Destrucción adrede

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Circulan por las redes venezolanas videos sobre la destrucción de algunas de las  sedes de la Universidad de Oriente, en nuestro país.

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La UDO, que así conocemos,  es una universidad pública creación de la democracia. De la misma han salido en los últimos 55 años infinidad de profesionales, médicos ingenieros, contadores públicos, administradores entre otros profesionales -muchos hoy por el mundo regados- que siempre pusieron lo mejor de sí para ayudar al crecimiento del país y hoy ven con estupor, como nos pasa a todos, la forma como la “revolución” que actúa en nuestro país, con sus sedes acaba.

A cualquier persona que desconozca los intríngulis de la política venezolana seguramente le resultará sorprendente que un gobierno que se afirma de izquierda y revolucionario, sea capaz  de destruir un centro educativo público donde es el Estado quien asume el pago íntegro de los estudios de quienes a él asisten. Quizás lo que de alguna manera de seguida describiré pueda poner en perspectiva la naturaleza del proceso venezolano.

El chavismo-madurismo que ha gobernado Venezuela los últimos 24 años desprecia la educación. Lo evidencia el hecho de que tiene sometido a salarios de hambre a los educadores de todos los niveles. Al hecho de que pretende sustituir a maestros de primaria y profesores de bachillerato con estudiantes, así como  a la circunstancia que ha reducido el tiempo de estudio de bachillerato a dos días a la semana, en tanto que ha limitado hasta el límite del ahogo, el presupuesto de las universidades públicas autónomas mientras privilegia el de las universidades que controla políticamente donde, forma profesionales seguramente especializados en Marx y Engels pero no en teoría del derecho o cirugía, por solo citar dos ejemplos.

El escenario que describo, digno de unos bárbaros -y nunca una expresión estuvo mejor utilizada- es el de la educación venezolana diseñada por quienes han gobernado Venezuela este siglo, unos que alguna izquierda reconoce como propia pero eso sí, no repiten su accionar en sus respectivos países, ni más faltaba.

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La situación de nuestra educación sólo será posible revertirla cambiando el gobierno, no hay de otra. El cambio requerirá de todos los actores una conducta radicalmente diferente.

El gobierno deberá destinar los fondos para ello así como deberá implementar políticas fiscales que permitan a los particulares compensar impuestos con inversión en infraestructura universitaria; los profesores -aun los jubilados- deberán dar un paso al frente para cubrir las vacantes existentes. El horario de las clases, en primaria y bachillerato,  deberá ampliarse por sobre los 180 días que están previstos, en tanto que deberá reactivarse el plan de becas Gran Mariscal de Ayacucho para enviar a nuestros mejores cerebros a que fuera de nuestras fronteras se formen y regresen luego al país a contribuir con su desarrollo. Sí eso entre otras cosas  hacemos,  todos habremos puesto nuestro grano de arena para volver a convertir a nuestra educación, en el mecanismo válido e idóneo para el ascenso social como lo fue en la democracia.

La estrategia desarrollada en Venezuela durante estos tristes tiempos que vivimos es clara. Mientras menos preparados y más dependientes los venezolanos sean del poder, este pretende garantizar su permanencia en los destinos públicos.

Bajo el escenario descrito cada día que la barbarie continúe en Miraflores es, en nuestra actual situación, un día perdido para la educación. En esas condiciones, estamos obligados a revertir el próximo 2024 esa situación para iniciar la recuperación el 10 de enero del 2025 cuando se inicie el nuevo período presidencial. A esa esperanza nos aferramos.

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*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural

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