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“Actúa de tal manera que trates siempre a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, nunca solo como medio, sino, siempre al mismo tiempo, como fin” Immanuel Kant
Libertad, competencia y mercado
El libertario defiende a ultranza la libertad. Ludwig von Mises considera libre al hombre “cuando puede optar entre actuar de un modo o de otro, es decir, cuando puede personalmente determinar sus objetivos y elegir los medios que estime mejores”. Según Milton Friedman “cada persona tiene derecho a servir a sus propios fines y no a ser tratado simplemente como un instrumento para los fines de otra persona”. Esta concepción de libertad es el pilar del que se desprenden los principios libertarios. Las sociedades deben garantizar primordialmente el derecho a la propiedad y eliminar cualquier obstáculo a la acción humana. “Todos los seres humanos –plantea Rothbard– tienen absoluto derecho al control y a la propiedad de su propio cuerpo y de los recursos de la tierra por nadie usados que encuentran y transforman”.
Los individuos no pueden ser medios sino fines, y por esta razón el estado debe ser llevado a un nivel mínimo en el que proteja los derechos a la propiedad exclusivamente. Si el estado interviene con la finalidad de generar equidad, e implementar políticas públicas para brindar acceso a derechos fundamentales por parte de la ciudadanía y, en especial, de aquellos con mayor vulnerabilidad, está socavando la libertad individual. “La ilusión de justicia social –afirma Hayek– es completamente destructiva porque no solo priva a los individuos de las únicas señales que puede ofrecerles la posibilidad de elegir la dirección de sus esfuerzos, sino más aún porque elimina el único incentivo por el que se observa cualquier norma moral que rige a los hombres libres: La honrosa estima de sus semejantes”. Para las sociedades capitalistas de mercado el criterio de eficiencia es mucho más importante que el de justicia. El óptimo de Pareto se impone sobre el de Coeficiente Gini o cualquier otra medida de desigualdad. No es eficiente compensar a quienes nacieron menos dotados si ello restringe (mediante impuestos u otros mecanismos) la acción beneficiosa que para todos trae las acciones de los más dotados de inteligencia y creatividad. Son estos últimos quienes consiguen la mejor forma de satisfacer las necesidades propias y de los consumidores.
La competencia potencia las capacidades individuales. Son los emprendedores y la competencia entre ellos el eje de la economía libertaria. “La competencia –subraya Hayek– es sobre todo un método para educar los espíritus: el modelo de pensamiento de los grandes empresarios no existiría si no existiera el ambiente en que han desarrollado sus talentos […] Lo que asegura mejor recompensa no son las buenas intenciones o las necesidades sino hacer lo que efectivamente reporta mayores beneficios a los demás, con independencia del motivo. Entre quienes tratan de escalar el Everest o alcanzar la luna, no honramos a quien hizo los mayores esfuerzos para conseguirlo, sino a quien llegó primero”.
La sociedad es una colección de individuos con diferentes capacidades, talentos, perspectivas e intereses. Desde el punto de vista libertario no se debe permitir que uno de ellos establezca los patrones de conducta de los demás. En palabras de Nozick, la sociedad libertaria “es un marco para las utopías, un lugar donde las personas están en libertad de unirse voluntariamente para perseguir y tratar de realizar su propia concepción de la vida buena en la comunidad ideal, pero donde ninguno puede imponer su propia visión utópica sobre los demás”. De la diversidad de talentos que existe en una sociedad se desprende la ventaja que ofrece la división del trabajo, es decir, que cada cual haga de la mejor manera posible lo que sabe hacer y para lo que es talentoso. Así, la sociedad en su conjunto, mediante el intercambio voluntario en el mercado genera un beneficio colectivo. “La única posibilidad de trascender la capacidad de las mentes individuales –explica Hayek– radica en confiarse a aquellas fuerzas super-personales que se autoorganizan y que crean los órdenes espontáneos”.
