El difícil oficio de perdonar

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El difícil oficio de perdonar

Andrew Maltés – Federico Soto – Zursoif

Planeta Cómic

96 páginas

La literatura gráfica tiene mucho que aportar: su manera de contar las cosas, de componer una historia, de apelar a las múltiples interpretaciones del lector, de apostar por puntos de vista materializados en planos audaces e imposibles y la forma que tiene de contar, en una sola viñeta, lo que en un texto tomaría páginas. Es, por otro lado, la manera más expedita de llegar a ciertos lectores jóvenes, con una profunda formación audiovisual. Como se imaginará, es una pieza gráfica la que hoy dejo en la Biblioteca Diaria de La Línea del Medio.

El difícil oficio de perdonar, con textos de Andrew Maltés y Federico Soto y dibujos del diseñador Zursoif, se constituye en una poderosa apuesta para hablar de paz. Tres historias muy propias de la realidad colombiana: la de una mujer viuda a quien su suegra quiere envolver en el odio para vengar a su esposo; la de un músico romántico que se une a la guerrilla, convence a su novia para que lo siga y paga un trágico precio por ello; la de un muchacho rebelde que fue seducido por los paramilitares con la promesa de hacerse valioso a través de la guerra y que termina atrapado en una tromba de venganza y muerte. Tres historias que convergen en un instante violento, marcado por el azar – o por lo que tenía que ser, vaya usted a saber -.

Y es a partir de ese momento de vida o muerte que esta novela demuestra cómo se pueden desatar los mecanismos de la sanación y del perdón: lentamente, con dudas con tanta vulnerabilidad en medio de las amenazas que hay que cuidarlos como se deben proteger las almas de los niños, las alas de las mariposas, las antenas de las hormigas…

El difícil oficio de perdonar es un proyecto conmovedor, de textos precisos y dibujos acertados que no llegan a ser agresivos como para que el lector, además de sentirse tocado por la historia, eventualmente tenga que defenderse de la crudeza de las imágenes. Por eso, creo yo, Zursoif acudió a otros elementos, como los colores, las expresiones faciales y los planos, para lograr una tensión dramática lejana al amarillismo. Llámelo usted un trabajo condescendiente para burgueses, si quiere, pero para mí fue evidente que el interés de la novela no es la pornografía o la crudeza, sino la reflexión. 

Los editores advierten que es una “historia de ficción basada en hechos reales”. No sé con exactitud qué querrá decir eso: tal vez que no importó el rigor para contar los detalles de la historia sino el alma de la misma, esta sí verdadera. Las necesidades dramáticas de una novela siempre requieren de este tipo de licencias y es por eso, precisamente, que llegan a ser tan poderosas. Yo, personalmente, asumí esta novela como un testimonio real, un documento más para creer en la necesidad de apostar por la paz en este país.

Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave

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