El juego de la lleva

0
505

About The Author

La lleva es un juego muy básico para 4 o más jugadores. La temática del juego se trata de que al azar una persona es escogida como “la lleva” o sea el Antagonista con el poder en el juego. Esta persona deberá correr y perseguir a los demás jugadores con el motivo de lograr tocar a alguien. Cuando logre tocar a un jugador deberá decirle, la llevas. Dicho esto, inmediatamente se libera mientras que al que agarraron pasa a ser la nueva lleva, y tendrá que hacer el mismo proceso de perseguir a los jugadores libres”. Fuente: Wikipedia.

En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos. ― Paulo Freire. Educador Brasileño. (1921-1997).

(Lea también: ¿Qué nos pasa?)

Esta metáfora del “juego de la lleva” nos sirve para entender este enredado proceso de corrupción de la UNGRD, que parece llevar esa dinámica de “juego”. Los que reparten culpas van “tocando a otros” en un entramado bastante enredado, que seguramente los investigadores penales sabrán desenmarañar, o eso esperamos. Ya lo habíamos dicho en otro artículo que la condición de esta institución para atender desastres y prevenirlos, la UNGRD, era el lugar “ideal” para el ejercicio expedito de la corrupción, ya que sus características contractuales están desprendidas de los intrincados procesos estatales de contratación. La intención de darle estas características excepcionales, tiene sentido ya que la atención de desastres (naturales y humanos) requieren atención inmediata que no puede ceñirse a los pasos habituales de la contratación pública ordinaria. Pero la perversión de esta excepcionalidad es la que ha llevado al “modo perfecto de la corrupción”. Y así ha ocurrido.

La ideología que habría sido invocada para “proteger” de tentación de la corrupción en el ejercicio de cargos públicos, más que blindar o proteger contra estos estropicios asignados frecuentemente a los gobiernos de derecha anteriores, en algunos casos se ha convertido en protección para lo contrario: justificar actos ilegales o alejados de las normas. En algo así como en algunas situaciones religiosas en donde se encubre la mala conducta con dudosas coberturas con propósito de exoneración, como la llamada restricción mental con la que se limita o desvirtúa con evasión o aún se niega expresamente lo que se dice, supuestamente sin llegar a mentir.

Claro que lo que se ha “perdonado” o naturalizado en gobiernos anteriores al actual de nuestro país Colombia, en donde los medios eran “laxos” en algunas situaciones anómalas de gobierno o de sus funcionarios, al gobierno de Izquierda poco se le perdona y así debe ser, sólo que así debería ser siempre. La ideología debería servir como protector moral en los funcionarios públicos, talvez para algunos que creen que lo público es para servirlo y no para servirse. Pero otros piensan, seguramente, que el fin justifica los medios y la reserva moral se va para el carajo y ahí vemos las consecuencias.

(Texto relacionado: Desastre de Desastres)

Tiene sentido que a un proyecto político que permaneció tanto tiempo en la Oposición denunciando corruptelas y negociados, ahora cuando está en el Gobierno, se le exija más para ser consecuente con su tarea histórica y de ahí resulta la elevación del rasero moral en la mira de los medios de comunicación. Si acaso, esto fuera una explicación y no una justificación.

Otro asunto es que muchos sectores de Izquierda tienen una “aversión ideológica” a las normas, en el sentido de considerar que estas se hicieron para oprimir una clase social por otra. No distinguen entre la necesidad social de las normas para convivir y normas para oprimir y despojar. Entonces tienden a lo peor del anarquismo y por eso se explicaría, quizás, esa posición ácrata que sin embargo contrasta con algunos regímenes de Izquierda que son absolutamente represores y con leyes y procedimientos policiales y judiciales totalmente autoritarias que no admiten una expresión diferente, ni el disenso, ni la protesta, que consideran “contra-revolucionaria” y por tanto la contundente represión.

Max Weber uno de los padres de la Sociología Moderna ya había planteado el asunto al analizar la contraposición entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Pero esto debe ser mirado con cuidado porque no se trata de oponer una ética de la convicción irresponsable o una ética de la responsabilidad sin convicciones. Esto es necesario aclararlo para no caer en la simpleza de una ética que es irresponsable y otra que es pragmática sin convicciones. Cuando están opuestas estas dos éticas, sí que producen estragos, cuando sólo la ideología va guiando el quehacer político y atropella motivada por tal convicción o cuando se es muy responsable sin claridad de proyecto político, no se sabe a dónde llegar.  Weber propiciaba que ambas éticas balanceadas podrían ser el ejercicio de un buen político, no en cuanto acumule poder y ése sea su éxito, sino que entienda la política con un criterio de servicio y de compromiso con quienes representa. Encontramos entonces la necesidad no sólo de la protección moral de la actividad política sin que esta se convierta en obsesión por lograr ciertos objetivos políticos que corresponden más a un modelo prefijado casi por la fe o la creencia, pero tampoco el excesivo pragmatismo que termina sirviendo a los intereses más oscuros. Weber agrega otra cualidad para el correcto ejercicio de la política, entendida como el “buen gobierno” y es la mesura. O sea, calibrar bien las consecuencias de lo que se hace o deja de hacer y a quien le sirve. El autor alemán es muy preciso al señalar en su obra El político y el científico, que es una conferencia que el dictó a unos estudiantes alemanes al finalizar la primera guerra mundial y nos define lo que podría ser un político de talla: “La pasión no convierte a un hombre en político si no está al servicio de una causa y no hace de la responsabilidad con respecto a esa causa la estrella que oriente su acción”.

(Le puede interesar: Los Juegos Del Hambre)

*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.

Autor

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.