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Los jóvenes se hartaron de que los dejen en visto, sostiene el consultor político Nixon Narváez.
Si hay una película que me ha gustado en los últimos tiempos es en busca de la felicidad protagonizada por Will Smith, donde interpreta la vida de Chris Gardner, un millonario que consiguió el tan anhelado sueño americano.
En una de sus escenas más importante, Smith llega a la entrevista de trabajo con los ejecutivos más importantes del mundo financiero sin saco, sin corbata y todo manchado de pintura. Ante el impacto de estos ejecutivos y a pesar de su buen desempeño, le preguntan: ¿qué diría usted si le dicen que un ejecutivo como yo contrata a un hombre que llega sucio y sin corbata a su entrevista? La respuesta de aquel joven soñador fue segura y con un tono irreverente dijo: seguramente debió llevar pantalones estupendos.
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Dos generaciones con visiones del mundo distinto – un escenario recurrente en nuestro tiempo – se evidencian en el contexto político latinoamericano y con mayor acento hoy en Colombia. La evidente desconexión entre una dirigencia política gremial y, si se quiere civil, con las nuevas generaciones más que evidente; es preocupante.
Se manifiesta tanto en el relato que vemos a diario en los dirigentes respecto a las protestas en las calles, como entre los medios, redes y discursos políticos, que exponen un escenario de caos. En realidad, lo que vive esta juventud es una fiesta. ¡Sí, una fiesta, con música, color, baile, teatro, cánticos!
Se sigue notando en la dirigencia la lectura errónea de estas generaciones. Las han calificado de egoístas, vagos y hasta apolíticos. La desconexión inicia por ahí. Estas etiquetas poco les importan a los jóvenes. Así como el joven Garner en aquella entrevista, la respuesta juvenil lleva consigo un relato claro: tus formas no son mis formas, mi definición de lo estético pasa por otros imaginarios distinto a los tuyos y lo que para ti es correcto, para mí es aburrido. Tengo lo que necesitas y es mi capacidad, igual que el protagonista y muchos más. Toda una generación nos manifiesta que está enviando mensajes y está hablando. La respuesta de los políticos es errónea: no les están respondiendo. Los jóvenes sienten que envían un mensaje y son dejados en visto. Aún muchas marcas políticas no logran decodificar ese lenguaje. Intentan comunicar como siempre se han comunicado; quizás deberían saber que, a la hora del relato, cada público tiene sus propios códigos y canales. Esta juventud por supuesto espera que se comuniquen con ellos en sus propios códigos. ¡Créanme, los están esperando!
Un buen punto de partida para entender lo que conocemos como la emancipación juvenil se encuentra en la redefinición del espacio, lo público y privado. Su uso es distinto a como lo entendemos hoy. Este proceso no pasa por salir o no de la casa de los padres; pasa por otras esferas de desempeño y compromiso con una sociedad que les reta. En ellos se les manifiesta en la rebeldía contra aceptar que las verdades de los adultos son las únicas y valederas. Por eso y otras razones, les aconsejo a mis clientes que jamás le envíen mensajes a un joven como… conozco a tu padre, ojalá seas tan grande como él. ¡Ojo! Los sueños de los hijos no son los mismos de los padres; un comentario como ese puede perder la conexión por falta de empatía con muchos jóvenes. Si se inician entendiendo el cómo y por qué de sus formas, la aparente inconformidad con el mundo que les rodea, será mucho más fácil entrar en diálogos con ellos.
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Es urgente que se inicie ese diálogo codificado, no por complacer caprichos de niños rebeldes como algunos manifiestan. La fuerza productiva para dentro de 20 años serán ellos y, por supuesto, desean ser protagonistas en la construcción de ese mundo. No quieren ser meros espectadores con un futuro de paradigmas ajenos. Así, la marca política que no entienda este escenario tendrá problemas para poder acceder a su respaldo. Para ellos, el concepto de lo público es tan distinto que desean definir sus propios espacios de encuentros a partir de sus constructos e imaginario de lo político y las dinámicas de un mundo incierto híper comunicado. En muchos escenarios, se toman el espacio, lo redefinen y lo revientan. La plaza de Los Héroes en Bogotá hoy es lo que para los demás era la Plaza de Bolívar, el viaducto Lucas Villa en Pereira es por donde se marcha hoy y ¿qué decir de Puerto Resistencia en el distrito de Aguas Blancas en Cali? Simple y llanamente se los tomaron y los hicieron suyos.
Invito a esas marcas políticas que salgan de la caja. Siempre les pedimos que actúen con empatía; seguramente sus asesores y consultores les pedirán investigación para entender y decodificar. ¡Háganlo! Si quieren, observen un poco el futuro – el pasado para otros – . En Chile, por ejemplo, luego de que esta generación no se sintiese escuchada, dio un duro golpe a las marcas tradicionales, demostrando que los jóvenes no son apolíticos y nunca lo fueron. Solo tienen otras maneras de expresarse. Tal cual sucedió en El Salvador con Bukele que entendió y abandonó su partido y hoy es el primer ‘millenial’ con una foto en el atrio de las Naciones Unidas.
En nuestro territorio, en las elecciones locales, también los jóvenes vienen mandando señales que son determinantes a la hora de apoyar una marca. Quizás los casos más conocidos son los de Cartagena con William Dau que venció toda la maquinaria con el respaldo de la juventud y el de Daniel Quintero, el alcalde ‘millenial’ y mejor votado en la historia de Medellín. En realidad, el voto joven fue protagonista en las elecciones locales del 2019.
Llegó el momento de algunas marcas de dar el paso a la empatía e intentar un diálogo con una generación que no quiere que los dejen en visto.
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*Nixon Narváez, estratega y consultor en marketing y comunicación política. @Nixon_mkpolitic