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“El Estado Democrático debe aplicarse a servir a la mayoría y procurar a todos, la igualdad delante de la ley, debe al mismo tiempo protegerse contra el egoísmo y proteger al individuo contra la arbitrariedad del Estado. Pericles (495 a. C.-429 a.C. Estadista griego).
“Sin duda la democracia es el tesoro más preciado de la política. ¿Quién la cuestiona? El hecho de que todo tipo de regímenes dudosos se autoproclamen democráticos prueba la fuerza retórica y moral de la idea de que el poder debería estar en manos del pueblo (en griego, kratos= “poder”, demos= pueblo; literalmente, “poder del pueblo”). Nadie duda de que se trata de un valor universal bueno para todo el mundo. Tan bueno, de hecho, que algunos Estados han llegado a considerar su exportación como un objetivo legítimo de su política exterior”. Adam Swift. (1961. Filósofo político y sociólogo inglés).
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Recientes informes de entidades que se ocupan de medir a nivel mundial el grado de democracia que existe en cada país, a través de una serie de indicadores, han observado que ha venido bajando el número de Estados con una democracia plena y el aumento de los Estados Autoritarios, que no dejan de autoproclamarse democráticos. Nuestro país, Colombia, ocupa el puesto 53 en esa lista de 167 países. Se ubica en lo que el mismo índice denomina de “democracias deficientes”. Lo que llama más la atención es que el porcentaje de países con la clasificación de “Régimen Autoritario” es el de mayor número de Estados (59 con 35.3 %) mientras que los de Democracia Plena son solo 21 (12.6%). De tal manera, que la Democracia como sistema de gobierno ideal, viene perdiendo terreno en el contexto mundial.
La democracia como sistema político de gobierno tiene en la historia universal un lugar de increíble presencia pues se necesitaron casi 1.500 años para que volviera a aparecer como ideal de gobierno. Naciendo en Grecia en el siglo VI a. C., sólo hasta los siglos XVII y XVIII se volvió a hablar del asunto desde luego acompañado de o propiciando profundos procesos que rompieron lo que se denominó “antiguos regímenes” (ancien régime) como lo fueron la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa.
La filosofía política de la modernidad le dio toda la armazón que produjo la proclamación de los derechos humanos universales (que fundamentó o constituyó la base filosófica y misional de la ONU). Sin embargo, la Democracia como ideal político sufrió en la Modernidad y en la contemporaneidad duros embates ideológicos, por ejemplo, del marxismo que la denominó “democracia burguesa” y opuso su propio concepto de “Dictadura del Proletariado”. La lógica adversarial era que la democracia no era sino una fachada de la dictadura burguesa que habría que reemplazar por la dictadura del proletariado hasta llegar a la sociedad comunista en donde el Estado desaparecería. Esta concepción de cuño Leninista, prácticamente perdió su fuerza ideológica con la desaparición de la Unión Soviética y tal vez China y uno que otro Estado la enarbolen, pero el entendido es que es una concepción desueta. El régimen chino es un régimen económico capitalista, con un régimen político comunista de partido único, de cuño absolutamente autoritario.
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Asistimos, entonces, a una paradoja: que el ideal del logro de una democracia plena retrocede en términos fácticos o sea de realidad y lo que se observa es la progresión de los Estados Autoritarios. La tentación autoritaria, por ejemplo, en América Latina, se ha fortalecido con el ropaje de regímenes progresistas que no son más (algunos) que dictaduras justificadas ideológicamente por una pretendida izquierda, que dejan muchas dudas y con claros y dolorosos fracasos en la economía de tales países y empobrecimiento de sus poblaciones. A ello se suma las dictaduras de derecha, populismo hirsuto, como en el caso de El Salvador.
La democracia colombiana tiene todavía muchas falencias y no ha habido la suficiente voluntad política para mejorarla, seguramente por cálculos electorales de quienes tradicionalmente han detentado el poder. Lo peor que puede ocurrir es que las fuerzas progresistas terminen adoptando los mismos procederes de quienes fuertemente criticaban. Creo que el propósito no es estar juzgando quién es demócrata o quién no. Aquí aplica aquella sentencia evangélica de “criticar la pajilla en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”.
Especialmente el Centro Político debe tener claro no sólo la defensa de la democracia sino su avance, que no se queda en una democracia electoral, sino que se amplía hacia lo económico, lo social y lo ecológico.
Sorprende (y de ahí da origen a la “lectura oculta”) la propuesta del presidente Petro de convocar a una Asamblea Constituyente, que debe resultar de un gran pacto transformador (como ocurrió en 1991), porque para reformar la Constitución política no hay necesidad de tal convocatoria con su prolijo trámite. Si se trata de perfeccionar la Constitución Política de 1991, pues basta presentar un proyecto de Reforma Constitucional al Congreso. La Corte Constitucional ha advertido que no hay posibilidad de sustituir la Constitución por vía de cualquiera de los mecanismos previstos de reforma. Por tanto, sólo sería una ruptura institucional muy fuerte la que llevaría o debe llevar a esa situación. Inclusive la pretensión de reinstaurar la reelección presidencial inmediata, si acaso eso fuere el propósito, corresponde a una Reforma constitucional de los artículos correspondientes que la prohíben.
La Democracia como ideal político realizable debe ser el escenario para terminar de construir, para alcanzar esos indicadores (más de 60) que para el índice de Democracia constituye una democracia plena Ése sí sería un gran Acuerdo Nacional a proponer. Preocupa que Colombia haya descendido dos puestos en el Índice de Democracia entre 2022 y 2023. Entonces no nos podríamos proponer como Nación perfeccionar nuestra Democracia y ponernos de acuerdo en lo que hay qué hacer más allá de los pequeños cálculos políticos que ensombrecen nuestro futuro y darles a nuestras nuevas generaciones una segunda oportunidad sobre la Tierra.
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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.