El futuro es el sueño: la lección de los mapuches

0
944

About The Author

Ésta es la segunda entrega de una serie de historias de paros a través de la cual el columnista Felipe Lozano exorciza su frustración y tristeza.

Elisa Loncon y la reivindicación de las culturas ancestrales en Chile 

Mi amigo Juan Sebastián escribió por WhatsApp. Era un mensaje que parecía un grito. Pidió que nos reuniéramos, virtualmente, para hablar de todos los sentimientos que se han despertado en Colombia desde hace unas semanas y nos han rebasado, muchas veces, como individuos. Horas después nos reunimos Luis, Alejandra, Daniel, María Andrea, Érika, Maribel, Juan Sebastián y yo para escucharnos y manifestar nuestra rabia, impotencia, tristeza, angustia y, en parte, frustración. 

Esta serie de tres escritos va dedicada a ellos y a los demás amigos que ese día no pudieron reunirse con nosotros. También a los que están luchando en las calles y en otros escenarios, buscando transformaciones. Ojalá las historias de otros personajes, de latitudes diferentes a las nuestras, nos ayuden a encontrar algunas respuestas que estamos buscando.

(Lea también: Los jóvenes mexicanos del 68 nos hablan)

  • ¿Qué logros destacaría de su trayectoria? 

Elisa Loncon sonrió después de oír la pregunta. Se encontraba en el estudio de su casa en Chile. Detrás de ella, una biblioteca repleta de libros y una bandera mapuche colgada en la pared. Luego, se acercó a la cámara de su computador. 

  • ¿Usted sabe quién fue Leftraru? –, preguntó. 

Su voz se transformó en un torrente para contar una historia reconstruida así:  

(Texto relacionado: De un esquema presidencial a un viejo Volkswagen: esa nociva distancia)

Leftraru debía aprender a vivir en cautiverio. Lejos de sus padres, mutilados por los españoles, aprendería que la mejor arma para combatir a sus opresores sería la astucia. Sabía que su pequeño cuerpo de niño mapuche nada podría hacer contra un escuadrón de soldados. Por eso, también aprendería a esperar. 

El tiempo le daría lo necesario para saber observar e interpretar las tácticas de batalla que los españoles usaban contra su pueblo. Sabría aprovechar las oportunidades para cuidar a los caballos, unos animales nuevos para él y su comunidad, pero a los que debía perderles el miedo y aprender a domar. 

Aprovecharía el momento justo para escapar de su condición de esclavo y unirse a su pueblo para enseñarles a usar las herramientas de los españoles en contra de ellos. Su gente, como Leftraru (nombrado en español como Lautaro), recurriría a los caballos y a unas tácticas de guerra foráneas para ponerlas a su favor y, por fin, combatir a los invasores. * 

Leftraru tiene la importancia fundamental de un mito para Elisa Loncon y los mapuches. Su historia los cohesiona y les da sentido de pertenencia. El líder indígena cayó en combate en el siglo XVI, no sin antes haber facilitado la ejecución de su opresor, Pedro de Valdivia. 

(Le puede interesar: En monumento equivocado: La Pola llena de consignas)

Elisa conectó la historia de Leftraru con el momento en que el escritor mapuche Elicura Chihuailaf ganó en 2020 el Premio Nacional de Literatura de Chile. “Todos los mapuches tenemos que ser como Leftraru y usar estrategias de apropiación de otra cultura para la defensa de las comunidades originarias. La escritura alfabética, de origen fenicio, está instalada hoy en día en nuestro mundo a partir del español. Entonces, Elicura plantea que debemos recurrir al aprendizaje de la lectura y la escritura en este idioma, pero usarlo en nuestra lengua para empoderarnos y ponernos a la altura de las grandes letras del mundo”, explicó Loncon. 

Así fue como Elicura Chihuailaf aprovechó los recursos literarios para convertirse en uno de los escritores más importantes de Chile y en el primer indígena en ganar el Premio Nacional de Literatura, otorgado, entre otros, a Gabriela Mistral y Pablo Neruda. 

Pero, ¿por qué Elisa Loncon mencionó a Chihuailaf? ¿Acaso la referencia al escritor contestaba la pregunta sobre su trayectoria? 

  • Lo que sucede es que cuando habla con una persona mapuche, no habla con alguien que esté solo, sino que trabaja en colectivo. Yo sola no he logrado nada.    

Somos, hacemos y heredamos

Elisa Loncon no se refiere a ella en nombre propio, sino como parte de un pueblo. Por eso no habla de “yo”, sino de “nosotros”. Si menciona a Chihuailaf o a otras personas de su comunidad, lo hace para citar logros en plural. 

