Éste, mi dinero sucio

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Hace unos días, el docente y científico analista de datos, David Camargo publicó un artículo titulado Papel Moneda y Desigualdad. En él concluía que la depreciación del peso, la desigualdad y la segregación social son parte del ejercicio de poder en Colombia y la apreciación simbólica más fácil es el papel moneda.

Camargo dice: La segregación inicia con el reconocimiento de los “padres” de la patria y no del colectivo, como si la historia la construyesen solo los caudillos.

Esa reducción de la historia a unos pocos personajes “emblemáticos” invisibiliza al colombiano del común. Según el artículo, solo hubo una oportunidad en la que circuló la imagen de una indígena Embera en un billete colombiano diseñado por Liliana Ponce de León, artista colombiana y, dos años después, salió de circulación. ¿Están diciendo que esos caudillos son más dignos de tal reconocimiento que una indígena Embera? Si es así, ¿qué tal si el papel moneda reflejara sin filtro a los que se hacen llamar “actuales padres de la patria”?

Les presento a Sara Vélez García, más conocida como Sara DeColores. Es licenciada en artes, ilustradora digital y artista plástica empírica. Como Liliana Ponce de León, es otra colombiana que, por medio del arte, ejerce su derecho a la protesta, crítica social y reconocimiento de ese colombiano del común que en demasía sobrepasa a las pocas élites nacionales.

Sara DeColores

La normalización de la corrupción, la inequidad y la constante alienación económica a la que estamos sometidos motivan su obra. “Todo está relacionado con el dinero. Nos movemos por el dinero, trabajamos por el dinero, nos compran y compramos cosas con dinero. Dinero que realmente no nos pertenece y tiene unos dueños que lo administran, distribuyen y juegan con él a su antojo, desgraciadamente de manera corrupta.” Así nace la obra Dinero Sucio.

  • Ejemplares de la obra Dinero Sucio por la artista Sara DeColores

Dinero sucio contiene la modificación simbólica y conceptual de todos los billetes nuevos, desde el de $1.000 hasta el muy polémico billete de $100.000. Se establece una relación de los personajes elegidos con los números, no por su valor como personas o políticos, sino por los actos en los que han participado. De igual manera, se evoca la simbología de los billetes originales. “Las frases célebres los representan, quizá se arrepientan ahora, pero la obra los reproduce en esa naturalidad al decirlas”, señala Sara.

Éste es su concepto de protesta frente a los que, según ella, son los personajes que, dentro de un mar de corruptos, se llevan el primer lugar.

Su trabajo no se limita al análisis de los próceres, sino que abunda en contexto y particular simbolismo colombiano. Sara desde muy pequeña tuvo un enamoramiento obsesivo por el dibujo. Nunca estuvo en clases de arte, aclara, porque su padre como muchos de los padres colombianos de la época decía “el arte no da plata”. Aun así, cayó enamorada del mundo del arte y los colores, lo que hace de Sara una artista genuina y apasionada.

Sara dice: “ahora como artista me mueve algo que no sé qué es”. “Tengo muchas cosas que decir sobre mis pensamientos sociales, emocionales y políticos, pero la razón que me mueve a decir lo que pienso y siento mediante el arte para mí es una incógnita que no me interesa descubrir porque precisamente eso me mantiene enamorada. Los objetivos con mis dibujos son distintos a lo que me mueve a dibujar y éstos son claros en mis obras; dibujo lo que observo en mi contexto y en éste observo gente trabajando, en la calle, casas construidas con los dientes por la falta de Estado, brechas infinitas entre personas, disputas por dinero, gente amable, neas, barrios, corrupción e injusticias.”

Sara DeColores ve en el arte algo intangible, que permite comunicarnos de distintas maneras y genera seres sensibles frente al mundo y las personas. Es de un potencial impresionante para generar análisis crítico, tal como los billetes y la decadencia de sus actores. El arte es como el amor, anota.

Y gracias a la importancia que le da la artista a su contexto, creó “Una Montaña de Casitas”, la serie que, por su carga emocional, es su favorita porque, con ella, representa los barrios de Medellín. Y más, por su experiencia de vivir y sobrevivir allí.

“Es una serie donde analizo los modos de vidas de los habitantes de los barrios, desde cómo construyen sus hogares, cómo habitan sus espacios hasta cómo son ellos y a raíz de qué son y se apropian de las periferias de estas formas. También tengo otra serie que tiene relación con los modos de habitar los espacios públicos de transporte como el metro”. “Me gusta analizar nuestra cultura”, explica.

Montaña de Casitas por la artista Sara DeColores
Montaña de Casitas por la artista Sara DeColores
Montaña de Casitas por la artista Sara DeColores

Sara concluye que Colombia no ha llegado a tener una cultura fuerte en las artes ya que internamente existen muchos baches culturales, educativos y sociales como el vivido por la artista Liliana Ponce de León y su propuesta de la indígena Embera en papel moneda. Aun así, como ella, hay un centenar de artistas que proponen proyectos de crítica social así que es importante, dice ella, pensarse en pandemia desde el arte y fortalecer esas concepciones tal vez perdidas sobre él.

Es claro que en estos tiempos aciagos ha surgido una oleada de emprendimientos y de creatividad desbordada, así que no hay que desmeritar el arte.

Para finalizar, en lugar de mandar mensajes al gobierno del cual no gusta, Sara, se despide diciéndole a esas generaciones que ven en el arte una pasión por la que luchar:

“El amor y las pasiones son lo único que puede salvarnos. Aunque suene demasiado romántico, esto para mí tiene sentido; me enamoré perdida y locamente del arte y por esta razón quise dibujar y pintar sin parar. Esto genera una pasión en mí que nada ni nadie puede lograr jamás. Así que enamorarse locamente de una pasión es lo que nos mantendrá felices y lo que nos brindará aprendizajes más significativos.”

Las redes sociales de la artista Sara DeColores son @decolorees, @DecoloresSara y Sara DeColores

*Alejandra Sánchez, comunicadora social y periodista.

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