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Quienes conocemos y recorremos permanentemente la otra Colombia clamamos por ayudas urgentes que les permitan a estos compatriotas mejorar su calidad de vida.
Empezó un nuevo año y con él regresaron las manifestaciones sociales, cacerolazos, marchas, y masivas movilizaciones en muchas regiones del territorio nacional, todas con un mismo fin: protestar por las malas políticas del Gobierno, pero también para pedir garantías de protección a la vida de los ciudadanos y especialmente de los líderes y lideresas sociales con el objetivo de que pare el exterminio sistemático al que vienen siendo sometidos desde varios años atrás.
La manifestación ciudadana del 21 de enero no será la única del 2020; seguramente vendrán más y, en la medida que el Gobierno no atienda el clamor de la gente que pide a gritos cambios en muchos ámbitos y que con el correr de los días no haya voluntad de transformación que envíe un mensaje claro a la opinión pública nacional de una autoreforma desde las entidades del Estado, será muy difícil que el pueblo deje de manifestarse en las calles de Colombia.
Estas jornadas generan traumatismos en la economía nacional, porque se afecta el comercio, se afecta la movilidad y la productividad empresarial, en fin, muchas cosas de nuestra cotidianidad se alteran y esa no es la idea. Se requiere protestar de manera pacífica y respetuosa, pero como bien es sabido el vandalismo de unos pocos hace de las suyas y empaña la gran movilización que reclama por sus derechos. No podemos, entonces, permitir que se deslegitime la protesta social por unos cuantos encapuchados.
Todas son justas reclamaciones, pero no se sale a protestar por caprichos individuales, sino por buscar el bienestar colectivo de los ciudadanos colombianos en temas tan importantes como por ejemplo la empleabilidad, la continuidad del proceso de paz y los programas del posconflicto, que cese la violencia en las regiones, que hayan políticas agrarias efectivas que permitan el renacer del campo colombiano, de frenar la corrupción que hace agua los recursos públicos. También se reclama por mejoras en el precario modelo de salud, la justicia que no opera a cabalidad, la ausencia de educación de calidad, la bomba pensional que está por explotar, la impunidad que se busca para los amigos del gobierno. Son múltiples los motivos y la lista de reclamaciones es bastante larga.
Mientras tanto vemos que el gobierno sigue en una posición cómoda, indiferente con el ciudadano del común, imponiendo nuevas reformas tributarias que van en detrimento del bolsillo de la gente, afectando desde luego la economía familiar de los más vulnerables, insistiendo en la guerra, y reafirmándose en prácticas tan nocivas como el regreso de las fumigaciones, la vía libre para adelantar pilotos de fracking, todo esto en contravía de los postulados de cuidado y preservación de nuestro medio ambiente, de los ecosistemas, de las fuentes hídricas y la naturaleza. Aquí lo que prima es el favorecimiento a las multinacionales y al gran empresariado colombiano que son los que se lucran y obtienen millonarios dividendos.
El caso colombiano es preocupante; criticamos al vecino, pero en nuestro propio patio estamos igual o peor. En las zonas de periferia de nuestro país, la gente vive sumida en la extrema pobreza y la miseria en niveles absolutamente críticos; los colombianos que habitan esas zonas no tienen ninguna clase de oportunidad ni ayuda estatal que les permita sacar la cabeza y avizorar panoramas distintos y eso es triste.
Quienes conocemos y recorremos permanentemente la otra Colombia somos testigos directos de esas situaciones y, por eso, clamamos por ayudas urgentes que les permitan a estos compatriotas mejorar su calidad de vida. Los gobiernos hacen oídos sordos y, en la mayoría de los casos, solo con pañitos de agua tratan de remediar la grave crisis social que hoy padecen muchos colombianos que habitan ese otro país que los noticieros no nos muestran.
Ojalá toda esta presión social sirva para que el gobierno nacional replantee sus políticas, para que se sintonice con el pueblo y atienda sus justas reclamaciones; de lo contrario, los cacerolazos, la protesta social y la movilización ciudadana serán la constante en las ciudades y regiones colombianas.
Guillermo García Realpe, senador. @GGarciaRealpe