El mercado es fundamental para el pensamiento libertario. Rothbard define el mercado como “una sociedad de intercambio voluntario y mutuamente beneficioso de los títulos de propiedad entre productores especializados”. La acción del estado limita el intercambio voluntario, la creatividad individual y la división del trabajo. Por eso es necesario eliminar toda traba a los mercados. Rothbard llega a afirmar que servicios como la imprenta de dinero o la defensa nacional son proporcionados con mayor eficiencia por individuos privados en el mercado y no por el estado. Para Rothbard “en el reino de la política, en el ámbito del estado, la maximización de la renta y de la riqueza acontece de modo parasitario, en beneficio exclusivo del estado y de sus dirigentes, y a expensas del resto de la sociedad”. Hayek y Mises sostienen que el estado es necesario para asegurar el cumplimiento de unas reglas mínimas que no atenten contra la organización de la sociedad de mercado. “La paz pública –escribe Mises– solo es asequible si se establece un orden en el que haya un ente que monopolice la violencia y disponga de una unidad de mando y coerción”.
La Catalaxia y los Monopolios
Mises denominó al sistema de mercado catalaxia. Este es “un sistema lógico basado en los precios monetarios y el cálculo económico”. Hayek lo define como “un tipo especial de orden espontáneo producido por el mercado a través de individuos que actúan según las normas del derecho de propiedad, el contrato y la exclusión del fraude”. Analizar el mercado es una tarea que se hace por medio de construcciones imaginarias. En este punto existe divergencia respecto de las doctrinas de análisis económico que se fundamentan en el uso de las matemáticas. Para Mises, de un lado, “nada hay en los precios que permita asimilarlos a las mediciones que se hacen de los fenómenos físicos y químicos”, y de otro lado, “nuestro mundo se halla en un permanente devenir y el hombre jamás llegará a conocer lo que el futuro le reserva”. La acción humana es el elemento que produce los intercambios en el mercado, por ello no es posible pensar en estabilidad, sino en una continua transformación. Los economistas matemáticos se fijan en el equilibrio, pero este niega la evolución de la acción humana, porque condena a los hombres y a las sociedades a la quietud del estado estacionario. El equilibrio “lo describen mediante series simultaneas de ecuaciones diferenciales y no advierten que, en tal situación, ya no hay acción […] su labor no es más que vana manipulación de símbolos matemáticos, inútil pasatiempo que no proporciona conocimiento alguno”.
El economista austriaco Joseph Schumpeter explicó los ciclos de negocios, donde siempre se observa una repetición de fases de auge seguidas de declive, con base en la acción del espíritu emprendedor, la innovación e introducción de nuevas tecnologías, productos o procesos. Estos alimentan la inversión de capital de riesgo que unos capitalistas están dispuestos a asumir, capturando así más porción de mercado y generando así las fases ascendentes del ciclo. En este mismo momento se empieza a gestar la fase descendente del ciclo, cuando las industrias menos innovadoras quedan rezagadas y perecen. A este proceso Schumpeter lo llamó destrucción creativa. Sin matemáticas que expliquen los ciclos, los conceptos de espíritu emprendedor y de destrucción creativa son más pertinentes para comprender las dinámicas volátiles de las variables macroeconómicas y de los sistemas de precios.
En una economía en equilibrio difícilmente puede explicarse la ocurrencia de las utilidades o de las perdidas. Estas aparecen siguiendo a Mises “por haber sido perturbada la ‘normalidad’; por haberse registrado mutaciones que la mayor parte de la gente no había previsto; por haber aparecido un ‘desequilibrio’”. La acción humana es impredecible, por esta razón el enfoque probabilístico no es útil. En Mises existen dos tipos de probabilidad; la probabilidad de clase o frecuencia, y la probabilidad de caso. Ambas ponen de manifiesto la imperfección del conocimiento humano. La probabilidad de clase hace referencia a fenómenos que pueden describirse en una distribución de probabilidad. La probabilidad de caso se relaciona con eventos únicos en su naturaleza para los cuales no es posible tener comportamientos distribucionales. La última se refiere a las acciones de los humanos para las que no se puede establecer una cadena lógica de cómo se llega a soluciones innovadoras. Todo lo anterior también redunda en que el pensamiento libertario sea refractario a cualquier política de estabilización. “Libertad –concluye Hayek– significa confiar en cierta medida nuestro destino a fuerzas que escapan a nuestro control”.