Entre los que puede destacar, cuenta que ha formado parte de acciones enfocadas en defender y reivindicar las culturas indígenas en Chile. Por ejemplo, en la década de los 80, cuando cursaba su pregrado, Elisa Loncon se sumó a las protestas contra la dictadura de Pinochet mediante teatro en mapuzugun, la lengua mapuche. El contenido, dice, “era indígena, al igual que la postura política” y lo llevaron a las calles. Fue un acto trasgresor y novedoso para la protesta. 

En esa época, el grupo de teatro Az Mapu, junto a sabios mapuches, llamaron la atención públicamente sobre el colonialismo instalado en la cultura chilena. La perseverancia en su proceso de descolonización les permitió poner en la agenda nacional y restablecer el Wuñol Xipantv, o año nuevo mapuche, fiesta que se celebra durante el solsticio de invierno austral en junio)y está ligada al ciclo lunar, la agricultura y la relación entre los mapuches y el ciclo de la naturaleza. La celebración había sido cristianizada y reemplazada por la Noche de San Juan. 

En la década de los 90, los mapuches pudieron tener el reconocimiento de una bandera propia en la nación, porque, según explica Elisa Loncon, “consideramos que no podíamos ir detrás de banderas con un espíritu colonial, de visión eurocéntrica, que dejaba por debajo al pensamiento indígena, como la bandera chilena, las de los partidos políticos y las de la iglesia”. La bandera mapuche pasó a ser un símbolo tan importante de resistencia de los pueblos chilenos, que muchos grupos, diferentes a los mapuches, la portaron e izaron durante el estallido social en 2019. 

El espíritu comunitario de Elisa le ha permitido volcar su formación profesional en beneficiar a su pueblo, sobre todo para librar, tal vez, la lucha más constante de todas: la defensa y la reivindicación del mapuzugun. Para lograr el propósito, era necesario tomar las herramientas de un sistema educativo impuesto en la nación para dar las discusiones públicas en condiciones más equitativas. Por eso se formó como profesora de inglés en la Universidad de la Frontera, cursó estudios de posgrado en el Instituto Internacional de Estudios Sociales de La Haya, la Universidad Autónoma Metropolitana, un doctorado en Humanidades de la Universidad de Leiden y un doctorado en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

Si Leftraru supo domar a los caballos, Elisa Loncon supo domar y orientar sus conocimientos académicos hacia la enseñanza de la lengua mapuche en instituciones educativas y buscar la implementación de una educación intercultural que les muestre a los chilenos, desde el lenguaje, su herencia indígena para que esa interculturalidad ayude a superar la exclusión a los pueblos ancestrales. “Los programas educativos nacionales tienen que incorporar la historia, filosofía y lengua mapuche. Parte de ese racismo que vivimos es producto del desconocimiento. La sociedad chilena ha estado sesgada, no se le ha enseñado nuestra contribución a la cultura. Si al final de cuentas Chile es libre, es porque los mapuches defendimos los territorios hasta el final”, sostiene Elisa Loncon. 

Aunque el país ha tenido una larga herencia de defensa de los derechos humanos, como consecuencia de la dictadura de Pinochet, aún falta que se haga justicia por los daños ocasionados a los pueblos originarios por el Estado chileno desde su origen (1810), según explica Loncon. Por eso, la lucha por la defensa del mapuzugun ha sido larga, ardua e incansable. “En 2010, al cumplirse el bicentenario de Chile, pusimos el debate por los derechos lingüísticos como derechos humanos fundamentales. Es decir, hemos promovido la defensa de nuestra lengua como un derecho humano fundamental. El ser indígena se construye a través de su territorio y de su lengua. ¿Qué pasa, entonces, cuando silencias a un pueblo? ¿Qué ocurre cuando le impides usar su lengua? ¿Qué capacidades se vulneran si eso sucede? Es un estancamiento de su condición humana”, afirma.

La lucha sigue siendo difícil, pero Elisa Loncon y los mapuches perseveran motivados por un pensamiento ancestral: “el futuro es el sueño”. “En el pasado, nuestros abuelos lucharon por defender lo que teníamos, como nuestra tierra y nuestra lengua. No lo lograron. Perdieron sus vidas, fueron sacrificados, incluso llegaban a la Casa de la Moneda y no fueron recibidos por los presidentes, porque la élite política los despreció. Ellos soñaron alguna vez que esto iba a acabar, porque la opresión no es a perpetuidad en el ser humano: tarde o temprano los pueblos se liberan y ésa es la esperanza que nosotros tenemos como pueblo originario. Somos el producto de esos sueños y de ese trabajo anterior”, explica Loncon. 

