El fantasma de América Latina

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Un fantasma recorre América Latina, pero no es el fantasma del comunismo, sino de las reivindicaciones sociales. Por un lado, Chile, Bolivia, Panamá, Haití, Nicaragua y Paraguay están viviendo en estos momentos grandes protestas; por otro lado, Ecuador, Argentina, Honduras, Perú y Brasil las vivieron hace poco tiempo y Puerto Rico hace un poco más. La pregunta es: ¿por qué?

Aunque se ha dicho, y no solo en Colombia, que las protestas son producto de las maquinaciones diabólicas de la izquierda que, reunida en el Foro de Sao Pablo, busca desestabilizar el continente y sus probos gobiernos, lo cierto es que las protestas son el resultado de otras dinámicas que van más allá de la derecha y la izquierda. Estas marchas no son en contra del establecimiento, no son por “desestabilizar el gobierno”, sino exigencias a favor de mejores condiciones de vida.

También se ha dicho que no están conectadas, que los motivos de las protestas son diversos y que, en todo caso, son situaciones coyunturales. Realmente, las raíces de las protestas no son diversas. Claro, cada una ha tenido distintos detonantes, como la corrupción en Haití, los conflictos políticos en Argentina, Nicaragua, Bolivia y Venezuela y distintos tipos de reformas en Brasil, Chile y Ecuador). Pero, en todo caso, se trata de un problema estructural

Además, las protestas, exceptuando tal vez la de Bolivia y Venezuela, son explosiones cívicas, que no responden a ningún proyecto político en específico. Surgen de la explotación que las clases bajas y medias están padeciendo y de la altísima desigualdad que esto ha provocado; recuérdese que América Latina es la región más desigual del mundo y tiene 8 de los 10 países más desiguales (en orden de desigualdad, Haití, Honduras, Colombia, Brasil, Panamá, Chile, Costa Rica y México). 

Las personas están viendo como sus sueños se truncan, sienten un inconformismo con el funcionamiento del sistema -sistema que no consideran propio- y una profunda frustración con sus vidas -que ha aumentado el número de suicidios y de trastornos mentales-. Los latinoamericanos se han dado cuenta que era mentira eso de que el “esfuerzo trae recompensas” y de que “el pobre es pobre porque quiere”; han visto que existen unas desigualdades estructurales y es precisamente contra éstas que están luchando.

Pero no es solo la búsqueda de garantías para vivir en condiciones dignas las que motivan las protestas, también lo hace el anhelo de profundizar y hacer real la democracia. Quieren una democracia en la que puedan participar activamente, no mediante representantes, sino ellos mismos. Desconocer esto es no entender a los jóvenes, a los ambientalistas, a las feministas, la democracia representativa no entiende sus luchas ni responde a ellas y, por eso, la quieren cambiar.

Asimismo, estas protestas han demostrado que no se está luchando contra una facción de la clase política, contra un gobierno o contra un partido, ni a favor de otro partido. Son marchas ciudadanas, espontáneas, sin líderes definidos que luchan por reivindicaciones, por mejores condiciones de vida. Es por esto que algunos gobiernos se han visto en la necesidad de echar para atrás sus medidas, pero esto no ha sido suficiente porque las luchas van más allá de los problemas coyunturales.

Colombia no está en otras condiciones; somos el cuarto país más desigual del mundo y el tercero de Latinoamérica. El presidente Duque, con los proyectos de ley que busca implementar, solo ha hecho que esto, en vez de mejorar, se profundice. Esto debería motivarnos a unirnos a los demás latinoamericanos y protestar por las reivindicaciones y garantías sociales que nos merecemos como país; el 21 de noviembre debe ser el día que inicie el cambio de Colombia, y como Chile, cantar con Los Prisioneros: “ellos pedían esfuerzo, ellos pedían educación; ¿Y para qué? para terminar bailando, y pateando piedras”.

Pero, además, si estas protestas se unen a las del mundo, las de Argelia, Hong Kong, Cataluña, Egipto, Líbano, Irak, Sudán del Sur y las de hace un tiempo en París, es evidente el descontento generalizado y el cansancio de la sociedad civil del mundo entero con el actual sistema y las condiciones que ha generado, como el pobre desempeño económico, la desigualdad, el desempleo y el empleo precario y, resultado de lo anterior, la migración de millones de personas.

Es imposible saber si todas estas protestas van a desembocar en las soluciones que las personas buscan (aunque se va a convocar una constituyente en Chile y eso ya es un primer paso), pero al menos es una oportunidad que no hemos tenido y que, si no hacemos nada, no volveremos a tener para hacer cambiar de rumbo este sistema explotador.

Camilo Andrés Delgado Gómez, estudiante de ciencia política, Universidad Nacional de Colombia/sede Bogotá, @CamiloADelgadoG

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