En la práctica se ha evidenciado que mercados desregulados en algunos casos conducen a la conformación de monopolios que obstruyen la libre entrada de otros actores y esto, por sí mismo, es una restricción a la libertad y a la sociedad de mercado. “Lo que es perjudicial –acepta Hayek– no es el monopolio en cuanto tal, sino los obstáculos a la competencia que puede crear”. Si se consolida el poder de mercado de un privado, al igual que el monopolio del estado en el socialismo, se hace imposible que los precios de mercado reflejen la escasez de los medios de producción y se distorsiona las señales que activan los emprendimientos para brindar solución a las necesidades de una sociedad. Un libertario debe rechazar la constitución de asociaciones y agremiaciones debido a que obstaculizan el funcionamiento del mercado por medio de la presión ejercida sobre el estado para el beneficio de unos grupos de interés particulares, que es como han logrado consolidar su poder de mercado.
La educación debe ser una las funciones del estado mínimo. Aunque los autores libertarios se opondrían, la educación en una sociedad debería de ser de acceso gratuito y universal, de modo que permita que a la catalaxia ingresen individuos dotados de ideas y visiones disruptivas, y la competencia entre ellos sea más fructífera.
El Principio de Rectificación de la Injusticia
La riqueza puede ser obtenida a través de la producción y del intercambio voluntario de bienes y servicios, o por medio de la apropiación violenta de la propiedad de otros. El primer medio es justo y el segundo injusto. Nozick, en un mundo plenamente justo reconoce que debe garantizarse dos principios: El principio de justicia en la adquisición (por medio del trabajo) y el principio de justicia en la transferencia (por medio del intercambio). Sin embargo, no existen sociedades que en todo momento hayan garantizado estos principios. “Hay indicios suficientes –reconoce Rothbard– de que las cosas evolucionaron de otra manera: de que todos los estados sobre los que existen datos surgieron en virtud de un proceso de violencia, conquista, y explotación”.
Entre 1849 a 1860 los precios internacionales del algodón estuvieron al alza, como en Europa las tierras no eran aptas para cultivarlo y la oferta provenía en su mayoría de India, se amplió la oferta proveniente de Estados Unidos. Allí los granjeros adquirieron más tierras y aumentaron la compra de esclavos. Esta expansión necesitó de un apalancamiento a través del crédito, y los bancos también crecieron. El J.P. Morgan Chase, a través de dos de sus subsidiarias en Louisiana (Citizen’s Bank y Canal Bank), aceptaban esclavos como colateral en las operaciones de crédito. En el trabajo Tiempo en la Cruz, el economista Robert Fogel señaló que las plantaciones del sur de Estados Unidos con trabajo esclavo habían sido 40% más eficientes que las granjas libres del norte. El boom del algodón se capitalizó en el país mediante la modernización de sus ciudades y de las vías que las conectaban. El esclavismo se debilitó luego de la invención del tractor agrícola y de la secesión del Sur.
