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El uribismo tiembla: en cualquier país democrático con separación de poderes, tendría a muchos de sus integrantes en prisión. Cada semana o, como máximo, cada dos semanas hay un nuevo escándalo, cada uno más grave y más antiético.
La pandemia ha demostrado el carácter antipopular del uribismo – sobre eso argumenté en la columna pasada titulada El uribismo. Las últimas medidas respecto a la pandemia y la salud de los colombianos de a pie no han hecho más que corroborar que, para el uribismo, los ciudadanos “de a pie” solo son mano de obra barata, quizás muy barata, y desechable. Ellos, los pobres, tienen que salir a trabajar sin más; “no deben ser atenidos a lo que hace el gobierno”, como lo dijo en su faceta más arribista y con el mayor desprecio por los colombianos, la vicepresidenta de Colombia, sobre todo, porque “es increíble que en 20 días alguien se convierta en pobre” como de forma ridícula lo manifestó el presidente de la República, quien presuroso anunció ayudas a sus amigos de las grandes compañías y bancos, los que en 20 días sí pueden volverse pobres. ¡Cuánto desprecio hacia los ciudadanos “de a pie”!
Pero de lo que hablaré aquí es, principalmente, de los últimos dos escándalos del uribismo en el poder: chuzadas 2020 e incursión militar a Venezuela. Estas dos situaciones representan al uribismo en todo su esplendor. El uribismo es un partido totalmente antidemocrático. No hay que confundirse: ¡Que el Centro Democrático haga parte del senado y de la contienda electoral no lo convierte en un partido democrático! Su actuar habla exactamente de su real disposición política; en particular, la pandemia los pone descubierto. Para empezar, se debe recordar al Representante Cesar Martínez del Centro Democrático, quien con relación a la democracia en tiempos de pandemia dijo: “La democracia está desbordando los hechos y no podemos pegarnos a la legalidad, descuidando la realidad”. Más desastroso aún es que, contrario a lo que se esperaría de un partido democrático, no existió crítica alguna del completo de su partido. ¡El que calla otorga!
Ahora bien, las chuzadas-edición 2020 y la incursión militar a Venezuela, son “la guinda del pastel”. Por un lado, interceptar y perfilar a periodistas y políticos de la oposición bajo el argumento de la seguridad nacional y la protección del Estado, como lo quiso defender el Ministro de Defensa y toda la caverna uribista, es cuando menos una declaración amenazante, pues significa que los enemigos del Estado son todos aquellos que, en ejecución de sus facultades legalmente descritas, defiendan una forma de concebir al Estado diferente a la preestablecida. Un punto que corrobora este análisis tiene que ver con el hecho de que ninguna persona intervenida era alguien “pro-gobierno”. Para ellos toda la libertad de expresión.
El Gobierno intenta hacer prevalecer la idea de que aquellos chuzados son, en realidad, enemigos del gobierno, del Estado y del pueblo. Algo así como un naciente cáncer, que hay que extirpar. El uribismo necesita un enemigo visible y odiado para poder existir. Su disminuida capacidad de convocatoria y su proyecto antipopular, más claro en estos tiempos lo han puesto en posición defensiva. Encontrar un enemigo fuerte y poderoso le podría significar recobrar cierta legitimidad perdida -en la cada día más ridícula actual administración- de cara a las elecciones presidenciales del 2022.
Hay que recalcar, que el actuar del gobierno representa en Colombia una amenaza de muerte para ellos, pues son los críticos al gobierno. Como ejemplo se pueden tomar a los líderes sociales de toda índole, quienes están siendo asesinados constantemente por los nuevos grupos paramilitares, frente a la inacción práctica de las fuerzas militares y el gobierno, quienes no van más allá de una tibia condena de los asesinatos.
Por otro lado, tenemos la fallida incursión militar a Venezuela desde territorio colombiano. En muchos medios de comunicación con cierta tendencia pro-gobierno, se ha criticado que la incursión militar no haya tenido posibilidad de victoria. ¡Se han vuelto locos! Esos medios de comunicación prefirieron olvidar, que es una violación a la soberanía de un país y las leyes internacionales. Intentan obviar, que por acción u omisión -ambos conceptos presentes en el código penal-, se apoyó una invasión a un país tercero, pues resulta imposible hacer un entrenamiento de ese tipo, con la logística y el personal que eso conlleva, sin que ningún organismo de seguridad del Estado lo advierta. Si fuese así, los organismos de seguridad del Estado serían extremadamente incompetentes.
Ahora bien, se puede ver como el gobierno explota políticamente esta situación en una entrevista al representante Edward Rodríguez del Centro Democrático, quien dice que el pueblo colombiano y los partidos de oposición deben estar del lado del gobierno colombiano, porque “hay que estar del lado de los buenos y nosotros somos los buenos”. Así lograría configurar el gobierno uribista un nuevo enemigo público, que le garantice una nueva legitimidad en Colombia. ¡El gobierno busca urgentemente un gran enemigo!
* Juan Camillo Castillo, M. A. Philosophie.Ph. D. Student Universität Leipzig, @bi_bitte
Excelente columna Juan Camilo.
Excelente columna. Muy concreta y bien argumentada.
Aprendiz de notero, amargo y obsesionado con Uribe, olvida que su amado Santos dijo que la ley no podía ser obstáculo para imponer la dizque paz. Ley del embudo sesgada pura y dura.