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La séptima no colapsó por las lluvias; la séptima colapsó hace años.
Daniel Simons desarrolló un experimento en el cual se le pedía al auditorio que se concentrara en ver cómo un grupo de más o menos cinco personas se pasaban un balón de uno a otro. Tiempo después de estar observando cómo el balón pasaba, el moderador le pregunta al auditorio: ¿vieron el gorila? La respuesta, en medio del asombro por la absurda pregunta, fue negativa. No obstante, mayor fue el asombro, cuando al ver nuevamente el video, absolutamente todos vieron cómo un gorila gigante se paseaba entre los participantes mientras se pasaban el balón. La explicación a semejante miopía radica en que, como individuos, somos selectivos en lo que vemos; si no estamos preparados o esperando ver algo, simplemente lo ignoramos.
Resulta curioso que Colombia se ufane de ser el tercer país más feliz del mundo. No sería preocupante este indicador sino fuera porque nuestra felicidad se encuentra en medio de un millón ochocientos mil colombianos en pobreza extrema. Un poco, ¡jodidos pero felices! La razón es la misma: la mayoría de los colombianos es feliz y se conforma con el estado de las cosas porque, al igual que en el caso del gorila, es lo único que ve.
Es tan lamentable nuestra situación que nuestro presidente insiste en que su gobierno es el de la “equidad” y nos hace creer que el país va bien con el 3% de crecimiento. Pero si aplicamos la visión del gorila, ¿cómo es ese crecimiento? ¿Cuáles son los sectores que crecen? ¿Como así que la tasa de desempleo pasa los dos dígitos? ¿Cómo así que Colombia tiene un Gini general de 0,51? ¿Cómo así que, en el acceso a la tierra, el Gini es de 0,88 y, en servicios financieros, 0,97? ¿Cómo así que somos campeones de desigualdad? O aún más triste, ¿qué es eso de la desigualdad?
Llueve en Bogotá. Se empiezan a leer en redes anuncios del colapso inminente de la ciudad. La séptima es literalmente un parqueadero, para recorrer 800 metros se toman 50 minutos. Algunos claman que nunca habíamos estado peor.
¡No señores, no se equivoquen! Lo único que ocurrió es que se les atravesó el gorila. Ustedes señores quejosos de las redes han vivido en una burbuja de confort. La séptima no colapsó por las lluvias; la séptima colapsó hace años. Pero, al igual que el gorila, no lo vemos. ¿Saben quién si lo hace? La gente que vive en El Codito, en Cerro Norte o en cualquiera de los barrios de los cerros; todos los días se demoran cuatro horas y media en el trancón. Esa gente, en la séptima, pierde dos meses de su vida.
Lo más doloroso es que ese gorila representa por qué este país está condenado a nunca entender qué es el Gini y mucho menos la desigualdad. Acá ni siquiera nos hemos enterado que, en nuestras narices, ocurre la peor de las desigualdades: entre más pobre seas, más tiempo perderás en trancones.
Olvidemos pensar que ese tiempo se podría emplear en cuidar a los hijos, leerles un libro o ver una novela. Ellos no tienen ese derecho. El único derecho que importa en la ciudad es el de proteger el carro privado. Sí, ese derecho divino a circular sobre una vía que algunos incluso comparan con los Campos Elíseos de Paris o la 5ta avenida de Nueva York.
No hemos logrado ver al gorila, pero pensamos como uno. ¿Un sistema de transporte que acabe con ese trancón eterno? No, jamás. ¿Qué nos aseguremos que los más humildes no pierdan su vida en un trancón eterno? No, jamás. ¿Pensar que el tráfico es el símbolo de desigualdad más grande de la ciudad? No, jamás. Eso es como pensar que un gorila se metió en medio de un auditorio.
*Juan David Quintero, abogado, exedil de Usaquén y líder de “Juntos”, un movimiento para fomentar nuevos liderazgos en el servicio público, @JD_Quinteror, Facebook e Ig: Juan David Quintero Rubio
Lamentablemente, los políticos seguirán pasándose la pelota y la gente más vulnerable de este país seguirá pagando las consecuencias.
Muy buen artículo.