El bibliotecario Willy

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El bibliotecario Willy al parecer se ha reinventado y sigue enfundado en su bata blanca organizando libros.

Hace una década encontré en la biblioteca Alejandro Galvis de Barrancabermeja – que en estos días abre nuevamente sus puertas al público, después de una perpetua remodelación interrumpida por la peste de este siglo -, un libro del escritor Octavio Paz, llamado amor y erotismo (la llama doble) uno de los mejores ensayos que le he leído al poeta mexicano, lo devoré en dos tardes. Era tan buen ejemplar que al cerrar la contracubierta tomé la firme resolución de robarlo.

Lo coloqué en el anaquel y deambulé por los pasillos mirando otros títulos, con la obsesión en mi mente como la de alguien que va a cometer un crimen, de quebrantar el séptimo mandamiento de la ley Mosaica. Me calmaba un poco la conciencia lo que había escuchado de un amigo escritor que hurtar o quedarse con un libro no era delito ni pecado, siempre y cuando este circulara haciendo su trabajo de liberación en la mente de los herederos del homo sapiens.

Sin más cavilaciones y remordimientos caminé resueltamente hacia la estantería, me paré frente a ella, recuerdo que tenía grabada una letra seguida de un número. En esa época los ojos omnipresentes del gran hermano de la novela Orwelliana que espían y vigilan a todo mortal en este valle de lágrimas no pululaban como ahora. Tomándolo en mis manos lo contemplé por varios segundos, la respiración se me hacía pesada, sentí que alguien me estaba observando, me volteé lentamente y al fondo estaba el bibliotecario, un hombre entrado en años enfundado en una bata blanca y que con mirada lánguida contemplaba ese pabellón. El hombre era el legendario “Willy” con su cuerpo de monje asceta llevaba varias décadas custodiando esa ágora.

Volví a colocar lentamente el libro sobre la repisa. Salí presuroso de ese sitio y por el cristal miré que Willy seguía mirando melancólicamente hacía el mismo pasillo como aquel ciego del acordeón que aparece en uno de los magistrales cuentos de Heinrich Böll. Ahora que la biblioteca abre nuevamente sus puertas con las últimas tecnologías de punta, el bibliotecario Willy sigue ahí, enfundado en su eterna bata blanca ayudando a niños y jóvenes que llegan a buscar títulos, que de hecho son pocos, la mayoría de ellos ya están cruzando el umbral de los libros digitales y los “paper free” de los que habla Vargas Llosa en su novela inédita los vientos, escrita en las postrimerías de su vida.

El año anterior Andrés Montes coordinador de la sede UIS Barrancabermeja me invitó a una x reunión en ese recinto, esa noche me encontré de frente al legendario guardián de los libros y por vergüenza no fui capaz de confesarle el suceso con el libro del poeta mexicano. Hoy que Babel está digitalizando todo, el bibliotecario Willy al parecer se ha reinventado y sigue enfundado en su bata blanca organizando libros, enciclopedias, interconectado con otras bibliotecas del planeta y de paso con su ojo vigilante de gran hermano para que nadie se robe sus libros.

*Ubaldo Díaz. Sacerdote. Premio nacional de cuento y poesía ciudad Floridablanca, Premio de Periodismo Pluma de Oro APB años 2018 – 2019 – 2022.

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