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Como el caso de mi amigo, a quien le importa un comino la ética de su jefe con tal de conservar su puesto de trabajo, a muchos colombianos les toca vivir este viacrucis para estas épocas
─Hola─
─Hola─ Me respondió afanosamente al otro lado de la línea.
¿Qué haces hermano, dónde andas? – le pregunté.
─Aquí trabajándole a mi político ─me contestó.
─ ¿Y es que tú tienes dueño? le interrogué entre bromas.
¡No, lo que sucede es que si no le hago campaña puedo perder el trabajo! ¡Esa es la orden que hay! – me respondió con preocupación y dejo de tristeza –¿y sí ese crápula no sale, que pasará contigo? – Volví a preguntarle- no hubo respuesta alguna, un silencio largo, triste se tomó el recinto al otro lado de la línea, seguido se escuchó una música alternada por un jingle publicitario que tronaba una y otra vez con una perorata promocionando una campaña política que hablaba sobre el cambio, la justicia y la honestidad. La campaña de la que hablaba mi interlocutor consistía en recolectar, conseguir “votos”, para las justas que se avecinan este 29 de octubre. La palabra voto, viene del latín votum, que significaba una promesa, especie de manda, que se hacía a los dioses. Dicha palabra “votum” viene del verbo “vovere” o prometer. Como a esta persona con la cual sostenía el dialogo y millares como ella en esta época electoralles corresponde por obligación, a como dé lugar, a si le tengan que vender el alma al diablo conseguir, votos para determinado político o aspirante a un cargo. Salir por las calles, con afiches, pasacalles, metiéndole a la gente por sus cinco sentidos, un nombre, una imagen, con tal de promocionar, vender un rostro, una sonrisa en su mayoría impostadas, como reza el refrán: “todo entra por los ojos”. Conozco el caso de un municipio medianamente pequeño, que, para esta época electoral, un millar de almas se lanzaron a la arena política con el ánimo de conseguir una curul en el concejo municipal.
El anterior fue el dialogo que sostuve con un amigo en días pasados y me quedé reflexionando el asunto por el resto de la semana. Me di a la tarea de investigar quien era el político para el cual trabajaba en este periodo de elecciones a alcaldías y gobernaciones. Comprobé que era un personaje de la costa norte colombiana, un hombre gris, venido de menos a más, perteneciente a una oscura familia de “politiqueros” que en el pasado se vieron inmersos en acciones delictivas con varios escándalos de corrupción y alianzas con paramilitares.
Como el caso de mi amigo, a quien le importa un comino la ética de su jefe con tal de conservar su puesto de trabajo, a muchos colombianos les toca vivir este viacrucis para estas épocas, la cual es caldo de cultivo para que muchos politiqueros jueguen con el hambre y manoseen las necesidades de estas personas. Se hace necesario seguir impulsando desde las escuelas, el hogar, la catedra de la cultura política para arrancar de una vez para siempre esas malas prácticas en la sociedad que vienen desde hace más de 200 años.
*Ubaldo Díaz, Sacerdote. Premio Nacional de cuento y poesía ciudad Floridablanca. Premio de periodismo pluma de oro 2018 – 2019 – 2022. Email: [email protected]