El deporte en la era del Me Too

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Simone Biles con sus cinco medallas de oro en el Mundial de Gimnasia Artística en Stuttgart en octubre pasado. Fuente: Reuters

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Las competencias deportivas mixtas

¿Cómo los Juegos Olímpicos y las competiciones deportivas venideras van a aunar el espíritu de una época que redefine las relaciones entre los géneros? 

Dado el actual momento de discusiones de género, ¿el mundo deportivo profesional se encamina hacia las competencias mixtas? ¿Ese escenario sería un acierto en la lucha hacia la igualdad o un error deportivo que ignora las diferencias entre los géneros?

Tenis de Mesa Mixto. Fuente: Ministerio del Deporte de Chile

Los mundiales de deportes y las Olimpíadas se pueden considerar indicadores relevantes para describir el espíritu de la época: una expresión deportiva del clima cultural y político que atraviesa la humanidad en momento especifico.

Las próximas Olimpíadas de verano en Tokio, a poco más de ocho meses, tendrán lugar en un momento de cambio cultural: a raíz de la aparición del movimiento Me Too, en octubre de 2017, la discusión sobre cómo los géneros se relacionan entre sí ha ganado impulso y ha permeado en múltiples sectores con diversos efectos, desde cuestionar el propósito de las alfombras rojas a denunciar el abuso de poder en entornos laborales. ¿Cómo los Juegos Olímpicos y las competiciones deportivas venideras van a aunar el espíritu de una época que redefine las relaciones entre los géneros? 

En Río 2016, la participación femenina fue la mayor en el olimpismo contemporáneo: concurrieron 5.059 deportistas mujeres, una cifra correspondiente al 45% de todos los atletas. Se espera que, en Tokio 2020, la fracción se encuentre más cerca del 50%. Para lograrlo el Comité Olímpico Internacional (COI) incorporó 15 nuevas pruebas: algunas, con su respectiva versión masculina y femenina, y otras en modalidad mixta, como tiro con arco por equipos y relevo 4×400 en atletismo.

Los cambios que aseguran una mayor inclusión femenina en el mundo deportivo son evidentes. Surge entonces la pregunta: ¿dado el espíritu de la época, es posible que estos cambios, a medida que transcurran las décadas, deriven cada vez más en competencias deportivas mixtas? ¿Las minoritarias competencias mixtas de Tokio 2020 serán la norma en los Olímpicos del 2100? ¿En algún momento del siglo XXI seremos testigos de una carrera de 100 metros planos mixta en una Mundial de Atletismo o una Olimpíada? ¿Los millenials vivirán para emocionarse con un Mundial de Fútbol de equipos mixto? ¿Son ficciones o realistas esos escenarios?

Cambios Institucionales

Desde el Comité Olímpico Argentino (COA), se señala que el organismo desconoce cuáles podrían ser las futuras modificaciones con respecto a las competencias deportivas mixtas; el COI no ha extendido ningún tipo de información a su órgano argentino. Por el momento, la entidad internacional se enfoca en la participación numérica igualitaria entre hombres y mujeres en las diferentes disciplinas, pero el tema de las competiciones mixtas está latente. 

Sede del Comité Olímpico Internacional en Lausana, Suiza. Fuente: Adam Mork

Sin embargo, para que este tipo de competiciones se hagan más frecuentes, es necesario sortear trabas burocráticas al interior de las instituciones deportivas, cambiar reglamentos y generar incentivos económicos para llevarlos a cabo, cuestiones nada fáciles.    

Para Mabel Burin, doctora en psicología y codirectora de la Maestría en Estudios de Género de la Universidad de Ciencias Económicas y Sociales (UCES), una perspectiva androcéntrica “hace que algunos deportes resulten más redituables para las instituciones deportivas cuando los realizan solo varones”, mientras que “las trabas burocráticas también inciden en que no se activen los recursos como para que las competencias mixtas puedan efectuarse”.

