El paramilitarismo sigue vivo y matando

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El paramilitarismo sigue vivo y matando

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Digamos, entonces, las cosas como parecen ser: las disidencias en Arauca no son meras disidencias; son paramilitares. Son grupos que hacen el trabajo sucio que los militares no pueden hacer por ser parte del Estado y tener cierto tipo de control (que casi nunca sirve, pero bueno, control en todo caso).

El paramilitarismo sigue vivo y matando

No es descabellado pensar que el cobarde atentado cometido en Saravena, Arauca, la noche del 19 de enero de 2022, haya sido un ataque paramilitar. En este corto escrito soportaré esta presunción, amparado en argumentos lógicos.

(Lea también: Luis Pérez Gutiérrez en el Pacto Histórico)

En primer lugar, llama la atención que el atentado se haya cometido, como informó Blu Radio en una noticia del 20 de enero de 2022 titulada Atentado en Saravena, Arauca, dejó un muerto y cinco heridos, “justo en medio de la fuerte militarización en la zona y a escasos metros del cordón de seguridad establecido por la Policía Nacional.” Días antes, a raíz de las confrontaciones entre disidencias de las Farc y la guerrilla del ELN, el presidente Duque había prometido la misma fórmula mágica: “más militarización”, para acabar con esta situación. ¿Cómo se relaciona esto con el atentado en Saravena? Puede relacionarse de dos maneras: o las Fuerzas Militares son completamente incompetentes y la militarización no sirve para nada o parte de las Fuerzas Militares sabía previamente sobre este atentado y dejaron que sucediera. Llama la atención cómo las Fuerzas Militares son tan ágiles para tildar de guerrillero a cualquier campesino y tan lentos para ver un carro bomba en un edificio de defensores y defensoras de derechos humanos. El atentado no fue cometido contra las Fuerzas Militares, sino contra personas que luchan por la vida, que resisten valientemente a la guerra y los atropellos del Estado y las multinacionales.

El atentado se cometió frente a la sede de la Fundación de Derechos Humanos Joel Sierra. Ésta es una fundación que ha velado por los derechos de la población en Arauca y ha llevado a cabo denuncias contra diferentes instituciones, entre ellas las Fuerzas Militares. Tomemos por caso una denuncia hecha el 3 abril del 2017 que la Fundación publicó en su página de Facebook, donde se refiere a: “denuncias recibidas por comunidades del departamento [de Arauca], donde manifiestan que en áreas cercanas a la zona veredal transitoria para la normalización en Filipinas, municipio de Arauquita, patrullas del Ejército se han identificado como  guerrilla del ELN; este hecho ocurrió el día 17 de Febrero de 2017 en las veredas Laureles 1 y El Diamante, cuando miembros del ejército, que vestían uniforme camuflado y casco, se presentaron como de esa organización guerrillera, y el militar que iba a cargo de la patrulla dijo ser ROBINSON, comandante del ELN.” Como se puede ver, no hay razones para que las Fuerzas Militares tengan una relación de cercana amistad con esta fundación de derechos humanos. De hecho, es común entre los militares amedrentar y silenciar discursos contrarios a sus prácticas, como sucedió con los murales y afiches que preguntan “¿Quién dio la orden?” y exigían saber la verdad sobre la política de los falsos positivos.

Por varios años, la Fundación Joel Sierra ha alertado sobre los problemas que trae la militarización en el departamento de Arauca, pues esta acción, lejos de traer tranquilidad, representa zozobra y miedo en los territorios. En las oficinas en Bogotá, tanto del Gobierno como de la prensa cercana a éste, se llenan la boca alabando la militarización en Arauca. ¿Pero acaso en Arauca comen helicópteros? ¿Acaso allá se educan en aviones o escriben con fusiles? ¿Acaso los militares en Arauca llevan educación, salud, vivienda, comida? Nada de eso. Los militares sólo llevan más guerra. Cuando me refiero al periodismo, no solo hablo de medios como RCN o Semana, que expresan sin vergüenza sus posiciones de derecha y abierto apoyo al Gobierno y las Fuerzas Militares, aquí también hablo de los “independientes” como La Silla Vacía. En un artículo llamado El desgane con el proceso del ELN se siente más en Arauca, escrito por Jineth Prieto y Ana León, el 19 de Marzo de 2017, se hace una temeraria y abusiva relación entre el ELN y el movimiento social en Arauca, usando la expresión “organizaciones sociales afines a la guerrilla”, que es dicha desde la cómoda impunidad que dan los apartamentos lujosos del norte de Bogotá. Claro, desde allí todo se puede decir y todo se puede negar sin que nada suceda, pero otra cosa sucede en el territorio, en este caso Arauca. Años y años de discursos contra el movimiento social en Arauca han causado muerte y desplazamiento. En vez de defender la labor de defensa de los derechos humanos, Gobierno, Fuerzas Militares, algunos periodistas se encargan de hacer este trabajo aún más difícil y de poner sus vidas en riesgo.

