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Lo que uno observa desde afuera este año 2023 es que el ambiente electoral es similar al del año 2015.
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Corría el segundo semestre del año 2017 en Venezuela; en el país se acaba de celebrar una elección para Asamblea Constituyente y se preparaban elecciones regionales, en tanto que ya se hablaba de elecciones presidenciales para abril del año 2018. Para ese momento, los actores políticos que ocupaban –como hoy- las posiciones de poder, estaban dispuestos a concurrir a cualquier evento que se convocare, en tanto que sus adversarios giraban entre eso o la abstención.
Fue así como el 30 de julio de ese año la constituyente que ni un solo artículo discutió fue elegida solo con votos de simpatizantes gubernamentales en tanto que, respecto de la elección regional –a gobernadores de estado y parlamentos regionales- celebrada ese mismo año, en la cual, según las encuestas era posible un importante triunfo opositor, como consecuencia de la dicotomía participación-abstención, las expectativas no fueron cumplidas para ellos. Inclusive se llegó al extremo de que uno de los candidatos opositores ganadores, se negara a juramentarse ante esa constituyente, obligando a realizar nuevas elecciones que el gobierno ganó.
Por su parte, nuevamente el año siguiente, en mayo –que no en abril como inicialmente se había previsto- se celebró la elección presidencial y, con vista a la abstención de buena parte de la oposición, el señor Maduro repitió en Miraflores.
Como se observa de la reláfica precedente, las características comunes en todos los tres eventos fue abstención y división de opiniones, lo que ciertamente, pareciere no ocurrir este 2023.
De lo que uno observa de lo que ocurre en Venezuela, puede concluir que el gobierno, con certeza irá a cualquier evento electoral que se convoque pues ajusta la institucionalidad que decidirá la misma a sus intereses. Más a diferencia de lo que ocurrió a partir del año 2017, la oposición hará en esta oportunidad lo propio, lo que sin duda preocupará a sus adversarios.
Estos no olvidan el año 2015 cuando la oposición, toda ella, decidió enfrentar electoralmente al gobierno para la elección parlamentaria y le ganó el 75% de las curules en juego. Aun cuando por vía judicial, prevalido de distintas marramucias, logró reducir la diferencia para finalmente inhabilitar el accionar de la mayoría electa, generando con ello una crisis institucional -que también a nivel parlamentario se mantiene a esta fecha- puesto que aún algunos países solo reconocen como parlamento vigente al elegido ese año.
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Hecha esas precisiones, lo que uno observa desde afuera este año 2023 es que el ambiente electoral es similar al del año 2015, vale decir el de una absoluta disposición de participar en cualquier comicio que se convoque.
Ciertamente, algunos que siempre lo han hecho, insisten en criticar a quienes han variado sus estrategias en el curso del tiempo, lo cual, respetuosamente creo es una torpeza pues el que esté exento de culpa, desde los tiempos bíblicos, puede lanzar la primera piedra pero lo cierto es que con ella, nada beneficioso logrará.
La decisión de participar que uno observa en Venezuela lleva a observar lo que el gobierno hace.
Ha designado este, a través de los diputados electos el 2020 un nuevo Consejo Nacional Electoral, presidido por quien ha sido militante del partido que rige los destinos del país, diputado electo en sus planchas, contralor y ahora rector del ente comicial, luego de inhabilitar en su anterior función a activistas políticos contrarios a su pensamiento, tal como lo hicieron desde el 2005 sus predecesores.
Esa designación -así como la de otros miembros del partido de gobierno para integrar como suplentes el órgano electoral venezolano- algunos sancionados por Estados Unidos, tiene un solo y claro objetivo, generar abstención en el elector, ni más ni menos, lo que, por suerte, pareciere no haber conseguido pues los candidatos opositores y las organizaciones que les respaldan siguen en su trabajo político.
Mientras eso ocurre, en el gobierno evalúan la conveniencia de anticipar las elecciones presidenciales o en su defecto organizar una mega elección que incluya parlamentarias, regionales y municipales, independientemente de si eso vulnerare o no la ley dado que, en el caso, venezolano, esta se ajusta, indefectiblemente, al interés de quienes gobiernan.
Bajo ese escenario, quienes adversan el accionar del equipo gobernante en Venezuela, parecieren estar claros que toda la institucionalidad del país hará lo necesario para evitar lo que al día de hoy -según concluyen la gran mayoría de las encuestas- será una inevitable derrota gubernamental. Más para que ello ocurra deben cumplirse, indefectiblemente, ciertas condiciones, a saber: que exista la menor dispersión de voto, se tenga plena representación en las mesas de votación, se concurra a votar masivamente, se tengan en mano la totalidad de las actas con los resultados y finalmente, que la fuerza armada haga respetar el resultado si este es desconocido.
Quien me lea pensará que bajo esos parámetros es imposible obtener victorias y solo diré que algunos, en distintas circunstancias, las han visto más difíciles y lograron su objetivo.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural