Cuidemos Medellín

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El deterioro de la confianza social en Medellín a causa de ese persistente discurso simulador nos ha distraído de nuestra habitual manera de ser.

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Hablemos del que es quizás el pegamento social más importante y al mismo tiempo el más frágil. La confianza ha sido uno de esos valores paisas importantes en nuestro imaginario social, en nuestra vida cotidiana y en la manera en la que nos percibimos unos a otros y construimos nuestras relaciones vitales. Pese a que somos una sociedad marcada por múltiples formas de violencia, a golpe de voluntad y esperanza, mantenemos la confianza como una apuesta por los otros. Puede que en esa memoria cultural del esfuerzo y el trabajo se encuentre la confianza como el instrumento principal del que dependemos todos para seguir adelante. Y es que el paisa confía, sin ingenuidades, tanto en su vecino, como en un futuro de progreso en el que tanto esfuerzo y trabajo valdrá finalmente la pena. Así, muy intuitivamente, la confianza es la verdadera joya de la corona para una sociedad como la nuestra. Pero el detrimento de ese poderoso valor es visible en los últimos años.

Dentro de los múltiples daños que un mal alcalde puede hacer, como es nuestro caso, están los que golpean fuertemente el sustento de todo valor público. La confianza no solamente es un valor útil para la vida cotidiana, sino que representa la posibilidad de que en una sociedad concreta los ciudadanos y los distintos sectores construyan e interactúen con propósitos comunes. Dicho de otro modo, la confianza entre los ciudadanos asegura por lo menos dos cosas: un terreno abonado y fértil para el progreso y un lenguaje de reconocimiento mutuo que permite acercar capacidades y necesidades. La confianza, también, es condición necesaria para el diálogo social. El detrimento de este insumo ciudadano se produce, entre otras formas, por la construcción de un enemigo, como lo ha hecho el alcalde, y la promoción de un lenguaje de acusación calumniosa e insultante que simula una crisis y nos invita a que los unos desconfiemos de los otros. Sobra referirnos a los consabidos ataques del alcalde, por ejemplo, a ciertos sectores empresariales que ha mostrado como enemigos de la ciudad. Ataques, también, a ciudadanos que se le oponen y que no tarda en presentarlos como enemigos de los pobres. Es la vieja dialéctica de amigos y enemigos que hace de la política un campo minado.

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El deterioro de la confianza social en Medellín a causa de ese persistente discurso simulador nos ha distraído de nuestra habitual manera de ser. Confiar en el otro, confiar en el futuro, confiar en nuestras capacidades y empuje, confiar en el vecino, en la empresa, en los profesionales, en la ciudad, en la administración de lo público, en las instituciones, en los colaboradores, en nuestra solidaridad con los más vulnerables, en la palabra empeñada, en un mejor mañana y en que otros confían en nosotros debe ser lo que defendamos en todo momento. Restaurar ese poderoso valor paisa de la confianza y no permitir que crezca la cizaña es un trabajo urgente y necesario para cuidarnos los unos a los otros y no los unos de los otros, tal y como ha querido la actual administración de la ciudad. En todo caso, con todo y estas dificultades, los paisas sabemos y confiamos en que así será. Recuperaremos la confianza, nos cuidaremos entre todos.

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*Luis Bernardo Vélez Montoya, médico cirujano, de la Universidad de Antioquia, presidente del Concejo de Medellín @luisbernardov

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