De la deshonestidad y otros estudiantes

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Llegados a los exámenes afloran en nuestros profesionales los futuros políticos, funcionarios y empresarios corruptos.

En un país donde la corrupción es la noticia, hoy quiero presentar el portal plagios.org, una iniciativa de gente decente para construir un país decente en medio de las difíciles circunstancias que eso significa hoy en día. Cuando me puse en contacto con ellos, como académico preocupado por esta situación, para felicitarlos y ofrecer mi colaboración en lo que pudiera, me respondieron:

“En estos diez años de existencia de PlagioSOS, es primera ocasión que un grupo de docentes universitarios expresa o manifiesta dicha intención. En varios otros momentos, se han dirigido a nosotros para insultarnos y descalificarnos debido a las denuncias públicas de plagio que realizamos a través de la presentación de los estudios de caso del blog PlagioSOS”.

El caso específico que me llevó a contactarlos se dio a raíz de la mezquina y amañada interpretación de un directivo al decir “el plagio es relativo” y el cambio de nota en un examen para un estudiante consecuente con esa posición. Y es que el ‘privilegio’ no es solo para Jerónimo Uribe al pagarle a J.L. y digo J.L. para no terminar con demandas como Gonzalo Guillén; el privilegio es el espacio de oportunidad para los incapaces de reconocer el error.

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Tomado de La Silla Vacía

Ya cuando el error es presentado por Walter Benjamin como el espacio de la ‘oportunidad’, como el espacio del aprendizaje (como compartimos en columna anterior), se dibuja el problema que tenemos como sociedad ‘exitosa’: reconocer el error se ve como una debilidad, no como una oportunidad. Bajo la lógica institucionalizada del “tape, tape”, los errores no se investigan en este país, de forma que se evita asumir las consecuencias, y, por ello, se pierde la oportunidad del aprendizaje. No hacemos experiencia de los errores y, en consecuencia, no aprendemos. Por el contrario, el otro, el que denuncia, siempre es el culpable. Y he ahí la pepa, el corazón del problema: una sociedad de jueces morales que desconocen la naturaleza humana y simplemente se eleva para ponderar virtudes públicas y vicios privados, una herencia españolísima.

Ante el dicho de “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, este país busca simplemente ‘chivos expiatorios’. Una amiga docente universitaria, Lesly Dayanna Gutiérrez, me comentó el caso que le pasó hace un par de semanas, cuando una estudiante perdió hasta recreo y la progenitora de este angelito la llamó indignada por no haber dado ‘oportunidad’ y estar coartando ‘el derecho a la educación’ que le atañe a su hija. Muy paciente, Lesly puso en altavoz la llamada y esperó a que terminara la cantaleta. Ante la solicitud de ‘oportunidad’, pactó con la madre trabajadora – quien invierte su esfuerzo físico y mental en abrirle un espacio de ‘oportunidad’ a su hija para un futuro mejor – un compromiso: cuando ella llegue en la noche a casa le pida a su hija que envíe las siete actividades desarrolladas en clase (no era trabajo extra) y ella simplemente le cambia la nota por un cinco (en la escala que se emplea es la nota máxima). Perfecto. No tengo que contarles cómo termina la decepción de la madre al encontrar que ha invertido su tiempo en conseguir recursos, pero el tiempo le ha entregado como producto una mentirosa.

Latinoamericanamente, hemos transformado la ‘oportunidad’ en “oportunismo” y como sociedad vamos rumbo al fracaso si no enderezamos: el sitio para ello está en el proceso educativo, el cual depende del respaldo de directivos e instituciones (con lo cual ya sabemos que no lo vamos a enderezar).

Esta semana califiqué exámenes y me encontré con un evento que ha de permitirme un lugar en la historia de la ciencia: cuatro estudiantes (tres hombres, una mujer) entregaron cuatro exámenes idénticos y uno de ellos ha insistido reiteradamente que “sinceramente no se (sic) que (sic) paso (sic) con mi trabajo ya que yo no conosco (sic) a las otras personas que menciona en el correo”, y paso seguido me pide que “le colabore”.

He tenido la fortuna de recibir una educación de calidad mundial de mis docentes de pregrado en la Universidad Nacional de Colombia, particularmente la maestra Mary Falk de Losada, el maestro Alberto Campos y el maestro Fernando Zalamea en el área de la lógica y la matemática. Esto me ha permitido formarme como científico de datos sociales y procesar millones de datos muy diversos y en escenarios complejos, de forma que entiendo que la probabilidad de alienación cósmica que ha permitido que un sujeto que no se conoce con otros tres haya logrado escribir letra a letra, cifra a cifra, e imagen a imagen (porque venía con gráficas) es prueba fehaciente del fenómeno relatado por el hombre ciego de las letras argentinas sobre Pierre Menard.

Como he sido formado en que para aprender desde la duda es necesario abrir el co-razón, como el propio Zalamea ha señalado en sus escritos, y entender lo que el fenómeno experimentado por este estudiante nos propone como docentes y ciudadanos, me permito adelantar estas cinco ideas que componen un inventario para un des-razonamiento:

1. que yo simplemente debo ignorar el hecho de que cuatro estudiantes entreguen el mismo trabajo, a la luz de un fenómeno cósmico que se repite contradiciendo las leyes de la lógica, como en la tesis de las ‘manzanas podridas’ en las Fuerzas Armadas colombianas;

2. que el sujeto no es capaz de reconocer las faltas y asumir las consecuencias de las mismas, porque hay ‘escenarios culturales diversos’, como en el caso de Luis Bedoya que, antes de tomar el avión rumbo a EEUU, afirma su inocencia y anuncia su viaje para demostrarlo, y cuando aterriza se declara culpable, dado que una cosa es Colombia y otra Estados Unidos;

3. que lo único que importa es una calificación, una nota, todo lo demás es secundario, porque esa ya es la lógica imperante a nivel global y debo aceptarla, como nos muestra la columna de Sandra Castillo respecto a Trump y los trumpistas;

4. que por una constelación de coincidencias tres personas en el mismo tiempo y contexto escribieron un trabajo igual al entregado por el estudiante, seguramente porque existe algún tecnicismo que se me escapa, como el mismo directivo ya me hizo saber que no moverá un dedo para investigar a los estudiantes o como todo lo que vemos de nuestro ‘sistema’ de justicia colombiano;

5. que no se están formando profesionales íntegros, éticos, sino sujetos que piensan que, al negar la realidad, las demás personas simplemente les van a creer las mentiras, y eso es lo que realmente terminamos haciendo: aceptando que la realidad que nos venden, más aún la ‘nueva normalidad’, parece más real que lo que pre-sentimos en el corazón.

Si escribo el artículo científico: “La relatividad del plagio, la copia y otros fraudes mediante el cálculo de la probabilidad de un evento cósmico único”, seguramente me mereceré el Nobel de la ciencia absurda.

*David Camargo, docente asociado Universidad Antonio Nariño, científico analista de datos, asesor en políticas públicas con doctorado en el área de reconstrucción centrado en consecuencias de la guerra sobre la propiedad de la tierra.

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1 COMENTARIO

  1. Qué barbaridad, que no les creas a tus estudiantes! ¿Qué clase de profesor eres? Qué ser humano tan deshumanizado…!!! En cierta época se graduaban de sus cursos miles de estudiantes con el único sustento de un decreto del gobierno que prohibía la reprobación escolar. Y tú quejándote. Aunque hablando aquí entre nos… Cómo demostrarías que el error existe?

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