La esperanza

En octubre de 2019, el descontento social estalló en Chile. Las protestas, que se llevaron a cabo durante varios meses – incluso entrada la pandemia –, dejaron ver que era inviable continuar con una constitución que tenía una ilegitimidad de origen: fue creada durante la dictadura de Pinochet. 

Los chilenos no solo manifestaron el daño que había causado esta carta política al acceso digno a la salud y la educación – fuertemente privatizada -, sino que no había ningún tipo de representación para la sociedad. “El 19 de octubre de 2019 quedó en crisis el sistema de representación política en Chile. Los partidos de derecha, izquierda y centro ya no representaban al pueblo, pero ahí, la misma sociedad tomó las riendas del asunto”, explica Elisa Loncon. 

El presidente Sebastián Piñera calificó la protesta social como ese “enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite”. Sin embargo, sus calificaciones fueron insuficientes ante las peticiones urgentes y claras de la ciudadanía para cambiar el rumbo político de su país. No hubo nada que impidiera un sueño con proyecciones a futuro.  

Por esa razón, y para hacerle frente al descontento de los chilenos, el gobierno convocó a elecciones para decidir si se debía cambiar o no la constitución. El 78 % de los votantes aprobó el cambio de la Carta Magna, pero, además, decidió que su redacción debía estar a cargo de una convención constituyente, elegida por voto popular. Esta convención estará integrada por 155 convencionales, repartidos equitativamente entre hombres y mujeres y con un número de escaños para la población indígena.  

Elisa Loncon es una de las convencionales elegidas. Espera que la nueva constitución sea una ruta que facilite la transformación de la visión que Chile tiene de sí misma, sea más incluyente y valore más la vida. “En la constitución, se dice que la nación es única e indivisible. Frente a eso, todo lo que es de otra cultura, como la nuestra, estaría atentando contra lo que entendemos como Estado de Derecho. ¡No nos dejan ser! Por eso queremos que la nueva constitución sea plurinacional, intercultural e incorpore valores como el buen vivir, algo que llevamos a cabo en las comunidades mapuches para que hombres y mujeres se respeten, pero para que también se establezcan relaciones de equilibrio con la naturaleza”, explica Loncon. 

Además, le parece indispensable que la nueva constitución deje a un lado la visión eurocéntrica que, según afirma, “alimenta la discriminación y la vulneración de los derechos”. “Los indígenas y campesinos fueron inferiores en la colonia y el hombre europeo era superior. Eso fue reforzando una idea de patriarcado que le ha hecho daño al pueblo chileno. La sociedad industrial del siglo XX dañó la naturaleza, las relaciones entre los seres humanos y la condición del hombre, porque lo obligó a hacerse macho y ese imaginario lo mueve a hacer la guerra y a disparar a otros seres. Hay una cuestión filosófica en la mente de la sociedad que hay que ir solucionando”, añade. 

Y Elisa Loncon cree que no es solo la redacción de una nueva carta política la que ayudará a la transformación social de Chile, sino que es necesario implementar una pedagogía de diálogo y respeto. “Como pedagoga, siempre he confiado en el ser humano, porque he visto cómo se forman los jóvenes y con ellos debemos hacer exactamente lo mismo con la constitución: una labor pedagógica. Vamos a esperar a que reaccione la gente y asuma estos principios comunes para la defensa del agua, de la tierra y de la vida”.

La nueva constitución, logro de los chilenos con las protestas recientes, lo entiende Elisa Loncon como el resultado de haber cruzado “tanta oscuridad en la que se ve una esperanza que no es no idílica, sino que ha sido guiada y construida por la gente de abajo que volvió a confiar en ella misma, no en los que ostentaban el poder”.

*Felipe Lozano, comunicador social de la Pontificia Universidad Javeriana con posgrado de la FLACSO (Argentina). Salió de Bogotá, renegando de ella, y regresó con el rabo entre las piernas. Camina como terapia para purgar sus culpas y así descubre las maravillosas contradicciones del país que se sintetizan en su capital. Ha estado vinculado a entidades como el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, Museo de Bogotá, Museo Nacional de Colombia y la Casa Museo Alfonso López Pumarejo, de la cual fue director. No discute en redes sociales porque es mejor de forma presencial.

Autor

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.