrique Beltrán Méndez, gestor cultural, Ovejas, Sucre