Volvamos, entonces, al problema inicial. Las Fuerzas Militares en Saravena presencian un atentado en la sede de una organización de derechos humanos que los ha criticado. Estos soldados no son bisoños o bachilleres, sino soldados entrenados para la guerra; son soldados profesionales, con años de entrenamiento encima, que están operando en una de las zonas más difíciles del país. Todos los días están ellos pendientes de acciones de la guerrilla; su vida consiste en estar en guardia, estar atentos, en que nada se les escape… y “casualmente”, dejan pasar a un carro bomba que se dirige, “casualmente”, contra una organización que los ha criticado. Antes, era posible considerar la posibilidad de “los militares no se dieron cuenta”, pero cuando sabemos que son personas entrenadas para la guerra y que el carro bomba explotó al lado de ellos sin herirlos ni dañarlos, pues no eran el objetivo del atentado, surge una idea legítima: “parece que las Fuerzas Militares no se dieron cuenta del atentado a propósito.” ¿Saben cómo se llama eso? Eso se llama paramilitarismo.

Un grupo paramilitar es, literalmente, un grupo que actúa al lado del ejército, con su complacencia y beneplácito. El prefijo para implica “estar al lado de”, así como cuando hablamos de para-estatal – al lado del Estado -. Entonces, hablamos de paramilitarismo si un grupo armado actúa al lado del ejército, no en su contra, y opera a metros de distancia de donde éste se encuentra, sin que sean detenidos o perturbados en su accionar. En el atentado contra la Fundación Joel Sierra, no vimos ninguna acción contra el Estado o las Fuerzas Militares, sino un ataque contra la población civil que, precisamente, se opone a algunas medidas que lleva a cabo el Estado. Este ataque no afecta a las Fuerzas Militares; por el contrario, genera más temor en las personas a la hora de alzar sus voces.

Ahora, podríamos pensar, esforzando nuestra buena fe, que este es un caso aislado. Que los militares a cargo de la seguridad de Saravena estaban muy cansados y no prestaron atención o podríamos pensar que era la noche tan oscura que no pudieron ver nada de lo que sucedía. Bueno, en ese caso los militares serían “incompetentes” a propósito y esa es otra de las formas que ha tomado el paramilitarismo: los militares se retiran estratégicamente a otro lugar, se ponen a hacer otras cosas, miran al suelo mientras los paramilitares masacran personas. Ahora, podríamos seguir pensando, y seguir esforzándonos y decir: “pero bueno… sí, lo del atentado en Saravena es un caso raro, pero bueno, es una excepción.” Y la respuesta a esto sería: no, no lo es. Este modo de operar se da en varias partes de Colombia. El año pasado, la iglesia católica en Chocó denunció la “connivencia por parte de la fuerza pública y el Clan del Golfo”, como fue relatado, sin la importancia que merecía esta denuncia, en algunos medios como El Espectador, con la noticia Las denuncias sobre dudosos operativos militares en el río San Juan en Chocó, escrita por Camilo Alzate González el 12 de diciembre de 2021, y por el portal Infobae, con la noticia MinDefensa no comparte el informe que denuncia indiferencia del Gobierno nacional ante la emergencia en Chocó, publicada el 19 de noviembre de 2021.

