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Conversación en La Catedral
Mario Vargas Llosa
Alfaguara
777 páginas
Mario Vargas Llosa terminó “Conversación en La Catedral” en 1969. Él mismo, en diversos escenarios, cartas y anotaciones, ha confesado que escribirla fue uno de los empeños más largos y agotadores de su vida. Fueron diez años de trabajo, muchos borradores y vueltas a empezar. La conclusión fue un libro que en un principio fue considerado extenso y difícil, pero que pronto tomó forma como lo que es: un hito fundamental de la literatura latinoamericana.
Siempre he tenido una relación de amor y odio con Vargas Llosa. Detesto su personalidad arrogante, furiosa y reaccionaria, pero me rindo de agradecimiento y admiración por sus obras, especialmente las de la primera mitad de su carrera como escritor; “Conversación en La Catedral” es una de ellas. Hoy, cuando en las librerías se encuentra una edición especial por su 50º aniversario, me dije: ‘¡este es libro que debo dejar en la Biblioteca de La Línea del Medio antes de irme de vacaciones!’.
“Conversación en La Catedral” es una novela tan compleja como una catedral gótica: laberíntica a veces, amplia y deslumbrante en otras; como una catedral, toda ella es un artilugio plagado de símbolos, un golpe de sensibilidad y un imposible para abarcar a primera vista. La novela es una odisea técnica: es una conversación en el bar “La Catedral”, entre el joven Santiago Zavala y ‘negro’ Ambrosio, años después de que pasaran los hechos que se constituyen en el centro de la historia; como toda conversación en la que hay mucho que revelar, los temas se ensanchan, se diluyen y encuentran su camino luego de circunloquios extraordinarios. Esa conversación, finalmente, no es más que el resumen de los ocho años de dictadura del régimen de derecha que se impuso en Perú entre 1948 y 1956, y cuya represión estuvo orquestada, en la novela, por un personaje llamado ficticio llamado Cayo Bermúdez, o ‘Cayo Mierda’, inspirado él en el ministro de Gobierno, el oscuro Alejandro Esparza Zañartu.
Zavala, o ‘Zavalita’, es un periodista que reniega de su familia, la misma que debe su riqueza a la corrupción que se vivió bajo la dictadura del General Manuel Odría, y que guarda un secreto que tenemos que avanzar mucho en la obra para descubrir. Ambrosio, por su parte, dedicado de viejo a matar perros a palazos – ¡horror! – en la perrera municipal, y quien había sido chofer de don Fermín, el padre de la familia Zavala. Los dos personajes tienen muchos que hablar, mucho que revelar acerca de sus condiciones sociales, maneras de sobrevivencia y secretos vergonzosos del pasado. Esa es la novela desarrollada en cuatro partes, varios niveles de narración y puntos de vista, un rompecabezas que el lector no tarda en descifrar, aunque siempre signifique un reto; es, también, un gran fresco de la sociedad peruana, y latinoamericana, de mediados del siglo XX.

Esta nueva edición de Alfaguara incluye una pequeña nota de Vargas Llosa redactada en septiembre de 2019 y el prólogo que escribió en junio de 1988; al final del libro, trae un interesantísimo y revelador ensayo del historiador Carlos Aguirre, con intercambios escritos en los que Vargas Llosa intercambiaba detalles de su novela con personajes como Álvaro Mutis, Julio Cortázar, José Donoso, Roberto Fernández Retamar, o con el mismísimo Gabriel García Márquez, antes del guarapazo que el uno le dio al otro en la cara y que los hizo irreconciliables.
*Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave