Dos agostos y un octubre

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Hay que cambiar la concepción de honor en el territorio colombiano. Si un Estado no logra proteger a sus líderes, éste se convierte en un cómplice más.

Existe entre líneas una particularidad en la palabra “honor”. Es fácil relacionarla con guerreros; se cree que es requisito para el combate. Pero en su significado está implícita la moral, una línea de rectitud y obligación de hacer lo correcto. Así, alguien honorable no puede alardear de serlo con un arma en la mano, sino demostrarlo con acciones de paz. Y producto de esta idea es necesario aclarar que el honor en Colombia no está en fuerzas armadas sino en líderes sociales quienes hoy aún siguen siendo masacrados.

Michel Forst, Relator de Naciones Unidas, sostuvo en febrero de este año que Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para la defensa de los derechos humanos. Las cifras solas no muestran la tragedia humana que hay detrás de cada caso. Por eso un grupo de columnistas, hemos querido recuperar los rostros y las vidas de algunos líderes asesinados, y contar la historia de tres de ellos.

Esta es la voz del 2017 en el que tres líderes sociales fueron asesinados en Colombia, dos en agosto y uno en octubre.

En el municipio de Puerto Nare, Antioquia, vivía hace ya 25 años uno de los líderes más importantes en la lucha y defensa de la comunidad y el medio ambiente llamado Luis Edilson Arango Gallego. Luis, luego de 20 años de trabajo siendo comerciante de productos lácteos y agrícolas, emprendió un nuevo proyecto llamado Parque Ecoturístico La Soná. Este espacio se destacó por sus recorridos ecológicos, alimentación y zonas de camping que Arango promovió para fomentar el turismo en la vereda Peña Flor de Puerto Nare. Una de sus preocupaciones más grandes era la defensa del Río Samaná.

Celsia, empresa de energía de la cementera Argos, tenía en mente el proyecto Porvenir II, una hidroeléctrica que tendría influencia en los municipios de San Luis, San Carlos, Caracolí y Puerto Nare del departamento de Antioquia. El proyecto requeriría la inundación de 975 hectáreas alrededor del río Samaná, atentando contra el bosque nativo y las plantaciones madereras, a lo que Luis Edilson se opuso. El pasado primero de agosto de 2017, fue asesinado con cinco disparos mientras iba en su moto por el sector rural, Los Filtros. Fue encontrado muerto en la madrugada del 2 de agosto por su esposa e hijo.

Manuel Ramírez Mosquera fue un líder del Consejo Comunitario, La Nueva, en Riosucio, Chocó. Fue conocido por luchar por la tierra, oponerse al Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y por la defensa de los derechos humanos de su comunidad. El 17 de agosto de 2017, fue asesinado frente a los ojos de su hermano, en un sector llamado La Grande por integrantes de la AGC.

Cuando detuvieron la lancha en la que iba, arremetieron contra la vida de Manuel mientras a su hermano le decían “el problema no es con usted”. Luego de que su líder fuera asesinado fue cuestión de tiempo para que las familias que residían en La Nueva deshabitaran el lugar; ahora se dice que La Nueva está custodiada con retenes puestos por las AGC.

Este hecho no es aislado ya que, mientras Manuel ejerció como presidente del consejo comunitario La Nueva, a orillas del río Truandó en Riosucio, Chocó por aproximadamente nueve años, tuvo varias confrontaciones con grupos armados porque o querían ventas y arriendos de parcelas de territorio para el cultivo ilícito o reclutaban inhumanamente a las mujeres del lugar para unirlas a las filas de combate. Luego de que en el 2016 las FARC dejara el territorio, paramilitares y guerrilleros entraron en disputa cerca a la cuenca del río Truandó y, como Manuel se opuso, se convirtió en objetivo paramilitar.

El 5 de octubre de 2017, sicarios entran a la casa del líder comunitario de 37 años, Jorge Luis García Berrio, ubicada en el Sector 3 de Junio, de Cartagena y lo asesinaron con múltiples disparos y puñaladas.

Jorge Luis era enfermero y presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Nelson Mandela, que nace como zona de invasión sobre lo que antiguamente fue un basurero. Debido a ello, el líder luchó para que el lugar pudiera gozar de servicios públicos y vías pavimentadas. Además, gestionó alianzas con autoridades locales enfocadas a niños en estado de vulnerabilidad.

A pesar de que la zona era prácticamente nueva, se asentó una banda de microtráfico delincuencial llamada “Los Ronda”. García se dispuso a denunciar la presencia de sitios de expendio de droga en su barrio, pero al parecer esto no fue del agrado de los criminales. Después del asesinato de Jorge Luís, líderes y lideresas se manifestaron exigiendo el esclarecimiento del crimen. La policía de Cartagena pudo identificar a los atacantes, pero no los pudo capturar.

Hay que cambiar la concepción de honor en el territorio colombiano; no se puede seguir idolatrando a quienes promuevan violencia y odio sobre corazones que ya han sufrido por esto. Es como si se burlaran del dolor ya vivido. Los líderes sociales asesinados luchan con la palabra, con ideales, con la fuerza de la esperanza. Creen en la naturaleza como Luis Edilson, en el diálogo como Manuel y en el progreso como Jorge Luis. Si un Estado no logra proteger a sus líderes, este se convierte en un cómplice más. #LaHuelllaDeLosLíderes

*Alejandra Sánchez, estudiante de comunicación social y periodismo.

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