El chico que no ayudé

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Mientras comíamos el helado llegó un joven con una mirada perdida supremamente oscura, cómo un mar donde las aguas que lo habitan son frías.

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Era un día normal con el mismo calor de siempre, encontrándome en la misma necesidad de beber o comer algo fresco. Estaba junto a mi novia en una heladería a la cual ella me había animado a ir, aunque yo no quería por ser bastante lejos de donde estábamos viviendo.

Todo el camino hasta allá, que hicimos a pie, me estuvo contando sobre los sabores y colores de dichos helados y cómo el ir allí me haría pasar un buen rato. Después de una larga caminata, tanto como la introducción a esta historia que les estoy contando, por fin llegamos. Nos sentamos en aquel negocio, la verdad estaba algo emocionado cuando me llegó la carta,  estaba expectante de probar los nuevos sabores que en ella se encontraban. Dicha expectativa se esfumó al ver los precios, se esfumó también al ver el aire acondicionado apagado. Me iba a animar a decirle a los trabajadores de la heladería que lo prendieran, pero al ver sus caras de pena y reparar con mi vista que tenían el mismo calor que yo, comprendí que no estaba en sus manos el encender el aire acondicionado.

Mientras comíamos el helado llegó un joven con una mirada perdida supremamente oscura, cómo un mar donde las aguas que lo habitan son frías. El se quedó en la entrada del local pensando, mientras levantaba su mirada por momentos y me veía a mi junto a mi novia comer el helado. Su mirada perdida dejó de encontrarse en la incertidumbre, su voz se llenó de coraje, levantó sus manos y nos dijo en un tono de alguien que se encuentra muy frustrado “necesito una colaboración”. Lo miré, le mostré mis bolsillos y le dije mientras alzaba mis cejas “no tengo nada compa”, lo observé pasar los ojos por sus manos.  Se le dijo a otras personas, pero nadie le pudo colaborar. Al verlo ir bastante acongojado sentí una impotencia tenaz y rabia por no haberle dado el par de monedas que tenía en el bolsillo. Me cuestioné a  sobre que me separaba de él, más allá de una convergencia sostenida de hechos que influenciaron el que no tuviéramos un cambio de lugar. ¿Cuál era su vida? ¿Por qué terminó en ese estado de vulnerabilidad?

Saliendo del local lo busqué con la vista para entregarle esas monedas que juntas no eran más que 700 pesos. Miré a mi novia y para calmar de a poco la cólera que tenía conmigo le dije que tal vez ese poco dinero no lo usaría para algo bueno. Ella me respondió algo que carcome mi mente hasta la fecha “las drogas calman el hambre durante 12 horas”, me dolió hasta el alma tener en cuenta ese hecho.

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Hemos estado históricamente divididos por algo esencial para el vivir digno del ser humano, la comida. Más allá de un hecho cierto como lo es la necesidad de la ayuda del Estado, más allá de que los que me leen seguramente conocen sobre políticas públicas de salud en referencia a la sustancias psicoactivas, el hecho de que el estuviera en un estado de vulnerabilidad, que no quiere decir que aquel joven fuera consumidor, me hacía sentir mal, aún más sabiendo que sacamos juicios de valor de las personas por verlas en un estado vulnerable.

Me cuestioné a profundidad y comprobé que la realidad expuesta dónde diversos factores influyeron en quien soy hoy determinaba las vivencias dentro de mi vida. ¿Qué me daba fuerza para hacer mis exámenes cuando niño más que la comida? ¿Qué me ayudaba para sostenerme en el colegio y en la universidad más que la comida que me daba mi familia?

Más allá de los factores culturales y políticos que claro tienen una repercusión en los habitantes de esta sociedad, porque lo vemos a diario en donde sea que estemos ¿Qué actitudes y decisiones de políticos y votantes llevaron a engendrar los factores que lo llevaron a él y a mi a ese estado?

Realmente las decisiones que uno toma también influyen, pero la sociedad tiene un peso mayor, ya que de ella se desencadena la bestia o el hombre virtuoso pensaría Marco Aurelio. Pero yo creería que  la comida en ese instante se volvió en el hecho trascendental, ya que fue el invisible espejo entre ese joven y yo que determinó en él quedar enmarcado  en esta historia como el chico que no ayudé.

Cuando vote o se haga elegir, coma, piense y vea a alguien así ¿Qué determinara entre ayudar o no al chico que yo no ayudé?

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*Julián Enrique Beltrán Méndez, gestor cultural, Ovejas, Sucre

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