About The Author
“¿Cuánto crédito les han dado a los guías locales que reciben y llevan a los científicos a ver los murales?”.
Este artículo fue publicado en Smithsonian Magazine el 22 de julio y traducido al español por el autor para publicación en La Línea del Medio.
A finales del 2020, se reportó por todo el mundo un increíble descubrimiento de arte rupestre en Colombia. Expertos en el tema y guías locales sienten que su conocimiento fue ignorado y la región fue mal representada.
En Colombia, se encuentran unas pequeñas mesetas con paredes verticales y cimas planas conocidas como tepuyes, que contienen miles de imágenes en varios murales de gran escala. Estas pinturas se encuentran en el departamento del Guaviare, ubicado en el sudeste de Colombia, donde la selva amazónica se encuentra con los llanos de Colombia y Venezuela. Se ha confirmado que dos lugares en esta región tienen arte rupestre en esta área: la Serranía de la Lindosa y el Parque Nacional Chiribiquete. Juntos, estos sitios tienen la colección más grande de arte rupestre del continente y un extraordinario valor arqueológico y cultural.
En abril del 2020, un grupo de investigadores colombo-británico liderados por el profesor Gaspar Morcote-Ríos de la Universidad Nacional de Colombia publicó un artículo en la revista especializada de Quaternary International, presentando los resultados de su investigación arqueológica en la Serranía de la Lindosa, una formación geológica localizada a 40 minutos de la ciudad de San José de Guaviare. El equipo encontró restos humanos y de animales, semillas y fragmentos de ocre – el material con que se pintaron los murales – y pudieron determinar que los primeros humanos llegaron a la región hace entre 11,800 y 12,600 años. Al final del artículo el equipo discutió la posibilidad de que algunas de las pinturas podrían ser representaciones de animales extintos.
Varios meses después un programa de televisión británico “Jungle Mystery: Lost Kingdoms of the Amazon,” (Misterio Selvático: Los reinos perdidos del Amazonas) usó la publicación de Quaternary International y a uno de sus autores como fuente para afirmar que las imágenes reveladas eran un nuevo descubrimiento. En un artículo para el periódico TheGuardian, la anfitriona del show, la paleo-antropóloga Ella Al- Shamahi dijo “el sitio es tan nuevo que no lo han nombrado todavía”.
(Lea también: Aclaraciones sobre las vacunas COVID-19)
Medios internacionales, incluido Smithsonian magazine, y colombianos repitieron el reportaje de The Guardian. La gran mayoría de publicaciones falló al mencionar décadas de investigación colombiana en el tema y borró de sus reportajes a la comunidad que vive en la zona.
Arqueólogos, antropólogos y los locales quedaron indignados.
“Es una gran mentira”, dijo don José Noé, quien es dueño de un lote en la Serranía de La Lindosa que se tiene que cruzar para poder ver los murales. Mientras que todos los murales en el Chiribiquete están dentro de un Parque Nacional donde la entrada está prohibida para proteger a los ecosistemas y a los posibles grupos indígenas no contactados, la gran mayoría de los murales en la Serranía de La Lindosa están en propiedad privada. El equipo arqueológico excavó en los sitios arqueológicos de Cerro Azul, Limoncillos y Cerro Montoya, todos dentro de la Serranía de La Lindosa. Según Noé, Cerro Azul se refiere a una formación geológica, un sitio arqueológico y uno de los murales, todos ubicados dentro de la región.
Hoy en día se puede acceder a cinco de los murales: Cerro Azul, Cerro Montoya, Limoncillos, Nuevo Tolima y Raudal del Guayabero. El equipo pudo documentar y describir dos murales diferentes en su artículo a los cuales no es fácil acceder. En Twitter y en un email a Smithsonian magazine, Ella Al- Shamahi defiende la posición de que es un nuevo descubrimiento. Ella dice que el documental muestra un mural diferente al famoso mural y sitio turístico de Cerro Azul.
Según Julián Niño, explorador y guía turístico de la región, la comunidad sabe de estos murales desde hace décadas. Él, como otros exploradores, ha logrado identificar al menos 40 murales diferentes en la Serranía de La Lindosa, incluyendo los que están abiertos al público y los descritos por el equipo arqueológico.
(Texto relacionado: Las PCR para viajeros internacionales: el derecho contra la ciencia)
“La comunidad ha visitado estos murales por más de 60 años… Yo vi los murales por primera vez cuando compré mi terreno hace 25 años”, afirmó don José Noé.