No obstante, la académica considera que los “roles de género femenino y masculino tradicionales están cambiando lo suficiente como para que, en un futuro no tan lejano, las instituciones deportivas vean movidos sus cimientos y deban realizar cambios al interior de sus organizaciones, tal como lo han hecho otras instituciones que clásicamente discriminaban a las mujeres y que consideraban que no debían realizar actividades conjuntamente con los varones, como la aviación o la minería”. Pensar en un Mundial de Fútbol con equipos mixtos resulta casi irrisorio ahora, como seguramente alguna vez lo fue que las mujeres pudieran votar o que ingresaran a la universidad. 

Brecha Física

Ahora bien, suponiendo que se generen los incentivos económicos necesarios, que se modifiquen los reglamentos deportivos, que la burocracia ceda y que surjan audiencias masivas para eventos deportivos mixtos, es necesario abordar la cuestión de las diferencias físicas entre hombres y mujeres: ¿las mujeres podrían ganar de manera reiterada en, por ejemplo, una carrera de 100 metros planos mixta o 100 metros estilo libre mixto en natación? Al querer ser excesivamente igualitarios, ¿ignoramos las diferencias?

De acuerdo con Néstor Lentini, director del posgrado en medicina del deporte de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el desempeño deportivo de las mujeres ha “mejorado muchísimo en los últimos años, acercándolas al registro de los varones”. Por supuesto, los varones continuamente mejoran sus marcas, pero ahora la diferencia radica en que la brecha en las marcas entre mujeres y hombres se está acortando, agrega Lentini. Para el catedrático, si se dan los cambios pertinentes, al final del siglo el mundo podría observar una competencia de tiempo y registro, como la natación, en modalidad mixta.

Cristian Villalobos, licenciado en educación física y deportes y estudiante de la maestría en educación de la Universidad del Valle, en Colombia, asegura que el COI cometería un error si empieza a implementar cada vez más competencias mixtas, “ilógicas desde la perspectiva fisiológica y morfológica, y resultado de la presión social”.

Por ejemplo, “los hombres son superiores en fuerza porque tienen una mayor masa muscular, mientras que las mujeres poseen más tejido adiposo. Para que una mujer sea tan fuerte como un hombre, tiene que ser un hombre”, apunta Villalobos. En esta línea de análisis, las mujeres que alcanzan las marcas de los hombres son excepciones, no la regla; de hecho, este tipo de deportistas poseen una morfología más inclinada a la masculina que a la femenina. 

Entonces, ¿una mujer podría ganar los 100 metros planos en modalidad mixta? Villalobos responde que sí, pero deben confluir varios factores a su favor: tener una morfología más cercana a la masculina, poseer una composición genética que se manifieste en una habilidad física excepcional que la diferencie de otras deportistas femeninas y que los competidores masculinos no se encuentren al 100 % de su rendimiento deportivo.

Usain Bolt en la semifinal de los 100 metros planos en los Juegos Olímpicos de Rio 2016. Fuente: Cameron Spencer

En 2010, se publicó un estudio en la Journal of Sports Science & Medicine que avala la postura de Villalobos. La investigación analizó el registro de marcas de hombres y mujeres en cinco disciplinas deportivas (atletismo, natación, patinaje de velocidad, ciclismo en pista y levantamiento de pesas) durante la era olímpica contemporánea. Los resultados indicaron que el rendimiento deportivo de los hombres es en promedio 10% superior al de las mujeres en todas las disciplinas evaluadas y que la brecha entre los géneros se estabilizó en 1983. En otras palabras, “las mujeres no correrán, saltarán, nadarán o pedalearan tan rápido como los hombres”, concluye la investigación.    

En el caso de los deportes por equipos, Villalobos también rechaza su ejecución en modalidad mixta: “si en un partido de fútbol una mujer y un hombre van a disputar un balón, ¿quién es más probable que lo gane?”; de nuevo, la fuerza y la velocidad se inclinan a favor del hombre. “¿Cuál es el aliciente para un entrenador en convocar un equipo mixto si aparentemente va a estar en desventaja y, por lo tanto, la victoria les será esquiva?”, se pregunta Villalobos.