Para los casos de apropiación violenta es preciso compensar a las víctimas. Nozick sostiene que “los beneficios mal habidos de una persona tienen que ser devueltos o contra equilibrados si es que quedó alguno después de haber indemnizado a sus víctimas, independientemente del proceso del castigo”. Nozick lo llama principio de rectificación de la injusticia. Es posible que algunas personas roben a otros, los defrauden o los esclavicen, o los excluyan por la fuerza de poder participar en intercambios. Es muy difícil rastrear el origen de la injusticia para aplicar una rectificación, como es el caso de la esclavitud. Sin duda se debería reparar el daño que esta hizo en Estados Unidos a los más de 12 millones de esclavos y a los países de donde provenían. “A no ser que esa injusticia sea manifiesta y reciente –concluye Hayek– en general es prácticamente imposible corregir”
Para los libertarios no se requiere una justicia distributiva sino una justicia retributiva. La justicia distributiva plantea la dificultad de usar a los hombres como medios mientras que la retributiva garantiza los principios de justicia en la adquisición y en la transferencia que consideran al hombre como un fin. “Cada persona –enuncia Nozick– es una empresa en miniatura. Los productos de cada persona son fácilmente identificables y los intercambios se hacen en mercados abiertos con precios establecidos competitivamente, dados límites de información, etc. ¿Cuál es la tarea de una teoría de la justicia distributiva en tal sistema de cooperación social?”
En Contra del Abuso Policial y de las Guerras
La invasión a la esfera privada de los individuos, el castigo físico, el abuso del poder y el servicio militar obligatorio son algunos de los aspectos a los que un libertario debe oponerse. La fuerza policial no debe ser lícita porque los golpes entrañan una violación de la propiedad del propio cuerpo tan grave como el robo. La violación ilícita de las comunicaciones personales es una infracción contra la propiedad privada. Por su parte, “el servicio militar obligatorio –precisa Rothbard– esclaviza a las personas y las obliga a combatir bajo las órdenes de otros”. Además, continúa, “todas las guerras interestatales implican un aumento de la presión de los impuestos de los estados beligerantes y casi todas ellas acarrean máximos niveles de agresión contra la población civil inocente del estado adversario […] precisamente es a través de las guerras como el estado consigue hacerse con sus propiedades: hinchando su poder, su tamaño, su arrogancia, su dominio absoluto sobre la economía y la sociedad”.
A Favor del Aborto
Murray Rothbard es lo suficientemente claro en cuanto a la vulneración del derecho a la propiedad de las mujeres que deciden abortar y tienen restricciones para ejercer su derecho. “Habría que considerar el aborto –dice– no como el asesinato de una persona, sino como la expulsión de un invasor indeseado del cuerpo de la madre. Por consiguiente, todas las leyes que restringen o prohíben el aborto invaden derechos de las mujeres […] ¿Qué seres humanos tienen derecho a ser parásitos coactivos dentro del cuerpo de un huésped que no los quiere aceptar? Si ningún ser humano ya nacido tiene tal derecho, menos aún lo tienen, a fortiori, los fetos […] En una sociedad libertaria la madre tiene derecho absoluto sobre su cuerpo y puede en consecuencia decidirse por el aborto”.
Conclusión
El ideario del libertario contempla en la economía de mercado, amparada en el respeto por la libertad individual y la propiedad privada, un mecanismo virtuoso e inclusivo que genera riqueza y prosperidad para todos los individuos y la sociedad. Algunos políticos han usado de manera tendenciosa los argumentos libertarios para justificar el uso de los ciudadanos como medios y no como fines. Cuando se proponen acumular poder y capturar rentas ven a los ciudadanos como votantes.
Con lo expuesto es claro cuáles son las posiciones de un libertario. Una propuesta de gobierno genuinamente libertaria no debe simpatizar con agremiaciones de ninguna naturaleza, y debe favorecer las leyes antimonopolio para proteger la dinámica virtuosa del mercado. Un libertario promueve el aborto en todos los casos, rechaza el servicio militar obligatorio, rechaza la interceptación ilegal de comunicaciones, castiga el exceso de fuerza policial, alienta y cumple los acuerdos de paz e impulsa la justicia restaurativa cuando se afecta el derecho de propiedad y la libertad individual.
*Jaime Villamil, economista y MsC en matemática aplicada de la Universidad Nacional de Colombia, docente universitario.