“Esto me hace sentir como si siguiéramos viviendo en tiempos coloniales. El programa de televisión y los artículos fallan en reconocer la existencia de nuestra comunidad”, dijo Frank Garzón, director de competitividad y desarrollo para la ciudad de San José del Guaviare. “Durante décadas esta comunidad ha sido quien cuida a los murales.”
Todos los miembros de la comunidad entrevistados para esta historia dicen que los grupos indígenas de la región siempre han sabido de los murales y los reconocen como parte de su herencia cultural. El Chiribiquete – lugar donde están los murales más grandes y antiguos – significa “cerro donde se dibuja” en Karijona, una lengua indígena que pertenece a la familia lingüística Caribe. Este idioma está a punto de desaparecer, de acuerdo con el gobierno colombiano; menos de 400 individuos lo hablan actualmente.
El arte rupestre en la Serranía de La Lindosa ha sido estudiado por décadas. La descripción más absurda de estas imágenes fue escrita por el cartógrafo italo-venezolano Agustín Codazzi quien, al recibir reportes de las imágenes, las catalogó como dibujos realizados por los soldados españoles durante la conquista.
En 1943, el etnobotánico Richard Evans Schultes fue uno de los primeros científicos en escribir sobre los murales y su significado para las comunidades indígenas. Schultes dejó muy claro en sus diarios que él no descubrió las pinturas, sino le dio el crédito a su guía un joven Karijona. El quedó tan impresionado con la región que la llamó “El taller de Dios”.
La primera evidencia fotográfica de los murales en la Serranía de La Lindosa fue tomada por el explorador francés Alain Gheebrant en 1949. Desde la década de los sesenta, ha habido al menos una docena de expediciones organizadas por diferentes instituciones académicas y gubernamentales.
(Le puede interesar: La pobreza y la tormenta: Iota en las islas)
Para uno de los co-autores del estudio, Jeison Lenis Chaparro-Cárdenas, el resultado del equipo relacionado que dató semillas fue ignorado, a pesar de las importantes implicaciones. Con la datación por carbono, el equipo pudo confirmar la presencia humana y determinó que la transformación de la selva amazónica empezó hace miles de años.
“La desinformación en los medios ocultó los resultados de nuestra investigación. Nosotros pudimos confirmar presencia humana en la región hace 12,000 años” dijo Chaparro-Cárdenas, un arqueólogo de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.
Pero, la presencia humana en la región durante miles de años no significa que las pinturas sean igual de antiguas, dice el profesor retirado de La Universidad Nacional Fernando Urbina, quien no estuvo involucrado en la investigación.
Los titulares en los medios de comunicación en diciembre del 2020 hicieron énfasis en las imágenes que posiblemente muestran megafauna extinta, animales como perezosos gigantes, mastodontes y caballos que vivieron en la región hace miles de años. Sin embargo, las interpretaciones de las pinturas siguen siendo debatidas y los análisis alternativos no se incluyeron en la mayoría de los reportajes en la prensa. Urbina, quien ha estudiado los murales desde la década de los setenta, sugiere que el arte rupestre de la región muestra la tensión y la violencia entre las comunidades indígenas y los conquistadores españoles.
“Yo creo que esos son los caballos de los conquistadores… Muchos de los murales muestran ceremonias, danzas y mitos”, dice Urbina. “Algunos también muestran el terror infringido por los europeos en América. En algunos de los murales hay imágenes de perros atacando y comiendo humanos”. (Los perros llegaron a la región con los conquistadores españoles.)
Para apoyar su teoría, Urbina cita una carta del explorador alemán Felipe Von Hutten, quien viajó a la región hace 500 años. En la carta escrita el 20 de octubre de 1535, Von Hutten le narra a su padre: “El 23 [Julio] [Pedro de] Cárdenas y trajo consigo a treinta indios a los que se les había encontrado el estoque y otras cosas del cristiano [referencia a Antonio Ceballos Sabala un conquistador que había desaparecido días antes en búsqueda de esclavos entre las comunidades indígenas]. Entonces el gobernador ordenó que estos fueran despedazados por los perros y repartió a los otros entre los cristianos.”
El equipo arqueológico discute las teorías de Urbina en su artículo. Ellos argumentan que en otros casos de arte rupestre en el continente, los caballos de los conquistadores siempre fueron dibujados con un jinete. Como los caballos en la Serranía de La Lindosa no tienen un jinete, el equipo sugiere que pudieron ser dibujados antes de la conquista.
