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Que cada quien que en Venezuela se encuentre el próximo domingo y pueda votar reflexione sobre la pertinencia de concurrir y hacerlo.
Este próximo domingo 21, se realizan en territorio venezolano elecciones regionales y municipales en las cuales quienes habitamos fuera del país somos simples espectadores, lo que no nos impide discurrir respecto de ellas.
Un buen amigo – abstencionista a rabiar – ha entrado en modo reflexión y me ha enviado este mensaje:
“Si votamos y el Consejo Nacional Electoral declara que sacamos más votos, valió la pena.
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Si votamos y nos hacen fraude, esto será público y notorio, constatado por los observadores internacionales y también ganamos. Votemos y ganaremos, que los ojos del mundo están sobre nosotros”.
Como he escrito en otras oportunidades, la abstención en nuestro país sólo tiene valor en tema de referendos. Así, basta por ejemplo que en un universo de 1.000 personas una sola vote y 999 se abstengan para que aquella decida por todos. Eso es lo que ocurrirá entonces el próximo domingo: alguien decidirá por el que se abstuvo.
Se podrá argumentar que el Consejo Nacional Electoral decidirá quién ganó finalmente, aun contrariando la voluntad popular, más lo cierto es que en cada elección hay auditoría del 51% de las mesas y, salvo en el caso del estado Bolívar en la última elección a gobernador donde se evidenció un fraude, en las demás ocasiones ha habido coincidencia entre el resultado anunciado y los que se derivaron de las mismas. Quedaría por estudiar qué motivó que se cumpliere la excepción que refiero.
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Otro amigo, en una de sus redes, reflexionó ayer respecto de una ciudad pequeña del oriente del país que ha sido siempre ganada por la oposición, afirmando que en ella sí era conveniente votar y yo deduzco que es porque siempre las personas que respalda ganan, pero lo hacen, entre otras razones, porque en las mesas hay de manera permanente, testigos que defienden los intereses ciudadanos y no solo los de determinada parcialidad, lo que en otras partes no ocurre.
Por haber vivido casi toda mi vida adulta en la provincia venezolana, soy testigo de la importancia de las elecciones regionales y municipales. Ciertamente, en la actual circunstancia política venezolana, derivada del centralismo ejecutado por el señor Chávez y los protectores impuestos por éste y por el señor Maduro, ella se ha venido a menos pero la única manera de rescatarla es prestándole los ciudadanos que en cada localidad habitan el interés que las mismas merecen, dado que, cuando un problema en ella se tiene, la gran mayoría de participantes y abstencionistas llaman en su auxilio al gobernador, al alcalde o al concejal para resolverlo. Nadie marca el teléfono del ministro caraqueño. Eso es una realidad indiscutible.
Este domingo 21, cada quien decidirá la conducta que crea conducente en función de sus intereses. En todo caso, creo que en estos tiempos venezolanos que transcurren actualmente, la frase entrecomillada que contiene este escrito es digna de ponderar.
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La abstención sin movilización sólo tiene carácter testimonial. En el solo hecho se agota. Que cada quien que en Venezuela se encuentre el próximo domingo y pueda votar reflexione sobre la pertinencia de concurrir y hacerlo. El lunes 22 será tarde para ello.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural