Especial PND – Función presupuestal: del DNP a Minhacienda

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Prefiero no tener aplanadora, prefiero tener un trato respetuoso con el Congreso, dijo el Jefe del Estado en la presentación de las bases del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022.

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“Soy de los que piensan que, para el país, es mejor tener un Departamento Nacional de Planeación y Presupuestación que un Departamento Nacional de Evaluación.”

El proyecto de ley del Plan de Desarrollo incluye un artículo, el 35, que ordena el traspaso de las funciones presupuestales del Departamento Nacional de Planeación (DNP) al Ministerio de Hacienda y que especializaría al DNP en la evaluación de las políticas públicas. De ser aprobado, ese artículo implicaría el beso de la muerte para el DNP y una concentración de poder exagerado en el Ministerio de Hacienda.

Es razonable que el presupuesto sea elaborado solo en una entidad, no en dos. Que el presupuesto colombiano sea hecho por dos entidades, con el Ministerio de Hacienda encargado de los gastos de “funcionamiento” y el DNP encargado de los gastos de “inversión”, constituye una solución autóctona, sin paralelo en el mundo. Tener un solo responsable para la elaboración del presupuesto es razonable. Así lo recomendó la más reciente Comisión del Gasto en Colombia.

El Presidente Duque en la conmemoración de los 60 años del Departamento Nacional de Planeación y la presentación del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022.
Foto: www.presidencia.gov.co

La pregunta es si ese responsable debe ser el Ministerio de Hacienda. En Estados Unidos, el presupuesto es preparado por una oficina que reporta al presidente, no al Departamento del Tesoro. En otros países pasa igual. Naturalmente, también hay otros países que siguen un modelo distinto, de alta centralización del presupuesto en el ministerio de finanzas respectivo. El caso paradigmático es el Reino Unido. Cabe anotar, no obstante, que, en este último caso, el Chancellor of the Exchequer (nuestro Ministro de Hacienda) no tiene la responsabilidad de producir un presupuesto detallado que, más bien, recae en las entidades que reciben los fondos públicos.

La propuesta, entonces, es que sea el DNP el que haga todo el presupuesto. Para enfatizar esa nueva función, el DNP podría pasar a llamarse el Departamento Nacional de Planeación y Presupuestación. Eso deja un amplio poder al Ministerio de Hacienda y lo aleja de presiones políticas que no le convienen. El Ministerio de Hacienda podría preocuparse de los ingresos y de los techos de gasto y dejar la distribución del gasto a la experiencia técnica y el conocimiento sectorial y territorial del DNP.

El DNP es una entidad única dentro del Estado colombiano. Siempre se ha destacado, junto con el Banco de la República, por su naturaleza técnica, lo cual ha servido para prestarle un servicio invaluable al país. Una de sus funciones consiste en elaborar el Plan de Desarrollo, que tiene un papel destacado en nuestro ordenamiento constitucional. De otra parte, sirve como secretaría técnica del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes). Es una de las pocas entidades públicas de cuya importancia no cabe duda. Por tanto, restarle influencia no parece una estrategia inteligente.

Es claro que el DNP también tiene problemas. En los últimos lustros, ha venido perdiendo influencia, no solo porque cada vez el presupuesto de inversión es más pequeño, sino también porque la entidad ha perdido influencia en la elaboración de las políticas públicas. A eso han ayudado al menos dos cosas: una, que, en el pasado, los directores de Planeación tenían la misma estatura que los Ministros de Hacienda, mientras que en tiempos más recientes han adoptado un rol más subalterno. Otra, que los ministerios han venido fortaleciendo sus propios equipos técnicos. Los neoliberales a ultranza piensan, además, que una oficina de planeación no debería existir, porque eso sería solo propio de regímenes socialistas con economías planificadas.

A raíz de esos problemas, quizás, la entidad tiene un problema de crisis de identidad. A veces se ha dicho que, por estar cumpliendo funciones de corto plazo, entre ellas las presupuestales, ha dejado de planear el largo plazo del país. Hace ya unas décadas se le adjudicaron tareas de calificación de las inversiones y evaluación de las políticas públicas, y en eso ha venido tanto desarrollando capacidades como consumiendo sus recursos. Más recientemente, ha encontrado dos vocaciones en apoyar el desarrollo territorial y en supervisar el tema de las regalías. Así, tal vez se pueda decir que el DNP ya tiene más funciones de las que puede cumplir bien.

Pero todos esos problemas no sugieren que el DNP debe ser debilitado. La calidad técnica y la posibilidad de influenciar de manera efectiva la política pública son características del DNP que se deben mantener. No es conveniente que las decisiones presupuestales se tomen con una lógica de ajuste fiscal. El ajuste fiscal va usualmente cargado en contra de los gastos de inversión. Cuando eso sucede, inversiones fundamentales para el desarrollo del país son pospuestas. Por eso, tal vez, es que Bogotá todavía no tiene metro y los proyectos de infraestructura de cuarta generación apenas se están empezando a hacer.

El debate será interesante. Soy de los que piensan que, para el país, es mejor tener un Departamento Nacional de Planeación y Presupuestación que un Departamento Nacional de Evaluación. La evaluación bien la podría hacer la Contraloría. Pensar el largo plazo y tener dientes para alcanzarlo son tareas que no debemos abandonar.

Daniel Castellanos García, Presidente, Fundación Impacta, organización para la transformación social. Las opiniones son estrictamente personales.

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