En vos confío

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La crisis de credibilidad en los sistemas políticos y de gobierno es un problema casi universal que hace del escenario político una enorme pantomima cuyo título bien podría ser: HACER CREER QUE.

Una de las características de la ádeiocracia es la baja confianza de los ciudadanos en los líderes políticos, los partidos y buena parte de las instituciones. La incomunicación entre gobierno y ciudadanía, la perplejidad, el desconcierto, la percepción de una institucionalidad sin enjundia, donde nadie cree en nadie y el sistema democrático parecen un tiesto sin contenido. Tal sentimiento generalizado queda refrendado para el caso colombiano con la publicación por Cifras & Conceptos de su encuesta Polimétrica de septiembre/2021, la cual concluye que el 77% de los colombianos no ha decidido por quién votar para Presidencia, apenas el 31% dice saber quiénes son los candidatos y el 64% manifiesta no tener partido político, aunque dentro del espectro ideológico un 17% se considera de izquierda, un 12% de derecha y el 71% de centro, dato este último que parece confirmar la sensación de hartazgo frente a los partidos tradicionales y la enorme desconfianza en torno a los extremos del péndulo.

Ádeiocracia: palabra creada para definir la ausencia de poder, del griego ádeio (vacío) y kratos (poder)

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El fenómeno de desgaste de las formas tradicionales de gobernar y de los sistemas políticos degenerativos en estructuras de gobernanza contemporánea, ya se trate de los modelos de democracia corporativista, capitalismo social colonialista monopartidista,  autocracia con manipulación electoral, neopopulismo de izquierda o derecha, dictaduras populares sin libertades públicas, plutocracias con control mediático vía redes y plataformas, plutocracias piramidales de corrupción con graduación participativa y sistemas de captura, rapto moral o destrucción reputacional, sin excepción, es palpable y se manifiesta en la desconfianza silenciosa y la aceptación impuesta.

El estudio que adelanté durante dos años a escala internacional sobre el particular me llevó a concluir que la crisis de credibilidad en los sistemas políticos y de gobierno es un problema casi universal que hace del escenario político una enorme pantomima cuyo título bien podría ser: HACER CREER QUE… (ver mi libro Ádeiocracia, Ediciones Gráficas y Fundación Universitaria del Área Andina).

Durante la última semana, se ha conocido en España la Encuesta de Valoración sobre Monarquía 2021 elaborada por el grupo de periodistas independientes CTXT. La conclusión central es que la monarquía es una institución sin sentido en democracia para el 53% de los ciudadanos. Tal porcentaje ha aumentado en cinco puntos durante el último año. Tal es la opinión mayoritaria en todas las franjas de edad, pero se dispara entre los menores de 45 años.

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Ya en marzo de 2019 el nivel de confianza en los gobiernos de Latinoamérica era deplorable. Según Latinóbarometro, la encuesta de opinión pública anual que cubre 18 países, la confianza en los gobiernos de la región como promedio había descendido del 45% en 2009 al 22% en 2018. Los ciudadanos señalaban a la corrupción y a la desigualdad como las causas mayores del descontento con la democracia que aumentó del 51% al 71%.

La llegada del Covid-19, el desconocimiento y los errores en las pautas de manejo y la aguda crisis económica agravaron todos los indicadores. La ofensiva mediática de los gobiernos y las fallas en la distribución de las ayudas complicaron aún más el escenario.

La gran batalla política que se librará en torno a los procesos electorales venideros en varios países de nuestra región será por el restablecimiento de la confianza y de la credibilidad. Las campañas serán asaltadas por la calumnia, las falsas acusaciones, las amenazas y la interferencia de poderes oscuros.

Se observa un fenómeno inédito en el caso colombiano. Son tan de baja estofa y de mala calaña las acusaciones que se lanzan desde las redes, los infundios que se usan para demeritar la imagen de los rivales y tan opaco el quehacer de algunos voceros institucionales que la opinión está reaccionando con indulgencia ante los vulnerados y con severidad ante los acusadores tocados de turbios antecedentes.

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El elector potencial, ese 77% que aún no sabe por quién votar, estará observando sin afán el espectáculo ramplón, mientras en la política cunde la turbiedad y la pobreza intelectual reina en el debate público. Esperemos que la dialéctica de los extremos y la vulgaridad de su pregón pierdan espacio ante el potencial que representan fuerzas coaligadas con grupos temáticos de alto nivel, experiencia y capacidad de transformar la gestión pública.

*Juan Alfredo Pinto, escritor, economista, @juanalfredopin1

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