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Ser guardián de la democracia consistirá el respetar la independencia de los poderes, más concretamente, el poder legislativo y judicial.
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Recientemente el señor Presidente se autodenominó el guardián de la democracia. Aquello no sería un problema si la definición de democracia fuera clara. Los profesores Collier y Levistky (1997) identificaron más de 550 definiciones, de ahí que, habría que preguntar con cuál de ellas se identifica Petro. Ahora bien, la nuestra es una democracia con problemas de fondo (diseño institucional) y de paso, una que permitió llegar al mismo Petro a la Presidencia pese a que muchos advertían eso de que “nunca lo dejarán llegar”. Y llegó en una elecciones apretadas donde el candidato del pacto histórico alcanzó 11.291. 986 votos y, Rodolfo Hernández 10.604.337, es decir, los separan tan sólo 687.649 votos.
Esto demuestra que una buena parte del electorado votó en contra del proyecto político de Gustavo Petro. Al mismo momento, que en nuestra democracia se respeta el resultado de las urnas. Todo lo anterior, es una obviedad, pero son tiempos tan complejos que es necesario defender lo obvio. Por otra parte, la defensa de la democracia pasa por el respeto de los derechos, las garantías y las libertades contenidas en la Constitución Política del 91, lo anterior, a través del marco institucional. Con esto en mente, es la misma Constitución la que traza los márgenes para su reforma y el trámite de las leyes que la desarrollan.
El actual gobierno llegó con la promesa de cambio la cual es compleja de entrada. La expresión cambio en clave con las reformas propuestas nos instalan en un debate interesante a saber: ¿Cuáles son los límites institucionales y materiales de dicho cambio? Las 35 reformas que pretende el gobierno se enfrentan a una verdad de a puño: el pacto histórico no cuenta con las mayorías en el Congreso y, tampoco en la calle. El resultado de las elecciones así lo demuestra. Mientras, se apela al cambio en positivo, es decir, vamos a cambiar para mejorar. Habrá que pinchar el globo y resaltar que aquello sólo lo definirá el tiempo y no, una reforma de carácter legal.
El cambio entonces presentado como bandera de gobierno se enfrenta a otro problema: su definición de pueblo. Si tomamos en cuenta el resultado electoral, buena parte del electorado votó contra el proyecto político de Petro. De nuevo la obviedad. Aquello conduce a otra pregunta: Cuándo hablan de pueblo ¿a qué se refieren? Se habla del pueblo como si aquel fuera algo compacto, una unidad en sí mismo. No obstante, esto es contrafáctico, el pueblo está atomizado. Fragmentado. Se culpan entre partidos y partidarios de los males transversales que aquejan al país. En fin, el pueblo ¿quién es? La división auspiciada por la polarización presenta un desafío para nuestro guardián de la democracia.
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El Presidente en su rol de guardián de la democracia debe actuar observando el artículo 188 de la Constitución: “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”. Lo anterior, le impone al Jefe de Estado una pesada responsabilidad respecto de los cambios, para lo cual se deberá tomar en consideración la importancia de lograr consensos, en especial, cuando no se tienen las mayorías y de paso, la obligación de garantizar la Constitución para todos los colombianos.
Ser guardián de la democracia consistirá el respetar la independencia de los poderes, más concretamente, el poder legislativo y judicial. Si tomamos en cuenta el paquete de reformas propuesto por el gobierno y su impacto para el país en clave con la ausencia de mayorías y la posibilidad latente que sus reformas sean demandadas ante la Corte Constitucional, aquello nos instala en un nuevo problema para nuestro guardián, en especial, por el llamado a la movilización social. Para decirlo breve y pronto, un vicio de trámite demandado ante la Constitucional no sé subsana con marchas. El país sin lugar a dudas requiere reformas. Como no. Eso es innegable. No obstante, las mismas tienen un alcance y límite. Petro y sus seguidores deben reconocer que no toda Colombia votó por él y que el pueblo, no sólo lo componen los votantes del pacto histórico, lo cual es otra obviedad.
Las reformas entonces serán parciales o no serán. En un país sin políticas de Estado, bien vale buscar consensos que hagan posible que dichas reformas aguanten más de un gobierno. Reconocer lo anterior es importante, toda vez que se pueden recurrir a recetas de viejo cuño para sacar adelante la aprobación de los proyectos del ley al interior del Congreso, pero todos sabemos que ocurrirá con la instalación de un nuevo gobierno. Entre más tarden en entender esto será peor.
Adenda uno. El afán del gobierno por mostrar resultados le está jugando malas pasadas. Quizás las elecciones regionales expliquen tal conducta. Después de octubre tendremos otro país político lo que sin duda impactará los alcances del cambio. De nuevo la obviedad.
Adenda dos. Tuve la oportunidad de ver la trasmisión de la “discusión” de la reforma al sistema de salud. Estuve 4 horas de las 12 que duró la sesión. La impresión es que pocos conocen a fondo el sistema y que, los vicios de trámite son los grandes protagonista de dicha reforma. En lo personal creo que se debió tramitar por ley estatuaria y, que la votación en bloque de los artículos le resta espacio al debate público abierto e informado tan caro para la democracia.
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*Juan Carlos Lozano Cuervo, abogado, con estudios de maestría en filosofía. Es profesor de ética y ciudadanía en el Instituto Departamental de Bellas Artes y profesor de cátedra de derecho constitucional en la Universidad Santiago de Cali. @juanlozanocuerv