Pero, en este punto, algunas investigaciones científicas parecen contradecir a Villalobos, al menos en el fútbol. En 2014, la revista Human Movement Science divulgó un estudio que comparó el desempeño de ambos géneros en sus respectivas versiones de la UEFA Champions League: encontró que los jugadores masculinos recorrieron una mayor distancia total y tuvieron mayores umbrales de velocidad que sus contrapartes femeninas; no obstante, señala que hay mujeres con un rendimiento superior al de los hombres.

Paul Bradley, científico deportivo de la Universidad John Moore de Liverpool y uno de los autores de dicho estudio, afirmó a la BBC que el desempeño deportivo de las mujeres se está igualando a el de los hombres: “dado el enorme cambio en la naturaleza profesional de la liga femenina en los últimos años, esperamos cierta evolución en las métricas físicas”, especialmente gracias a “los avances en ciencia del deporte, fuerza, nutrición y entrenamiento”.

A la portera canadiense Stephanie Labbe las autoridades estadounidenses le prohibieron jugar en un equipo de hombres de la cuarta división, Calgary Foothills. Fuente: Getty Images.

Bradley también agrega un aspecto particular del fútbol: su capacidad para acoger una amplia gama de tipos de jugadores. No existe una configuración específica de futbolista profesional, como sí ocurre en otros deportes; por el contrario, hay muchos ejemplos de jugadores de baja estatura, debilidad física relativa y ritmo más lento que desafían las probabilidades con inigualables destrezas. Para algunos investigadores, esta característica especial del fútbol permitiría a hombres y mujeres compartir la cancha. Por supuesto, aún falta más investigación científica.

Gerard Pique y Leonel Messi. Fuente: Alex Caparros

Nuevos Criterios de Valoración

Sin embargo, cabe preguntarse lo siguiente: así la ciencia fuera concluyente al momento de corroborar la existencia de una brecha física insalvable entre hombres y mujeres, ¿ello sería justificación suficiente para no implementar las competencias mixtas?    Para la profesora Burin, ceñir la discusión al tópico de las diferencias físicas es sencillamente sexista. En cambio argumenta quela variedad y diversidad contribuye a enriquecer y mejorar cualquier actividad, siempre y cuando se esté dispuesto a cambiar los parámetros con los cuales se mide el así llamado ‘éxito’”.

Simone Biles con sus cinco medallas de oro en el Mundial de Gimnasia Artística en Stuttgart en octubre pasado. Fuente: Reuters

De acuerdo a la académica, la clave está en identificar y transformar el conjunto de criterios utilizados para valorar una actividad, en este caso la deportiva: “cuando los parámetros con que evaluamos se basan en dimorfismos biológicos – o en hormonas o masa muscular-, se están utilizando criterios que oscurecen e invisibilizan otros factores que expliquen las diferencias entre mujeres y varones”; por el contrario, al aceptar nuevos criterios de valoración, los resultados surgidos serán “variantes impensadas de nuevas consideraciones de cómo medir lo que se hace”.

Desde la perspectiva de género, evaluar las actividades deportivas solo a partir las diferencias físicas entre hombres y mujeres es miope porque excluye otras formas de valoración y, por lo tanto, se suprimen nuevas maneras de repensar las competiciones y romper esquemas.

Para retomar la pregunta de Villalobos, ¿cuál es el aliciente para un entrenador en convocar un equipo mixto si aparentemente va a estar en desventaja y, por lo tanto, la victoria les será esquiva (desventaja entendida desde el dimorfismo biológico)? La respuesta ahora no es clara precisamente porque no tenemos ni idea qué puede emerger de ello, al no existir ejemplos previos y contundentes en los deportes por equipos más populares.

Fuente: Getty Images

¿Qué cultura y modelo de negocios deportivo podría surgir en un escenario de competiciones mixtas extendidas? De nuevo, no hay una respuesta evidente, pero podría ser algo muy novedoso, impensado ahora en 2019. 

Parece muy pronto para establecer el rumbo que tomarán las instituciones deportivas y para que la ciencia deportiva dé su dictamen final sobre las diferencias entre géneros; y ni hablar sobre la creación de nuevos paradigmas de competencia. No obstante, dados los cambios de vértigo en el mundo del siglo XXI, tampoco se pueden descartar serias modificaciones en el futuro cercano.      

Leonardo Chacón, periodista ambiental. Linkedin

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