El oficialismo, contento; la oposición, agarrada

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Qué lindos se ven los alternativos agarrados, los de izquierda y demás, sin habilidades para unirse, sin capacidad de hablar, concertar y ver más allá de su fanatismo.

Ingresar a las redes sociales es como montarse en la montaña rusa. Un día, sube el nivel de los insultos e imágenes editadas, con burlas y escarnios como deleite de las emociones de algunas personas. Unos usan perfiles anónimos; otros más directos se mueven al ritmo de sus agitaciones y contestan en su lenguaje poco modulado, como si fuera un escapismo. Las redes son el lugar donde se puede observar de todo.

La dependencia de este mundo virtual es tan grande que varias personas se informan por redes sociales y no por medios convencionales. El nivel de desgaste depende de la inclinación política de quienes buscan manejar la conciencia e influir en las decisiones de las personas; a diario es asombroso cómo atacan en gavilla a quien piensa diferente y cancelan de esta forma cualquier posibilidad de diálogo tranquilo y respetuoso. ¿A quién le importa eso? Quizá a los ingenuos. La democracia llega a un nefasto término.

El fanatismo está encegueciendo al mundo. Las opiniones no dejan de asombrar por la pasión irracional, inundada de conceptos percibidos como perfectos del líder, quien quiera que sea, para enfrentarse virtualmente con quien o quienes a su juicio deben estar por encima de los demás. El fanático tiene una identificación de su doctrina enfocada en una sola persona, como único personaje salvador del país, no importa de cual corriente política sea, que mueve las masas. No resiste las críticas por causa de este mismo sentimiento y no le importa si el personaje es corrupto, comete crímenes o sus planteamientos de gobierno pueden llevar al debacle al país.

Las variaciones políticas, entre la derecha, ultraderecha, izquierda y el centro izquierda/derecha, han sido objeto de múltiples columnas en los medios, por estos días. Unos dicen que el centro sí existe y otros aducen que no, pero qué más da; ya no estamos para estas discusiones. No he podido comprender por qué en esta época de crisis, no se ha tomado partido por políticas específicas o programas concretos y sí por personas.

La experiencia que vivimos en Colombia es clara: el tema no es de personas sino de coaliciones. Algunos líderes no malgastan el tiempo uniendo sus fuerzas y moviendo los hilos del poder; los demás están perdiendo tiempo valioso para darle una nueva oportunidad a nuestro país. Siguen las divisiones, la polarización, los engaños, la intolerancia y la pobre capacidad de reflexión. Esto no es un secreto.

La izquierda más radical denomina tibios a quienes no militan de forma radical en sus filas, vinculando en sus listas a los periodistas que tratan de cumplir con su función, sencillamente de informar. No creo que sea un pecado invitar a sus en vivos a personajes; por el contrario considero cuestionable a quienes con todo su odio les atacan tildándolos de tibios. Acaso, ¿no pueden pensar diferente? O, ¿no pueden ejercer el derecho a opinar e informar?

Tuvimos conocimiento que la coalición de gobierno se fortalece reuniéndose de forma temprana. No entra en discusiones. Ellos sí tienen claro hacia dónde van, cuál va a ser su destino, mientras los demás se destruyen entre ellos mismos. Los primeros deben estar muertos de risa por lo que hacen sus contrarios. Con un mínimo desgaste, están haciendo lo que siempre soñaron, abordar el poder sin reparos y concentrarlo sin apasionamientos, pero sí con estrategia.

Qué lindos se ven los alternativos agarrados, los de izquierda y demás, sin habilidades para unirse, sin capacidad de hablar, concertar y ver más allá de su fanatismo. Sigan perdiendo el tiempo que el país se los agradecerá en el 2022. Ahí van bien, señores y señoras.

*Sandra Castillo, abogada, @sandra_doly

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