Desafío: el elogio de la desigualdad

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“En lugar de destruir la igualdad natural, el pacto fundamental, por el contrario, sustituye la desigualdad física que la Naturaleza pudo haber establecido entre los hombres, por una igualdad moral y legítima. Los hombres pudiendo ser desiguales en fuerza o talento, se hacen iguales por convención y por derecho. El Contrato Social. Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”. Mateo 13:12

(Lea también: Trumpismo ordinario)

Si hay un programa de televisión que refleje bien nuestra Colombia de hoy es el Desafío, The Box, de Caracol Televisión. Reproduce bien nuestra desigual sociedad. La desigualdad de oportunidades.

Hace casi dos años, tenía una columna en el Blog de Ciencias Sociales del diario El Espectador, en la cual escribí exactamente sobre este mismo tema en referencia al programa de marras (Se tituló: El Efecto Mateo) que vuelve y se repite. El programa es una fiel exposición del capitalismo salvaje. “Al que gana se le da más y al que le pierde se le quita todo”. A esto se llama el Efecto Mateo y hace relación a, con base en el famoso versículo del evangelio según San Mateo que encabeza el epígrafe de este artículo, esa pretensión de asignarle al famoso el valor de la verdad por serlo. Pero posteriormente se utilizó para identificar condiciones de desigualdad, especialmente en aquellas situaciones en donde los ricos se hacen cada vez más ricos y consecuentemente los pobres más pobres. Cómo se puede observar en tal programa, se compite en enorme desventaja, no hay un mínimo garantizado para estar en condiciones de competir con igualdad y el programa parece solazarse en la dicha de unos y las desgracias de otros: Igual pasa en nuestra sociedad, en la reproducción permanente de condiciones de desigualdad.  Que tienden a naturalizarse (¡de malas!).

Pero hay más. El sentido de justicia que se aplica a los competidores participantes de este programa televisivo, se basa en un concepto arcaico. La falta de una persona la paga todo el grupo al cual pertenece. Como la justicia romana de la Antigüedad de “diezmar”, o sea castigar a los pueblos conquistados ejecutando a uno de cada diez miembros de esos pueblos para producir en ellos el efecto de dominio y victoria arrasadora, basada en el terror y el temor.

Pero no es mi propósito hacer una crítica de un programa de televisión, su mención es sólo en la medida en que el reflejo perverso de una sociedad de alguna manera se exalta y se convierte en paradigma de triunfo. “Así son las cosas”. El que gana se lleva todo, partiendo de condiciones desiguales, lo que desafortunadamente ocurre en nuestra sociedad.

Pero hemos avanzado en la búsqueda de igualdad de oportunidades a lo largo de muchas décadas. Hoy tenemos una Colombia menos desigual, pero con unos baches de inequidad muy serios todavía, en algunas regiones, e inclusive camuflada en algunas de nuestras grandes ciudades. Desde luego la educación ha sido y es una de las primeras formas y procesos de crear igualdad de oportunidades, necesaria pero no suficiente. Acompañada no sólo de los elementos intrínsecos (calidad, cobertura y respondiendo a las características de cada región y sus necesidades) sino de alimentación adecuada para el desarrollo de personas sanas y con capacidad de aportar a la sociedad.

(Texto relacionado: Radiografías)

En este sentido creo que el cambio es mas de políticas adecuadamente concebidas y sobre todo debidamente ejecutadas, antes de creer en leyes demiurgicas (milagrosas). Algunas de las cuales, como propuestas, tenderían a desbaratar lo que existe y funciona, con un gran prejuicio ideológico de base. El Estado debe tomar la iniciativa, no sólo lo de “corregir lo que el mercado no hace bien”, sino como señala la economista Mariana Mazzucato, yendo más allá actuando y creando valor. Creo que un amplio programa de atención primaria puede montarse como una política de atención que no necesita de acabar con el aseguramiento como existe hoy y funciona, claro con algunas falencias que una dirección de políticas correctas puede a su vez corregir las deficiencias desde un Ministerio de Salud que perdió su capacidad de orientar la acción en salud.

El desgaste de hacer aprobar nuevas leyes, cuando ya existen normas que permiten direccionar un rumbo al cual se quiere seguir de prevención en salud y atención universal predictiva y resolutiva, no necesita nuevas normas, que como ya dijimos retrotraen a experiencias pasadas que no ofrecieron los resultados esperados y no permiten dirigirse estratégicamente hacia aquellos sectores poblacionales marginales o de regiones apartadas que requerirían formas diferentes de intervención como son las “misiones” que propone la economista citada, por ejemplo. (v. Misión Economía).

Creo que esto que se dice aquí es una salida más interesante que simplemente agitar las calles para forzar la aprobación de reformas que parecieran ser “milagrosas”, las cuales demandan mucho tiempo y el desgaste es evidente y el tiempo corre. Ponerse a pensar en hacer ya y gobernar es mucho más productivo que agitar el cotarro. Bueno esto supone que haya funcionarios al mando con claridad en lo que hay que hacer y de alguna manera adelantarse a lo que comúnmente ocurre: “apagar incendios” o sea cuando los problemas de siempre emergen. Este es el secreto mejor guardado y conocido por todos y poco usado, porque la realidad se impone y acaba con las ilusiones y vienen…los desencantos.

Coda: Una polarización política como la que se está incrementando de parte y parte en Colombia, es un terreno absolutamente peligroso y desalentador para quienes desde posiciones democráticas quieren cambios no hacia el pasado ni hacia aventuras populistas. Esta “licuadora del Centro” no puede alinderar las posiciones de quienes creemos en salidas democráticas porque terminamos en donde no queremos estar. Pero si se deja arrastrar hacia allá: Apague y vámonos (claro que quedarse aquí sin remedio, tocaría más bien).

(Le puede interesar: La flor perenne de la violencia)

*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.

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