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Víctor Reyes Morris analiza el conflicto actual a la luz de la teoría de resolución de conflictos de Johan Galtung.
“Si quien gobierna no reconoce los males hasta que los tiene encima, no es realmente sabio”. Nicolás Maquiavelo
El sociólogo noruego Johan Galtung se ha dedicado a estudiar los conflictos sociales y a señalar que usualmente no se resuelven porque poco o nada se discute sobre sus objetivos y la discusión se queda en los medios empleados en tales conflictos.
Para Galtung, una teoría de resolución de conflictos, no sólo debe reconocer la existencia de los mismos, lo que él llama reconstrucción, sino que esta teoría debe dirigirse a establecer instrumentos para comprenderlos en todos sus componentes, objetividad para analizarlos, así como procedimientos para transformarlos y, desde luego, resolverlos.
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En el conflicto que vivimos actualmente, en medio de un contexto pandémico con todos sus efectos negativos especialmente económicos y sociales, se agrega un paro que parece no tener solución a la vista, que agrega más consecuencias negativas a la economía y a la situación social y cuyas reivindicaciones se dirigen a paliar los efectos que la prevención y contención de la pandemia han producido, especialmente en términos de ingresos y exacerbación de vulnerabilidades.
Cuando se creía que se iba a entrar a una negociación entre Gobierno y el Comité del Paro, la conversión del paro en un objetivo en sí mismo, con sus narrativas de heroicidad de quienes protestan y de la represión ejercida, se estancan tales negociaciones por las voces distintas, polifonía, que desde el Gobierno se expresan, que parece jugar a policías buenos y malos, y los representantes del Paro que insisten en que les den garantías para la protesta. Ambas partes están enfrascadas en la discusión de medios. El paro como un fin, por la dimensión que ha adquirido la protesta, tal vez conduce a la propia convicción de una gran batalla, sin importar los efectos colaterales. A su vez, el Gobierno juega a ganar tiempo, espera que se desinfle la protesta y hace anuncios de concesiones de algunas solicitudes contenidas en el pliego de los protestantes para que no aparezcan precisamente como concesiones.
Es que la situación conflictiva se hiper-dimensionó cuando la protesta alcanzó la participación de multitudes inesperadas y se vio a una “primera línea” muy combativa y dispuesta a causar daño a bienes públicos y privados. El paro ha tenido más fuerza que lo que sus propios organizadores habrían calculado y ello mismo conduce a una pluri-direccionalidad de orientaciones y jefaturas muy dispersas. El Gobierno, acosado por unas denuncias externas e internas muy fuertes de condena de la represión empleada, se refugia en su propia retórica de expresiones contradictorias y en la poca experiencia negociadora de quienes deben afrontarla.
Es así como se cumple el diagnóstico de irresolución que nos ofrece Galtung, cuando aplicamos su teoría.
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Pero analicemos un poco más a las partes en conflicto para poder entender los movimientos o la guerra de movimientos que parecen darse en este drama que nos agobia. El Gobierno prisionero de su propia ideología de contención represiva se debate entre el juego de posiciones distintas, entre la conciliación y la represión, que puede tener un alto costo e inclusive un quiebre institucional. Si concilia, podría perder apoyos de quienes consideran que la única salida es la mano fuerte de la represión. Y, si no concilia, su imagen y apoyos se deterioran más, poniendo en peligro la suerte electoral de su partido en elecciones a un año vista. Por otro lado, la mención a fuerzas extrañas conspirando o financiando conspiración conduce a la discusión de medios y no de fines. Las teorías conspirativas, propias de los regímenes autoritarios, fluyen con más frecuencia y, como son tan difíciles de probar, se incorporan fácilmente a la narrativa oficial.
La dirección del paro también se encuentra en una dificultad enorme de dirigir hacia algún lado, pero lo que logra es simplemente la exaltación del paro como tal y que parece lograr hasta no se sabe qué momento. También se debate entre simplemente continuar, sabiendo que se agota, o negociar cuando su fuerza es el paro mismo y no tanto lo que se logre.
Estas incertidumbres, desde luego, no pueden producir o conducir a una solución exitosa, a un gana-gana como dirían algunos teóricos o cuasi gurús de las negociaciones, si se lo mira únicamente así. Como están las partes ahora, no se ve un procedimiento eficaz de resolución de un paro que ya lleva muchos días y que como todo paro no produce sino afectaciones indeseables y hasta una frustración más si no se sabe obtener unos logros, que ya ha obtenido. Debe entonces centrarse en otra dinámica para no ser inferiores al momento y no aumentar el déficit de todo lo que ya la pandemia produjo. ¿Quiénes tienen la visión, el poder, el conocimiento y también la experiencia para conducir a esa dinámica nueva, que no sea la de aumentar la destrucción física y moral de la nación?
La teoría resolutiva de conflictos de Galtung es un buen referente que tiene mayor riqueza de lo que aquí hemos referido de ella. Es una respuesta distinta, un giro epistemológico en el tratamiento de los conflictos. Si la forma tradicional se expresaba bien en la fórmula latina: si vis pacem para bellum (si quieres la paz prepárate para la guerra), en la visión de este autor y mediada por el estudio de muchos conflictos y de fenómenos de violencia, es: si vis pacem, para pacem (si quieres la paz prepárate para la paz). Es la búsqueda de la paz con medios pacíficos. Es lo que se hizo con el Acuerdo de Paz con las FARC con el cual se ahorraron muchas muertes.
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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.