El biólogo y explorador Patricio Von Hilderbrand, el director científico de la fundación Puerto Rastrojo, vivió en el Parque Nacional del Chiribiquete durante diez años y exploró la región extensivamente. Él ha podido observar varios murales y tampoco está de acuerdo con la teoría de la megafauna. Von Hilderbrand cree que las pinturas muestran a los animales nativos de la selva amazónica.
“Los animales que aparecen son los animales que se pueden ver en la región”, asevera Von Hilderbrand. Por ejemplo, él cree que la imagen del oso perezoso gigante en verdad es la imagen de un chigüiro (Hydrochoerus hydrochaeris), una interpretación compartida con el profesor Urbina.
El debate es un paso importante en el proceso científico. Después de todo, estas son teorías que necesitan más evidencia para ser confirmadas. Chaparro-Cárdenas ha hablado con Urbina desde que se publicó el artículo. “Gracias a las discusiones con el profesor Urbina podemos concluir que las imágenes muestran caballos”, explica Chaparro-Cárdenas. “Ahora necesitamos investigar más para descubrir si son los caballos extintos o los caballos de los conquistadores.”
En la Serranía de La Lindosa, los grupos indígenas fueron diezmados por la explotación de caucho y de pieles para luego ser desplazados por la violencia del narcotráfico. Sin embargo, existen reportes de comunidades indígenas no contactadas que siguen dibujando en los tepuyes, dentro del Chiribiquete y la reserva natural Nukak Makuk. Durante sus estudios en la región, el profesor Urbina entrevistó a un indígena que fue reclutado cuando era niño por el grupo guerrillero FARC. Cuando se escapó de la guerrilla, se encontró con un grupo indígena, que hablaba un idioma que él no reconoció, pintando un venado gigante en tupe dentro de Chiribiquete. Chaparro-Cárdenas dice que un líder espiritual Karijona le dijo “esas pinturas son un libro sobre nuestra historia, una historia que todavía se está contando”.
Las conductas y tensiones entre científicos y locales han cambiado desde que Schultes visitó la región. El antropólogo Luis Cayón escribió en su libro del 2013 Pienso, luego creo. La teoría makuna del mundo “Muchas veces, en diferentes lugares y años, varios viejos macuna me contaron que cuando eran niños y vivían en el río Popeyaka, el primer blanco que vieron en la vida fue el “doctor Schultes”. Decían Schultes era una persona muy tranquila y respetuosa con los indígenas y además les daba dulces y bombones a cambio de flores y plantas que recolectaban en la selva. El “doctor Schultes” participaba de los rituales, comía coca e inhalaba rapé, no se burlaba de sus comidas… y no perseguía a las mujeres”, un claro contraste con sus contemporáneos. A pesar de que Schultes nunca le dio crédito a sus colaboradores indígenas, muchos le recuerdan con cariño y algunos, como Oscar Romualdo Román Jitdutjaaño (Enokakuiodo), se convirtieron en expertos en la flora del Amazonas.
Hoy la comunidad de La Lindosa se ha vuelto aprensiva de los científicos que “vienen, recolectan, estudian y se van para nunca regresar y compartir sus resultados con nosotros”, dice Garzón. “¿Cuánto crédito les han dado a los guías locales que reciben y llevan a los científicos a ver los murales?”
“Todos están interesados en la preservación de los murales y la conservación de la biodiversidad del Guaviare. Necesitamos investigadores que estén dispuestos a compartir sus resultados con nosotros, que estén dispuestos a enseñar a nuestra juventud su experiencia y experticia… en últimas nosotros somos los guardianes de este territorio”.
Julián Niño espera que la reciente atención en los murales pueda “traer nuevas oportunidades para la conservación ambiental y el turismo en el Guaviare, nuevas oportunidades que beneficien a toda la comunidad.” Niño, como muchos otros guías, ha llevado a muchos científicos nacionales e internacionales a los lugares que estudian, sin recibir crédito o reconocimiento.
“Las personas que vienen a investigar tienen que involucrar más a la comunidad, empoderarnos, enseñarnos a investigar,” dice Niño. “Nosotros queremos participar en la exploración de nuestra cultura y territorio.”
Nota del editor, Agosto 10 del 2020: Esta historia ha sido actualizada significativamente para reflejar diferencias de opinión sobre la novedad del sitio arqueológico donde están ubicados los murales. Hemos decidido agregar información que clarifique la geografía de la región y un link con la crítica a esta historia por parte de la documentalista y periodista Ella Al-Schamahi.
*Santiago Florez, antropólogo, magíster en educación ambiental y artista. Especializado en educación, sostenibilidad y temas culturales. @rflorezsantiago