El Jardín de Borrell

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Hubo un vez un continente en donde se calentaban con barato gas ruso, comían alimentos de primera calidad producidos en el trópico, tanqueaban sus coches con petróleo excelso proveniente de la OPEP, bebían café colombiano de calidad suprema, se valían de económica tecnología china, veraneaban como príncipes en playas asiáticas, se deleitaban hasta rabiar de dicha/cerveza/garotas en el Carnaval de Río, engullían sin compasión carne argentina, devoraban con fruición frutas africanas y bailaban salsa caribeña como si de cubanos se tratase. Había una vez un continente que se convirtió en faro de la humanidad, de los derechos humanos, de las revoluciones de todo tipo, de la cultura, de museos atiborrados de piezas ajenas, de la economía irrefutable, de la “fraternité legalité egalité”. Hubo cierto tiempo una treintena de naciones que al sentirse poderosas se pasaron por la faja los mandatos de la OTAN y se dieron a la tarea de bombardear inmisericorde a terceros, de sancionar económicamente a estados, de incautarle las reservas a quienes consideraran, de señalar con el dedo en alto y enjuiciar a quienes les placiera. Había una vez unas cuantas docenas de repúblicas que al estallido de la primera bomba en el barrio de los vecinos pobres sintieron pánico, mucho pánico y corrieron a buscar a su amigo matoneador, al bravucón del barrio vecino para que los defendiera pero, lastimosamente para ellos, al matasiete le habían perdido el miedo: ese día se dieron cuenta que su florido jardín, el Edén pregonada por Josep Borrell -UE-, estaba lleno de maleza, de bichos devora hojas, de espinas y piedras en el camino, de lianas fortísimas, de insectos plagados de paludismo y chagas, de ruidos misteriosos, de desazón absoluta. Hubo una vez una Europa que despertó del sueño construido sobre las pesadillas de terceros y supo entonces que no producían suficiente alimento para sostener a sus poblaciones, ni armas para defenderse en caso de eventualidades, ni combustible en el patio de las casas para mover sus industrias, ni gas para el invierno por lo que hablar de “pobreza energética” se tornó tema de seminarios. Había una vez un primer mundo que nunca dejó de ser parte del tercer mundo. Las placas tectónicas de la geopolítica se reconfiguran, de esos intestinos movimientos surgirán del fondo planetario nuevas tierras por colonizar, ¿qué papel debería jugar Latinoamérica en esta coyuntura en donde se define buena parte del futuro de la humanidad?…la voz de la América Latina y el Caribe, vía CELAC si se quiere, es fundamental; en tan inédita circunstancia es URGENTE tomar partido y no necesariamente por uno u otro bando, lastimosamente nuestros mandatarios andan urgidos apagando sus incendios domésticos por lo que no hay mucho lugar para consensuar. Otros definirán nuestra suerte y destino, serán ellos los que dirán el lugar y papel que jugaremos en el nuevo tablero: estamos siendo como país  y región inferiores a los convulsos días que marcarán nuevos caminos.

*Roque Monteiro. comunicador social – periodista retirado, fotógrafo sin cámara, autor de varias novelas, cultivador de yuca y viajero incansable. Miembro del colectivo Psicolombianos de Diván.

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