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En un reciente estudio (2020) “Las pandemias deprimen la economía; las intervenciones en salud pública, no: evidencias de la gripe de 1918”, se muestra que las ciudades con intervenciones en salud pública más agresivas no solo bajaron la mortalidad sino que también mitigaron las consecuencias económicas adversas de la pandemia.
Bill Gates afirmó en 2014 que un virus altamente infeccioso era la principal amenaza para un mundo que no estaba preparado para responder efectivamente al crecimiento exponencial de contagios y muertes. Señaló que no se estaba haciendo ni invirtiendo lo necesario para enfrentar un desafío de tal magnitud y era urgente actuar porque no estábamos listos para enfrentar la siguiente pandemia. En 2020, el Covid-19 le da la razón.
Me ha tocado vivir esta crisis en Washington D.C. y, en el encierro, ser testigo de los mensajes contradictorios de un presidente que, a diario, asume en los medios una actitud ambivalente y contradictoria. Vi cómo Trump trató de minimizar de manera reiterada el peligro del coronavirus. Si bien él había anunciado el regreso a la normalidad antes de Pascua, en razón a que las proyecciones de los modelos indican que habría entre 100.000 y 240.000 víctimas mortales en las próximas semanas, recogió sus palabras y anunció que vendrán muchas más muertes. Los modelos y proyecciones que se derivan de ellos hasta ahora han sido acertados.
Más allá de la reticencia presidencial, el hecho es que los gobernadores se inclinaron por la cuarentena y tienen en sus casas al 90% de la población del país en 42 Estados. Varios de ellos imploran desesperadamente el apoyo del gobierno federal. Estados Unidos tiene el mayor número de contagiados en el mundo, mientras escribo son más de 300 000 casos que, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, representaría un porcentaje superior al 25% global, y contabiliza el 12, 5 % de los fallecidos en el mundo.
En días pasados, el comentarista político conservador Tucker Carlson en su programa en Fox News sostenía insistentemente que no era lógico que los científicos estuvieran liderando la toma de decisiones políticas y económicas, que lo que estaba pasando con la economía era intolerable y que a los políticos les correspondía tomar las decisiones privilegiándola para evitar la profundización de la catástrofe que ya se estaba empezando a vivir. Por su parte, Trump insiste en que es necesario regresar a trabajar pronto porque no se puede destruir el país.
Aquí y allá, lo que pasa con la economía es un drama mayor; cada día genera más preocupación y nos afecta a todos. En Colombia, son muchos los sectores que, preocupados por las medidas adoptadas, señalan la imposibilidad de prolongarlas porque en países en desarrollo como los latinoamericanos, las consecuencias sociales devastadoras llevarían a ruptura del contrato social, a la violencia generalizada y a la destrucción de la economía. El remedio sería peor que la enfermedad se afirma con frecuencia.
En ese sentido, Luis Fernando Ángel, miembro de la junta directiva de la Cámara de Comercio de Bogotá, quien respalda las medidas adoptadas por el Gobierno, en un artículo que circula en las redes, sostenía que “debemos retomar labores lo antes posible; de lo contrario, las medidas tomadas para contener un virus serán mucho más desastrosas que el mismo virus y más, cuando realmente se analizan cifras, cada vez pareciera más que estamos sobre-reaccionando. Ojalá la cura no nos cueste más vidas y miseria que la misma enfermedad.”
Las consecuencias económicas de esta crisis se hacen cada vez más profundas y difíciles de resistir especialmente para los más vulnerables, pero también para la clase media, el empresariado y la población en general. Todos estamos sufriendo el impacto de las medidas, la angustia por la incertidumbre ante lo que pueda venir y nos preguntamos hasta cuándo podremos resistir.
Pero según los científicos, que deben tener voz autorizada en estos momentos, levantar las medidas antes de tiempo, sin haber tomado las previsiones necesarias podría resultar desastroso. Es necesario el monitoreo mediante muestreo masivo y la apertura debe hacerse en su momento y de manera escalonada, facilitando la protección de quienes salen, aislando a los contagiados y más vulnerables y preparándose para regresar a cuarentena cuando las mediciones lo indiquen. De lo contrario, se perdería el esfuerzo realizado y la catástrofe podría ser mayor.
Sobre el particular hay diferentes hechos y alertas. En un reciente estudio (2020) Las pandemias deprimen la economía; las intervenciones en salud pública, no: evidencias de la gripe de 1918, sus autores Correia (junta directiva de la Reserva Federal de EEUU), Luck (Banco de Reserva Federal de NY) y Verner (Massachusets Institute of Technology) muestran que las recuperaciones económicas más rápidas se dieron en las ciudades de Estados Unidos que tomaron medidas de cierre más fuertes. Ellos concluyen que las intervenciones en salud pública no solo bajaron la mortalidad sino que también mitigaron las consecuencias económicas adversas de la pandemia.
Las cabezas de la Organización Mundial de la Salud y del Fondo Monetario Internacional insistieron que salvar vidas constituye el paso necesario para salvar los medios de subsistencia. Combatir la pandemia es una necesidad para que la economía se recupere, agregan. La primera, además, advierte que los países que levanten las medidas de protección demasiado pronto podría sufrir una crisis más severa y pronunciada.
En Latinoamérica, la Directora de la Organización Panamericana de la Salud se refiere al Tsunami de casos que enfrentaremos. En nuestro continente el costo del levantamiento prematuro de medidas sería enorme, pues la capacidad de respuesta de los sistemas de salud es mínima y su colapso vendría pronto. Las dolorosas escenas en las que, en Guayaquil, afectados por el virus y otros enfermos imploran una atención imposible y los cadáveres permanecen regados en las calles ante la impotencia del Estado se pueden extender y multiplicar exponencialmente a lo largo y ancho del continente junto con el caos y la violencia. Una catástrofe humanitaria, sanitaria, social y económica de tales magnitudes tendría efectos devastadores e irreparables.
El dilema entre la lucha por las vidas y la protección de la economía no existe. La primera es prerrequisito de la otra.
*Juan Manuel Osorio, abogado experto en derechos humanos.
No olvidemos, que cuando elegimos dignatarios y funcionarios publicos, elegimos a quienes politicamente nos dirigen, indirectamente pueden convertirse en nuestros verdugos. De alli que en caso de confrontacion armada, no solo es entre militares, por lo general la poblacion civil es atacada y asesinada. Votar por guerreristas es un voto de doble filo.