(Texto relacionado: Libertad a lxs compas de la Primera Línea)

Chocó y Arauca, dos departamentos en los extremos del país, sin ninguna frontera en común, con ríos y cordilleras entre sí, presentan casos similares de paramilitarismo. Los nombres cambian. En Chocó, es el Clan del Golfo; en Arauca, las llamadas “disidencias de las Farc” que presuntamente perpetraron el atentado en Saravena, según informó Blu Radio. En un artículo, en la página web de este medio de noticias, llamado Así anunció alias ‘Antonio Medina’ el bombazo que sacudió a Saravena, Arauca, publicado por Redacción Blu Radio el 20 de enero del 2022, se escucha cómo este comandante del Frente 28 de las disidencias dice: “La idea es volar esos negocios de los manes, Asojuntas, líderes de ellos, todo eso hay que matar”. ¿Quiénes son “esos manes”? No son los militares, sino las y los defensores de derechos humanos. Es decir, el enemigo de esta gente no es el Estado, sino las personas que resisten contra la violencia estatal y paramilitar. El enemigo de estas disidencias no es el Estado porque el Estado no ataca a las disidencias, ni las combate ni las persigue. No se hacen daño entre sí y parecen, más bien, apoyarse de manera callada en sus acciones. Si las Fuerzas Militares atacaran a las disidencias, entonces las Fuerzas Militares serían blanco de sus ataques, pero no lo son.

Digamos, entonces, las cosas como parecen ser: las disidencias en Arauca no son meras disidencias; son paramilitares. Son grupos que hacen el trabajo sucio que los militares no pueden hacer por ser parte del Estado y tener cierto tipo de control (que casi nunca sirve, pero bueno, control en todo caso).

La Fundación Joel Sierra tiene 25 años de existencia. Veinticinco años de dignidad, defendiendo la vida, hasta dando la vida misma. El deber de las personas que creemos en la construcción de una paz – una paz que solo puede construirse desde la justicia social y la vida digna para todas, todos y todes – es rechazar, denunciar y oponernos al paramilitarismo. Esto se hace no sólo por medios judiciales y políticos, o contra los paramilitares como tal, sino también desde el ejercicio periodístico y de opinión. El periodismo en Colombia ha justificado por años y años el exterminio de luchadores y luchadoras sociales, cuando les ponen el adjetivo de “guerrilleros” o “afines a la guerrilla”. Una parte importante del periodismo que leemos día a día en Colombia usa el mismo lenguaje paramilitar. Cuando se habla de “nuestras Fuerzas Militares”, no se está entendiendo que hay prácticas criminales recurrentes como el bombardeo a niñas y niños, la violación de niñas o la corrupción en contratos. Las Fuerzas Militares no son “nuestras” fuerzas militares, sino una institución que parece tener un tronco podrido y, con suerte, algunas manzanas buenas.

El ataque en Saravena no sólo afectó la Fundación Joel Sierra, sino a todo un conglomerado de organizaciones sociales araucanas, como Asociación de Jóvenes, Asociación de Mujeres, los Cabildos Indígenas de Arauca, la CUT y la Asociación Nacional Campesina José Antonio Galán Zorro, como informó Sonia Díaz, directora de la Fundación Joel Sierra en Saravena, para Blu Radio. Éste fue un ataque contra la población civil en las narices de las Fuerzas militares. Fue un ataque cobarde; fue un típico ataque paramilitar.

Este tipo de ataques demuestra que defender los derechos humanos en Colombia es peligroso porque es efectivo. Los señores de la guerra temen a quien defiende la vida. La labor de la Fundación Joel Sierra seguramente seguirá, más convencida aún de su labor histórica en la construcción de la paz en Arauca y Colombia. Uno debería decir: “ojalá las autoridades investigaran esta particular pasividad de las FFMM frente a este atentado…” pero eso es pedirle peras al olmo. Por ahora, solo puedo expresar mi profunda solidaridad con las víctimas de este atentado y mi abrazo fraterno a los hombres y mujeres que construyen la paz, la dignidad y la vida en Arauca.

(Le puede interesar: Gaitán, Petro y el año 1946)

*Nicolás Martínez Bejarano, filósofo de la Universidad Nacional y estudiante de la maestría en historia del arte. Investigador sobre filosofía medieval y estudios visuales. @NicolasMarB

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